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Trayectoria del discurso feminista contemporáneo

Trayectoria del discurso feminista contemporáneo

  El movimiento feminista contemporáneo tiende a defender la urgencia de sustituir la tradicional política de corte patriarcal por una estrategia liberadora de mujeres y hombres, sin desatenderse de las diferencias entre géneros.

   Esto responde al carácter globalizado de las problemáticas en boga, que en más de 70 ocasiones movilizaron a las defensoras de los derechos del mal llamado sexo débil en apenas una década.

   En los encuentros de las feministas, de 1995 a 2005, denuncias y demandas contra la marginación de las mujeres se combinaron con el análisis de los efectos del neoliberalismo, las migraciones y las ofensivas militares de Estados Unidos, entre otras.

   Para los seguidores de estos asuntos, tales actitudes respondieron a la crisis del feminismo institucional: el derivado de los reconocimientos, dictámenes y prescripciones de los organismos internacionales y Estados acerca de la discriminación de género.

   El debilitamiento de esa vertiente respondió al desmesurado aumento de la pobreza, a la feminización de este mal social y al fortalecimiento de los acentos multifacéticos del feminismo autónomo, racial y de género.

   La potenciación de esa segunda variante de las luchas de ese sector logró su climax en el ámbito de los encuentros de latinoamericanas y caribeñas realizados de manera indistinta en 1981, 1985, 1992 y 1997.

   Los tópicos más analizados en 12 eventos internacionales, interraciales y de mujeres indígenas, celebrados en estos años, fueron el racismo, despenalización del aborto, eliminación de todo tipo de violencia y la demanda de paridad en los órganos de poder.

   Pero lo más distintivo de esta etapa, coincidieron en afirmar varios especialistas, fue el inicio del debate sobre los temas del desarrollo, naturaleza, democracia, ciencia, uso de las técnicas y el futuro de la humanidad.

   En la generalidad de estos análisis, las feministas exigieron la adopción de políticas respecto a estos asuntos, que partieran de la teoría y práctica de los enfoques de género.

   La IV Conferencia de la Mujer, Beijing 1995, sirvió de escenario para que esa propuesta tomara forma documental en el contexto de la Organización de Naciones Unidas (ONU), añadieron.

   Quizás esta sea una de las razones que más incidieron en que esa cita transcendiera en la memoria social como un proceso de carácter global, multiétnico y pluricultural, que signó la política con la sensibilidad femenina.

   El repaso de la trayectoria de las luchas de ese género por sus derechos recuerda la coexistencia de un modo basado en los dictados de las instituciones, locales o extranjeras, con las sostenidas protestas de las mujeres por su reivindicación.

   Algunos entendidos opinan que la primera de estas tendencias surgió en  1946, cuando la ONU creó la Comisión para la condición del status económico y jurídico de la mujer.

   Más, en la otra convergen varios procesos, entre los cuales señalan las conquistas de derechos electorales, el efecto de una mayor cobertura de la educación, los cambios en los medios de comunicación y el impulso a la asunción de la identidad femenina.

   En última instancia, ambas modalidades descansan en el legado de las acciones desplegadas en los años 60, cuando estas se unieron en diversas agrupaciones y tomaron parte de las luchas antirracistas y por los derechos civiles.

   Destacado fue el accionar de las mujeres en el contexto de las protestas por el cese de la guerra desatada por Estados Unidos contra Vietnam, en medio del utopismo hippie y de las corrientes de la identificada entonces como “nueva izquierda”.

   Es estos años surgieron además los denominados grupos de autoconciencia y las mujeres comenzaron a replantearse el modo de asumir su identidad, sus derechos ciudadanos y el papel que debían desempeñar en la configuración de las instituciones políticas.

   En el camino hacia la reorientación del discurso feminista, las defensoras de los derechos de ese sexo toparon con varios obstáculos impuestos por las y los apegados a la añeja cultura patriarcal prevaleciente.

   Dirigentes de este movimiento consideraron que la declaración del Año Internacional de la Mujer, en 1975, apenas fue un reconocimiento masculino, vertical o fortuito sin mayor incidencia en la realidad enfrentada por este género.

   Esta situación comenzó a ser atacada con mayor fuerza desde finales de esa década, en particular, en las Conferencias Internacionales de la Mujer de 1975, 80 y 85.

   Las y los participantes en esos eventos hicieron aportes valiosos a estos debates, desde posiciones de género, sobre reproducción y demografía, salud, aborto y explotación sexual.

   Uno de los momentos más descollantes en la evolución de los pronunciamientos femeninos a finales del siglo XX fue la celebración de la Convención por la eliminación de toda forma de discriminación de la mujer (1979).

   Desde entonces, despegaron múltiples programas encaminados a sensibilizar a las mujeres con su papel de sujetos económicos y agentes activas del mercado y por tanto, capaces de dictar política e influir en esta.

   Pero en su mayoría, estas iniciativas se sustentaron en los dogmas neoliberales y las consecuencias de su aplicación incentivaron al movimiento feminista, al punto de convertirlo en uno de los puntales esenciales de las luchas por el cambio en cada uno de sus países.

/ism

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