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Desagravio a los chimúes

Desagravio a los chimúes

   Centrar la atención en los sacrificios humanos ofrendados por los chimúes a sus dioses puede alejarnos de la esencia de esta antigua cultura, que reinó más de 600 años en parte de la región andina.

   Este pueblo se asentó en los valles de Moche y Chicama, en zonas del departamento peruano de La Libertad, y llegó a dominar hasta Tumbes por el norte y Carabayllo (Lima) por el sur.

   Por capital, los sucesores directos de los mochicas escogieron Chan Chan, calificada la ciudad de adobe o barro más grande del continente porque albergó a una población de casi 60 mil personas.

   La agricultura intensiva sustentó a esta cultura, artífice de ingeniosas obras hidráulicas y técnicas agrícolas como las huachaques o chacras hundidas: parte del suelo librado de la arena para sacarle su humedad.

   Amplios embalses para contener el agua de los ríos o subterráneas y pozos diseñados para su extracción, conocidos como puquios, se sumaron a estas.

   La pesca en canoas o caballitos de totora y los tejidos de algodón, lana de llama, alpaca y vicuña, son parte del legado de estas comunidades, cuya moneda de cambio para el comercio eran pequeñas hachitas de bronce.

   En época de los chimúes la metalurgia alcanzó su apogeo en la costa norte del Perú y se revirtió en magníficos trabajos a partir de cobre, bronce, oro y plata e incluso de la tumbaga, aleación de oro y cobre.

   Estos pueblos también superaron a sus ancestros porque, según los historiadores, sus moradas estaban siempre abiertas a pesar de lo cual ocurrían pocos robos.

   Quizás esto respondía a que la represión era la respuesta a tales acciones: sorprendido in fraganti, el culpable era ahorcado en la plaza pública y con él, sus cómplices.

   Si por el contrario, este lograba escapar sin ser descubierto, sus paisanos colgaban de un poste espigas de maíz en señal de sacrificio a la Luna y a las dos estrellas Pata para que estas hicieran justicia.

   Mujeres adúlteras y vírgenes impuras eran condenadas también con la muerte, pero antes de ejecutarlas las paseaban delante de una gran concurrencia antes de empujarlas a un precipicio.

   Luego, los cuerpos de los condenados eran ofrecidos a las aves de rapiña para que estos animales “repartieran sus restos a los demonios”.

   Para los chimúes, la creación del hombre resultó de cuatro estrellas, dos de las cuales concibieron a los caciques y nobles y las otras a las gentes comunes.

   Según el mito, estos astros nutrían a la humanidad al hacer germinar los granos en los campos y por eso contaban el año a partir de la aparición de tal o cual estrella en el firmamento.

   Pero la divinidad más venerada fue la Luna: considerada más poderosa que el Sol y agasajada con ofrendas de niños de cinco años, chicha, frutas y la construcción del Huaca Sian por los indios de Pacasmayo.

   Los chimúes creían que epidemias o penurias eran prueba de la cólera de los dioses y se esforzaban en apaciguarlos con ayunos y continencias.

   Representativa de esta civilización es el Tumi: cuchillo ceremonial de oro de un metro por 30 centímetros, usado en los ritos religiosos.

   La sangre era el fin de estos actos inspirados en lo que, se suponía, añoraban los hombres del ultramundo para alimentarse y de los que se recuerda de forma particular el de Punta Lobos.

   Para historiadores contemporáneos empeñados en ver sombras más que luces de los primeros pobladores del subcontinente, esta entrega resultó una masacre porque redundó en el sacrificio de 200 muchachas.

   Otros recuerdan que en ese ámbito, marcado por el enfrentamiento a los conquistadores incaicos, los chimúes trataron de obsequiar a sus deidades en demasía para vencer o al menos intimidar a sus enemigos.

   La impronta de los primeros grandes conquistadores de Sudamérica marcó el declive de esta civilización, una de las más apreciadas por su creatividad en el área.

2 comentarios

luis -

es feo

Eduardo Junco -

Esa foto te quedo "mas tuya", te leo desde siempre en la distancia, porque lo que dices, siempre tiene mucho valor y sentido.