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Claves invisibilizadas de la crisis alimentaria

Claves invisibilizadas de la crisis alimentaria

 

La liberalización de la agricultura, aplicada como parte del paquete neoliberal desde los años 1980, está en el sustrato de la crisis alimentaria que azota a parte de la humanidad y en particular, a Latinoamérica.

Organizaciones campesinas, políticos y especialistas coinciden en la incidencia de este factor, obviado a veces por el evidente impacto de la reorientación hacia los agrocombustibles, el alza de los precios del petróleo, la creciente demanda mundial de alimentos o el calentamiento global.

Para la Vía Campesina, la conflictividad por el aumento de los costos de productos básicos de la dieta humana- arroz, granos, aceite, leche y otros- es el resultado de décadas de políticas destructivas que socavaron las producciones nacionales.

Tales lineamientos obligaron a campesinas y campesinos a desarrollar cultivos comerciales para compañías multinacionales y a comprar sus alimentos a estas u otras empresas en el mercado mundial.

Investigaciones recuerdan igual el papel del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, y la Organización Mundial del Comercio, derivada del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT,1947), en el afianzamiento del neoliberalismo.

Los entes financieros y la heredera del GATT- creado en 1947 para frenar el proteccionismo, devaluaciones y controles de capitales, y así evitar otra guerra mundial- forzaron a los países a disminuir inversiones en la producción de alimentos.

Movidos por intenciones similares estos incentivaron a los gobiernos de las naciones menos favorecidas económicamente a reducir el apoyo a las y los pequeños agricultores, elementos claves en el desarrollo del sector.

Entre 1980 y 2007, por ejemplo, la cooperación de los países industrializados hacia las empobrecidas naciones del sur ascendió de 20 mil millones de dólares a 100 mil millones, pero el aporte para la agricultura descendió de 17 mil millones a 3 mil millones de dólares.

Vía Campesina aseguró que estos fondos prácticamente no fueron destinados a los productores de alimentos, porque en base al libre comercio, muchos Estados prefirieron privatizar sus reservas y reducir inversiones en el campo.

Los tratados de la OMC, a su vez, forzaron a los países a abrir sus mercados agrícolas, o sea, a reducir las tasas a la importación y aceptar importaciones de hasta cinco por ciento, incluso sin necesitarlas.

Una pérdida cuantiosa de ingresos para los importadores resultó de esta disposición, denunció la agrupación internacional, mientras las multinacionales vendían mercancías a precios más bajos que los vigentes y con frecuencia, por debajo de los costos de producción.

En correspondencia, muchos gobernantes optaron por defender sus intereses particulares sin estabilizar los mercados locales y proteger a los agricultores y consumidores de las fluctuaciones repentinas de los precios en el mundial.

Los Tratados de Libre Comercio o Acuerdos de Asociación, promovidos por Estados Unidos y la Unión Europea, y aceptados por los oligarcas locales en detrimento de la integración regional y ante la falta de perspectivas en ese sentido, se sumaron a esto.

Como aseguran entendidos en estos temas, las políticas neoliberales destruyeron la capacidad de los países de alimentarse a sí mismos, y el auge de los agrocombustibles sólo empeoró la situación.

Los subsidios e inversiones masivas hacia este rubro motivaron el desvío masivo de tierras dedicadas tradicionalmente a la producción de comida y el maíz incrementó su valor al ser potenciada su condición de materia prima para obtener etanol.

Poco se alude en los medios de difusión a la especulación, otra de las causas principales de la actual crisis de los alimentos, en opinión de economistas, quienes insisten en el modo en que la escasez es aprovechada para subir artificialmente los precios.

Ante el desajuste financiero en EE.UU., y su incidencia en el mundo, los especuladores están cambiando los productos financieros por materias primas, incluyendo los productos agrícolas, y ello afecta los precios en los países que dependen cada vez más de la importación de alimentos.

Las políticas liberales expulsaron al mismo tiempo a millones de personas a las áreas urbanas, donde la mayoría acabó en barrios pobres, con una vida muy precaria, forzados a vender su trabajo muy barato y a comprar comida y otros bienes a altos precios.

Datos de la Organización para la Alimentación y la Agricultura muestran que en los llamados países en vías de desarrollo la comida representa del 60 al 80 por ciento del gasto de las y los consumidores, incluyendo campesinos sin tierra y agricultores.

Esto sólo favorece a las compañías particulares, que sólo elevan los precios, en tanto los gobiernos están obligados a importar alimentos caros para llegar a la demanda de la población y carecen de recursos para apoyar a los más pobres.

Sólo una política equilibrada y la oxigenación de la producción de alimentos en cada país frenará la crisis de hambruna en avance y permitirá precios estables para campesinos y consumidores, consideraron presidentes latinoamericanos y caribeños.

En la Cumbre Regional sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria, celebrada el 7 de mayo en Nicaragua, representantes de estas naciones concordaron en la inconveniencia de seguir las pautas neoliberales y llamaron a la unidad en el área para frenar la crisis.

Además de criticar a los gobernantes y entes financieros que costean guerras en vez de ayudar a los necesitados, estos cuestionaron a quienes acumulan capitales de forma desmesurada con el negocio de los alimentos y a los monopolios.

Mientras, los adalides del neoliberalismo abogan por invertir más en agricultura, incrementar la ayuda a los países pobres importadores de alimentos y liberalizar más los mercados para que los países puedan mejorar sus ingresos mediante la exportación.

Vía Campesina cree, en cambio, que los países deben priorizar en sus presupuestos la ayuda a los más pobres para que puedan acceder a suficiente comida y priorizar la producción doméstica de alimentos para depender menos del mercado mundial.

Sí que necesitamos una producción de alimentos más intensiva, pero intensiva en cuanto al trabajo y al uso sostenible de los recursos naturales, manifestaron los defensores del campesinado.

Campesinas, campesinos y pequeños agricultores pueden alimentar al mundo, afirmaron, por eso deben ser considerados como elemento clave de la solución.

 

 

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