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Acuerdo de Asociación Centroamérica-UE: ¿Alternativa en tiempos de crisis?

Acuerdo de Asociación Centroamérica-UE: ¿Alternativa en tiempos de crisis?

Centroamérica concretará el sueño de un tratado bilateral con la Unión Europea (UE), presentado bajo el eufemismo de Acuerdo de Asociación (AA), en medio de una crisis sin precedente en los otrora imperios coloniales.

La firma del documento, programada para el 29 de junio de 2012 en Tegucigalpa, Honduras, pondrá fin a casi un lustro de negociaciones marcadas por innumerables vaivenes, debido a las exigencias de la parte europea y la reticencia de los istmeños para cumplir algunas de ellas.

Autoridades y empresarios centroamericanos reconocen que este momento no es ideal para rubricar el convenio, por la crisis económica que impacta a la zona euro, pero asumen los riesgos por los probables efectos positivos que puede acarrear tal asociación.

Para el presidente de la Cámara Española de Comercio de Guatemala, Rafael Briz, la firma del AA Centroamérica-UE será trascendental para ambos bloques económicos.

“La debacle representa una oportunidad”

Los empresarios centroamericanos tendrán acceso a un mercado europeo donde el poder adquisitivo es alto y habrá oportunidades de inversión y generación de empleo”, opinó, citado el 9 de junio por el diario hondureño La Tribuna.

Cierto que con el AA, el istmo centroamericano accederá a un mercado de 500 millones de consumidores, pero sujetos al azote que implican los elevados índices de desempleo, el ascenso de las hipotecas, los recortes presupuestarios, los ajustes bancarios y otros, alertan especialistas.

Economistas y activistas sociales insisten sobre los posibles efectos negativos del AA Centroamérica-UE y en sus similitudes con el cuestionado Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (TLC).

Pese al apartado referente a los derechos humanos en el primero, ambos están elaborados a partir de una lógica neoliberal que prioriza el mercado en detrimento de las personas y de la naturaleza, en la misma medida en que procuran beneficiar a las transnacionales en detrimento de los pueblos.

Igual que Washington exigió cambios constitucionales en estos países para concretar la aplicación del documento negociado desde 2004, los europeos demandaron acelerar la integración en el área y ratificar algunos convenios internacionales, recuerda la Alianza Social Continental (ASC).

Las alusiones a la cooperación, el intercambio político o comercial, en el documento presentado por los europeos, son las caras de una estrategia refinada orientada a disimular la búsqueda de un marco jurídico favorable a las corporaciones, como antes lo hizo Washington, a juicio de especialistas.

Por efecto, el AA puede afectar a campesinos, trabajadores, pequeña y medianas empresas, y a otros segmentos sociales, carentes de capacidad para competir con las grandes transnacionales y sus producciones a más bajos costos, como ocurrió con el TLC.

Semejante situación puede presentarse en Honduras, Guatemala, República Dominicana, Nicaragua, El Salvador, Panamá e, incluso, en Costa Rica, otrora paraíso regional, que ahora ostenta el déficit fiscal más alto de Centroamérica, cercano al cinco por ciento.

El interés del bloque europeo en avanzar en las relaciones con esta zona recuerda las disputas entre las potencias imperialiales de finales del siglo XIX, cuando procuraban el reparto del mundo en zonas de influencia o mercados.

Asistimos al redimensionamiento del valor de esos puntos geoestratégicos en el ámbito de la disputa contemporánea entre Estados Unidos, la UE, Japón y otras potencias, por reforzar la hegemonía comercial y política en el mundo, según el investigador Wim Dierckxsen.

Siglos atrás, esas fueron las razones que animaron la rivalidad entre los otrora imperios coloniales -Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania, etc. y el naciente Estados Unidos- y despertaron la urgencia de acortar distancias entre Oriente y Occidente, recuerdan los textos de historia.

Aún vigentes, los afanes expansivos de Washington y la competencia con sus rivales europeos en pos de mercados por el mundo propulsan las miradas sobre la “cintura de América” y la aplicación de estrategias para obtener derechos de posesión o concesiones de paso en esos puntos.

No obstante, el camino hacia la concreción del AA Centroamérica-UE también estuvo plagado de escollos. De manera particular, la tercera ronda realizada en El Salvador (abril, 2008), puso de relieve los puntos discordantes entre ambas partes.

El contrapunteo entonces lo definieron dos temas sensibles: la negativa de El Salvador, Honduras y Nicaragua a afiliarse a la Corte Penal Internacional y la resistencia europea a permitir el uso del Sistema Generalizado de Preferencias Arancelarias (SGP Plus).

La primera exigencia era considerada por los centroamericanos lesiva a la soberanía y a sus intereses, mientras que insistían en alcanzar el segundo tópico para facilitar el acceso de ciertos productos del área a Europa.

Economistas comprometidos con sus pueblos, como el salvadoreño Raúl Moreno, criticaron entonces la justificación comercial esgrimida, porque esta región gozaba desde antes los beneficios del SGP Plus.

Moreno advirtió, además, que el bloque europeo sólo quería asegurar servicios ambientales del istmo con un diálogo basado en principios muy similares a los del TLC, pero enmascarado.

Desde la IV Cumbre UE-América Latina y el Caribe (Viena, Austria, mayo de 2006), estos demostraron su intención de consolidar antes de 2010 el libre comercio con este continente, similar a lo proyectado por los estadounidenses con el Área de Libre Comercio de las Américas.

Ambos programas -articulados en el norte- parten de la intención de controlar las inversiones y recursos naturales de una región pródiga en reservas de agua y otros bienes ambientales, considerados estratégicos en este amanecer de siglo.

Los AA pueden generar desarrollo y sacar a millones de personas de la pobreza, pero esa no es la esencia del negociado por Centroamérica con la UE, similar a los firmados antes con otros gobiernos del continente, aseguró el especialista brasileño Decio Machado.

El comercio siempre cobró rango de prioridad en los AA establecidos antes por la UE con Colombia y Perú (2000), y México y Chile (2003), frente a la seguridad, el crimen organizado, terrorismo, democracia, gobernabilidad y derechos humanos.

Pero, aunque algunos creyeron poco probable que Centroamérica aceptara finalmente la propuesta europea, luego de lo evidenciado en las tres rondas celebradas -San José (octubre, 2007), Bruselas (febrero, 2008) y San Salvador (abril, 2008)-, otra cosa ocurrió después.

El 18 de mayo de 2010, las dos partes concluyeron la tercera fase hacia el tratado, durante la VI Cumbre birregional, celebrada en Madrid. En virtud de lo acordado en esa reunión, la cooperación al desarrollo aportará a la cohesión social y territorial, integración regional, y enseñanza superior.

De forma paralela, el intercambio comercial priorizará productos agrícolas, químicos, textiles, prendas de vestir, maquinarias, combustibles, y minería.

Para la ASC en Centroamérica, la cuestión del libre comercio es lo más preocupante del pretendido tratado político, de cooperación y comercial, negociado de modo oficial desde octubre de 2007, si se consideran las presiones europeas para acceder a servicios públicos y recursos naturales.

A juicio de la organización, este tratado es un eslabón más en la construcción de la Asociación Estratégica entre la UE y América Latina y el Caribe, en una época plagada de tintes guerreristas.

“América Latina es una región del mundo donde se encuentra todo lo que busques”, como afirma el ensayista Eduardo Galeano, y ese detalle nunca escapó a los interesados en acumular capitales a toda costa.

Mucho menos, en tiempos de crisis como estos, que obligan a minimizar desencuentros y alientan a buscar alternativas de puertas abiertas a las riquezas innumerables de un continente reconocido por la magnificencia de su biodiversidad y su potencialidad para generar desarrollo.

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