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Giros monetarios en Centroamérica

Giros monetarios en Centroamérica

   Más o menos hasta el año 1524, maíz, cocos, cacao y plumas de aves, sirvieron de medidas cambiarias o pago antes de la implantación del sistema monetario español en Centroamérica.

   El signo mercantil por excelencia en la región era el xontle o contle- consistente en 400 almendras de cacao- con dos múltiplos: el jiquipil, o sea, 20 xontles y ocho mil almendras, y la carga, de tres jiquipiles o 24 mil almendras.

   En la Costa Rica precolombina, por ejemplo, hubo una intensa actividad comercial en mercados o ferias. El cacao y el maíz -especialmente el primero de ellos- era usado como dinero: "la moneda corriente es el grano de cacao, sin que se conozca el real de plata", escribió al rey el gobernador Diego de la Haya, en 1719.

   Algo similar ocurrió en Guatemala y en Nicaragua. Aunque el almirante Cristóbal Colón menciona en su diario excelentes monedas de oro y reales de plata -lo que hace suponer que estas pudieron acompañar a los pioneros de la colonización- el cacao siguió sirviendo de medida cambiaria en la zona.

   La escasez de monedas acuñadas en España impidió una transformación radical del sistema en esta parte del mundo, a la cual llegaban exclusivamente algunas marcadas con los cuños de Segovia y Sevilla.

   Pero a partir de 1536 todo cambió con la creación de una casa productora en la ciudad de México, sede del Virreinato de Nueva España. Luego fueron autorizados los cuños de Santo Domingo (1542), Lima (1568), Potosí (1574), y La Plata (1577).

   Especialistas del Banco Central de Nicaragua coinciden en que en el siglo inicial de la colonización circularon diversas monedas en ese territorio, acuñadas tanto en España como en las casas creadas al efecto en otras partes del continente.

   La rudimentaria maquinaria y la poca experiencia redundaron en la producción de monedas muy irregulares. Las barras de metal eran cortadas en distintas formas y en correspondencia, aparecieron monedas provistas de sellos y emblemas oficiales, las cuales fueron llamadas “cortadas” o “macuquinas”.

   Además de las macuquinas, circularon por el área las de tipo “Carolus et Johanna”, el “Tostón”, las “Columnarias” y las de “Busto”.

   Numismáticos dan cuenta de que las primeras redondas con borde de cordoncillo aparecieron entre 1733-1734. Unas fueron identificadas como “pilares” por tener grabadas las columnas de Hércules, y las otras como "bustos", porque se decidió incorporarles la efigie del rey.

   Después de la independencia de la monarquía española, en 1821, las cinco provincias centroamericanas iniciaron un proceso de transición hacia un sistema monetario federal o nacional, que pretendía desligarse de las regulaciones, signos e influencias de la otrora metrópoli.

   La Casa de Moneda de Guatemala jugó un papel primordial en ese sentido. En ella se acuñaron las primeras monedas de oro y de plata propias de la región.

   La primera efectiva de las Provincias Unidas del Centro de América circuló a partir de 1826, con una cordillera de cinco volcanes en su anverso -representando los cinco países que conformaron la alianza-, con un sol naciente como símbolo del inicio de la emancipación, y con un árbol de ceiba con la leyenda “Libre Crezca Fecundo”, en el reverso.

   Sin embargo, casi en todas las naciones continuó vigente el sistema monetario español y en otras, se crearon monedas locales. Tal es el caso de Costa Rica, donde se fundó una Casa de Rescate, en 1824.

   El Ingenio Los Horcones sirvió de sede a la producción de monedas en el período, más ante el poco crédito logrado por estas piezas, el gobierno federal ordenó suspender la acuñación en el país.

   Los cinco gobiernos centroamericanos, aunque separados por disímiles razones, acordaron acuñar monedas distintivas para cada uno de ellos en 1853 y cuatro años después, el nicaragüense facultó al mercado de León a emitir una moneda fraccionaria de un “real dime”, el cual equivalía a la décima parte del dólar Norteamericano.

   Entre siglos, tanto en este país como en el resto, además de las monedas y los billetes circularon las “contraseñas”, fichas o monedas particulares. Estas eran mandadas a acuñar por los hacendados para pagar a sus jornaleros y sólo podían ser usadas dentro de la hacienda, pues sólo eran válidas para comprar en el comisariato de esa propiedad.

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