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A propósito del filme Conducta, una mirada aguda a la realidad cubana

A propósito del filme Conducta, una mirada aguda a la realidad cubana

Conducta llenó los cines de todo el país y todavía sigue en buena parte de conversaciones hogareñas, así como en diálogos apasionados en distintos círculos sociales del Cabo de San Antonio hasta la punta de Maisí.

Nada de fortuito hay en ello. Aunque la realidad siempre supera la ficción, los puntos de contacto de cada escena de la película con esta -unido a las actuaciones convincentes de la mayoría de los personajes-, sacuden hasta las sensibilidades más endurecidas.

Es lamentable la historia de Chala, de padre desconocido y obligado a buscar el sustento para si y para su hogar, por vivir con una madre soltera con problemas de adicción, en medio de peleas de perro, juegos de azar e insipientes pandillas. Más triste es que sea menos excepcional de lo que pudiera imaginarse, aunque mucho más escasa en este país que en otros de este hemisferio o del mundo.

Chala es uno de los tantos que viven en algunos barrios casi al borde de la adultez de manera forzada. A pesar de las gratuidades legitimadas y de la atención estatal a ese sector de la población, siguen impactando en su desarrollo normal múltiples hogares disfuncionales, progenitores desajustados, índices de pobreza, ilegalidades, impunidad y otros males sociales.

Ese niño de 11 años de edad también es uno de miles que crecen endurecidos pero sin perder la sensibilidad y el respeto por los otros, no obstante el medio adverso. La preocupación diaria por la crisis existencial de su madre, los cuidados con ella, detalles como el abanico para su amiga o su determinación de presentarse ante el director de la escuela de conducta -al creerse responsable de la jubilación forzada de su maestra-, prueban la existencia de una semilla que apenas precisa ser regada con amor para crecer y convertirse en fortalecido arbusto.

El mérito indiscutible de Carmela, la maestra que casi todos soñamos y que por suerte muchos tuvimos alguna vez, es trascender el aula, indagar la situación de sus estudiantes fuera de ella, involucrarse con sus problemas, y tratar de propulsar esos valores y todo lo mejor del ser humano que habita en ese infante.

Un enorme prestigio, ganado a fuerza de auto superación constante, del trato afable, respetuoso, de la compenetración con los problemas de quienes reciben su clase, pero sobre todo de la integridad moral devenida ejemplo, es el mejor legado de Carmela a las nuevas generaciones de profesionales de la enseñanza.

De las tantas y tantas Carmelas, y Carmelos, que guiaron muchas de las aulas en este país, surgieron los cientos de profesionales y trabajadores que enorgullecen a esta nación y ponen en alto la grandeza de esta en todas partes del mundo.

Por suerte, no todo está perdido y otras Carmelas y Carmelos siguen consagrados al arte de moldear almas a despecho de los vientos que soplan. De ellas y ellos depende en buena medida que el futuro sea mejor de lo que ahora vivimos, pero para eso necesitan el apoyo de todos y en particular, de las familias y de la comunidad.

Gracias a Ernesto Daranas, guionista y director, por Conducta. Esta nueva película logró conmovernos, tanto o más que Los dioses rotos, y logró su fin último: alentar el debate y la reflexión...y quién sabe si acciones.

Después de verla vuelve la necesidad de oxigenar el legado de nuestro José Martí, cuyo ideario es ciento de veces repetido por muchos que nunca llegarán a comprender la esencia de sus enseñanzas y menos aplicarlas a cabalidad.

Conducta trata de sugerir y triunfa:

"El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés...

Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es resolver...

Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece..." (Nuestra América, La Revista Ilustrada de Nueva York, 10 de enero de l891)  

 

 

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