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Nunca volveré a intentarlo, relata migrante retornado a Guatemala

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Dari Pop Chuc es guatemalteco y tiene 24 años de edad, pero también la mala experiencia de haber pasado uno de ellos sometido a trabajo forzado en México, después de intentar cruzar la frontera hacia Estados Unidos.

’Doña usted ve lo chiquitico que soy; imagínese lo que sentí cuando ví a esos hombres grandotes, rubios, con uniformes, que venían hacia nosotros, hablando en inglés y haciendo gestos como que nos iban a matar’, relató a Prensa Latina, mientras continuaba su faena como pintor.

’Por suerte sólo nos acarrearon como animales a una pickup y nos entregaron a unos policías mexicanos, que sí nos maltrataron de verdad, porque nos gritaban chapines de mejor no se lo digo, nos empujaban, y nos metieron en unas celdas apestosas’, prosiguió.

Tras secarse el sudor y pedir un poco de agua, continuó: ’a veces sentía miedo; yo era el responsable de mi hermana, aunque ella tenía 19 y yo 16, pero creí que nunca iba a regresar; menos mal que dejaron que ella estuviera conmigo todo el tiempo, porque les dijimos que éramos marido y mujer’.

Contó que a ambos los levantaban todos los días sobre las 03:00 de la madrugada para que barrieran calles, apenas les daban comidas, y luego los devolvían a su celda en la noche, junto a los otros que habían sido atrapados.

’Mire, doña, no sé qué les dio pero un día nos sacaron y nos dijeron que nos fuéramos, que teníamos un día para desaparecernos de allí. Yo no sé ni dónde estábamos, pero nos pusimos de suerte porque una señora nos prestó su celular y pudimos llamar al esposo de mi hermana en Estados Unidos’, explicó.

Con el dinero que logró enviarles el cuñado, a través de la Western Union, Dari y su hermana pudieron tomar un bus para ingresar a la frontera con Guatemala y desde entonces renunció a la idea de volver a emigrar.

’Usted está loca, yo no quiero ni acordarme de eso. Imagínese que yo había vendido el cuartico que me dejó mi abuelo y había ahorrado dos mil dólares que me cobraba el coyote en meses y lo perdí todo, por eso cuando regresé fue terrible pero siempre he sido de trabajar y volví a pintar casas’, agregó.

Cualquiera que escuchara al joven pudiera suponer que exageraba, si no fuera por los miles de testimonios que existen similares y peores a este, y que más bien sugieren que los hermanos Pop Chuc tuvieron mucha suerte de poder regresar junto a la familia y reiniciar su vida en la tierra natal.

Datos de la Patrulla Fronteriza en Estados Unidos dan cuenta de que cada 17 minutos detienen a una persona menor de 18 años de edad de origen guatemalteco, sin acompañante adulto, en territorio de México.

Para el mes de agosto de 2016, el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia aseguró que sumaban 26 mil las niñas, niños y adolescentes de El Salvador, Guatemala y Honduras detenidos en la frontera sur de Estados Unidos, durante los primeros seis meses del año.

Muchas veces los menores no acompañados que logran llegar, tras atravesar por territorios que muestran algunos de los mayores índices de violencia del mundo, deben enfrentar audiencias de inmigración sin un abogado y suelen ser deportados o reubicados a solicitud de ciertas organizaciones o individuos.

Será difícil determinar el número exacto de menores migrantes sometidos a abusos entre los 89 mil que fueron colocados en hogares adoptivos desde octubre de 2013, debido a que buena parte de ellos no fueron localizados en pesquisas realizadas por organizaciones humanitarias.

Sin embargo, varios informes refieren que decenas de estos fueron abusados sexualmente, obligados a trabajar o maltratados por quienes los recibieron, tras tramitar la acogida con funcionarios y contratistas del Departamento de Salud y Asistencia Social de Estados Unidos.

Al menos en cinco centros temporales de detención en Arizona, por ejemplo, los menores están siendo abusados sexual y físicamente, con agresiones verbales; no les dan tratamiento médico y obviamente están en condiciones terribles e inhumanas. Es un problema documentado por años, aseveró la Unión Americana de Libertades Civiles.

Mientras quienes son retornados corren el riesgo de ser atacados o asesinados por las pandillas o maras de las que trataban de escapar cuando emprendieron la ruta hacia Estados Unidos, sin medir riesgos o gastos.

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