Centroamérica: el silencio como castigo
La United Fruit Co.
Cuando sonó la trompeta, estuvo
Todo preparado en la tierra
Jehová repartió el mundo
Coca-Cola Inc., Anaconda,
Ford Motors y otras entidades:
La Compañía Frutera Inc.
Se reservó lo más jugoso,
La costa central de mi tierra,
La dulce cintura de América.
Bautizó de nuevo sus tierras
Como "Repúblicas Bananas",
Y sobre los muertos dormidos,
Sobre los héroes inquietos
Que conquistarón la grandeza,
La libertad y las banderas,
Estableció la ópera bufa:
Enajenó los albedríos,
Regaló coronas de César,
Desenvainó la envidia, atrajó
La dictatura de las moscas,
Moscas Trujillo, moscas Tachos,
Moscas Carías, moscas Martínez,
Moscas Ubico, moscas húmedas
De sangre humilde y mermelada,
Moscas borrachas que zumban
Sobre las tumbas populares,
Moscas de circo, sabias moscas
Entendidas en tiranía.
Entre las moscas sanguinarias
La Frutera desembarca
Arrasando el café y las frutas,
En sus barcos que deslizaron
Como bandejas de tesoro
De nuestras tierras sumergidas.
Mientras tanto, por los abismos
Azucarados de los puertos,
Caían indios sepultados
En el vapor de la manaña:
Un cuerpo rueda, una cosa
Sin nombre, un número caído,
Un racimo de fruta muerta
Derramada en el pudridero.
Pablo Neruda
El silencio es el peor de los castigos que enfrenta hoy Centroamérica, región que clasifica entre las más desatendidas por los medios de comunicación globalizados.
Aunque los índices de violencia y pobreza colocan a esta zona en situación similar, las miras siguen centradas en la crisis del Medio Oriente o la depauperación de África.
El anonimato condena además al abundante legado de los primeros pobladores del continente extendido por el área, mientras se reiteran reportajes, comentarios, y todo tipo de análisis sobre las pirámides egipcias o las milenarias culturas grecorromanas y asiáticas.
Cualquiera podría pensar que poco importa el profundo drama humano que se juega en la denominada "cintura de América", tan visibilizada en la década de los 80 por los medios, analistas, periodistas, politólogos, historiadores, entre otros.
En esos años, la región fue un encarnizado campo de batalla por las terribles guerras internas en Guatemala, Nicaragua y El Salvador, que dejaron por saldo miles de desapariciones, torturas, asesinatos, y otros crímenes.
El combate abierto entre los movimientos guerrilleros y los ejércitos nacionales, financiados y asesorados desde Washington, redundó en esa época en la muerte de más de 400 mil mujeres, hombres e infantes en Centroamérica.
Honduras y Costa Rica tampoco escaparon del conflicto, porque fueron convertidos en base de operaciones de la contrarrevolución nicaragüense con la anuencia de sus gobiernos.
Sin embargo, esta permanece desaparecida del campo noticioso concebido incluso por los medios alternativos progresistas, que proliferan y se empeñan en hacer más visible la realidad latinoamericana, opinó el ensayista y escritor Marcelo Coloussi.
En el imaginario de muchos, América Central sigue siendo una idea vaga, un lugar exótico plagado de selvas, un cúmulo de naciones bananeras sin mucho que aportar al debate sobre los rumbos que guían a la política internacional o al futuro de esta parte del mundo.
Peor aún: se ignoran los vestigios de las monumentales pirámides expandidas por el istmo, tanto o más admirables que las egipcias; la astronomía maya, con un calendario más exacto que el gregoriano impuesto en todo el mundo; o sus matemáticas, pese a ser los inventores del cero.
También se desconoce el holocausto del pueblo maya en Guatemala, donde se registraron más de 200 mil muertes y 600 aldeas fueron incendiadas, al mismo tiempo que cualquiera puede comentar sobre los asesinatos en masa del pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial.
Ambos pueden calificarse de monstruosos, pero la producción cinematográfica prioriza las denuncias sobre el segundo y se olvida de las masacres de tierra arrasada que padecieron estos pueblos en el contexto de las dictaduras militares de los años 70 y 80.
Estas y otras razones inciden en que los países centroamericanos sean apreciados como un bloque donde confluyen varios esbozos de repúblicas o republiquetas, caracterizadas por el atraso comparativo, condiciones de vida muy difíciles, impunidad, corrupción estatal y alta violencia.
Mas, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Belice, Panamá y Costa Rica, con algunas diferencias, funcionan también como una estructura casi homogénea por ciertos aspectos económicos, políticos, sociales y culturales.
Salvo la denominada Suiza de Centroamérica, estos países acumulan los más bajos índices de desarrollo humano del continente, superados apenas por Haití, una de las naciones más depauperadas del mundo.
Los tímidos pasos dados por los sectores de poder en función de la modernización de estas economías, bajo la impronta neoliberal, apenas lograron contrarrestar la larga data de la condición de agroexportadoras.
La liberalización extrema, el incremento de la explotación y de la conflictividad social, unido al control de las transnacionales extranjeras son los resultados más elocuentes de estas estrategias.
Centroamérica también es considerada uno de los principales centros de operaciones del crimen organizado, donde actúan sin muchas trabas traficantes de personas y de drogas, cuyo destino final suele ser Estados Unidos.
La zona además sufre el deterioro progresivo de su biodiversidad, por la ausencia de planificaciones a largo plazo y el saqueo desmedido de sus recursos naturales, aceptado por corruptas autoridades estatales.
A este panorama se suma la presencia estadounidense, mucho más notoria que en otras partes de Latinoamérica, donde el ingreso de divisas por concepto de remesas desde el norte constituye una de las principales fuentes de sobrevivencia.
Esto marca la política de algunos gobiernos, especialmente en El Salvador, a lo que se suma el renovado interés de Washington por el área debido a su condición geoestratégica.
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