El patrimonio del diablo
Cualquiera pensaría que el diablo, además de ejercer su jurisdicción sobre el extenso territorio celeste conocido como infierno, posee un vasto patrimonio en la tierra. Y es que el imaginario popular suele atribuirle numerosas propiedades a ambos lados del Atlántico al príncipe de los ángeles rebelados contra Dios y arrojados por él al abismo, según la tradición judeocristiana.
Aunque la caribeña Isla del Diablo, en la Guayana Francesa, es quizás la más famosa, no es la única llamada así o comparada con espíritu del mal: la panameña Isla de Coiba, la colombiana Gorgona, la italiana Isla de Pianosa, entre otras, también corren esa suerte.
La pequeña ínsula rocosa situada al norte de la Guayana Francesa se granjeó el seudónimo de Isla del Diablo al ser convertida por Francia en una colonia penal desde 1852 hasta 1946.
Durante esos años, arribaron en distintas oleadas 56 mil prisioneros galos al siniestro lugar, considerado por muchos de ellos un destino sin retorno, por la escasa salubridad que causó la muerte de centenares de reos y la extrema vigilancia de las autoridades coloniales.
Los horrores sufridos por los sometidos a ese destierro fueron revelados por el capitán del ejército francés Alfred Dreyfus, de origen judío, confinado a ella en 1894, tras ser condenado injustamente de espionaje por un tribunal militar.
Luego Henri Charriere, se encargaría de describir en su famosa novela autobiográfica, Papillón, las torturas, la malaria, los leprosos, las inclemencias del tiempo y los mosquitos que solían acompañar a aquellos presos muertos en vida.
A ambos testimonios se sumaría el de René Lucien Belbenoit, quien llegó al lugar en 1922 como parte de un contingente de prisioneros enviado por las autoridades galas y no desistió hasta escapar de él una década después.
Durante su permanencia allí, Belbenoit sufrió 11 meses en una celda oscura llamada la guillotina seca: 340 días en los que hubo de ingeniárselas para no volverse loco.
Para miles de presos, obligados a trabajar todos los días desde la salida del sol hasta la noche, desnudos y sin apenas un pedazo de trapo para protegerse del sol ecuatorial y de los insectos, el bosque de Charvain sirvió finalmente de cementerio.
La Isla de Coiba, al oeste de Panamá, también fue durante casi un siglo el hogar de una colonia penal, donde el hacinamiento, las torturas y los maltratos estaban a la orden del día, tipo Isla del Diablo, por lo que indistintamente era llamada así.
En la actualidad, la colonia está cerrando operaciones y los pocos prisioneros que quedan en ella permanecen bajo una fuerte custodia, alejados de los lugares que frecuentan los turistas, interesados en descubrir las maravillas del famoso Parque Marino de Coiba.
Otra de las propiedades atribuidas al Diablo es la colombiana Isla de Gorgona, en el Pacífico, donde se construyó una colonia carcelaria a finales de los 50 del XX por orden del ex presidente colombiano, Alberto Lleras Camargo.
La isla resultaba ideal para construir allí un infierno terrenal: unos pocos kilómetros de tierra, cubiertos por cerros selváticos de hasta 300 metros de altura, donde pululaban las serpientes venenosas, rodeados por aguas oscuras y profundas habitadas por varias especies de tiburón.
Por esas razones, pronto muchos bautizaron a la ínsula colombiana como La Isla Maldita, done algunos condenados se suicidaron; otros planearon fugas imposibles y los más, se prepararon para sobrevivir a los peores tormentos.
Pero el presidio duró apenas 25 años: ante las continuas denuncias sobre la progresiva destrucción del ecosistema de Gorgona, llamada así por Francisco de Pizarro en alusión a Medusa, la semidiosa de cabellera de serpientes, el mandatario, Virgilio Barco, decidió clausurarlo.
Del otro lado del Atlántico, bordeando la península itálica, se encuentra la Isla de Pianosa, considerada desde la prehistoria un territorio de paso, una conexión entre el continente europeo y el macizo Sardo Corso, y una sucursal del diablo desde mediados del XIX.
Hacia esa fecha, Pianosa se convirtió en una colonia penal, luego transformada en cárcel de máxima seguridad donde fueron encerrados los capos más peligrosos de la Cosa Nostra, del calibre de Totó Riina en los años de la gran lucha contra la mafia.
También en la región más austral del mundo se encuentra Ushuaia, ciudad argentina, considerada por muchos tierra del Diablo aunque su nombre en lengua Yámana significa "bahía penetrando al poniente", donde las autoridades decidieron construir una Prisión Militar en 1902.
En esa cárcel para reincidentes, estuvieron recluidos convictos famosos como el estafador Juan Dufour, tras haber escapado de la Isla del Diablo, en la Guayana Francesa; el primer asesino serial del país sudamericano, Mateo Banks, y Cayetano Santo Godino (El Petiso Orejudo), asesino de niños.
Ah!, pero el espíritu del mal, representado por el escritor alemán Goethe a través de Mefistófeles, logra despertar además la imaginación de numerosos literatos, cineastas, compositores y artistas en general.
El drama franco español, Los amantes de la isla del diablo, de Jesús Franco (1972), y La isla del diablo, comedia de aventuras española de Juan Piquer (1994), son sólo muestras de ello.
Y para que la melodía no falte, el cantautor español, Víctor Manuel le dedicó una canción.
1 comentario
Lorena Asprilla -
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