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Medio Ambiente: tema de seguridad nacional

Medio Ambiente: tema de seguridad nacional

La inclusión del medio ambiente en las agendas de seguridad nacional responde hoy a la progresiva degradación a que está sometido el ecosistema a escala mundial por la prevalencia de las relaciones de mercado.

En los últimos decenios, el impacto de la demanda humana sobre la biosfera se triplicó, provocando el recrudecimiento del calentamiento global y de la tendencia al agotamiento de recursos imprescindibles como el agua y otros elementos de la biodiversidad.

Tales razones incidieron en que los diseñadores de las estrategias estatales identificaran a algunos de estos bienes naturales como recursos estratégicos y determinaran políticas encaminadas a ejercer el control sobre los mismos, dentro y fuera de sus fronteras.

La multiplicación de las predicciones acerca de un futuro permeado de deshielos de glaciares, sequías, huracanes y otros desastrosos fenómenos climáticos influyeron también en esa posición.

Especialistas asociados a organismos internacionales dedicados a estos temas aseguran que, para mediados de este siglo, la humanidad utilizará el doble de los recursos naturales que aún subsistan en el planeta.

Esto incrementa los riesgos a los cuales están sometidos desde ya algunas especies animales como los vertebrados, que mermaron en casi un tercio en poco más de tres décadas.

Por otra parte, el consumo de combustibles fósiles se incrementó entre 1961 y 2003 por encima de nueve veces, añadió el Informe "Planeta Vivo", presentado este año en Beijing, República Popular China.

La tierra es incapaz de regenerarse de lo que consumimos los seres humanos, sobre todo en aquellas sociedades dadas al despilfarro en correspondencia con la lógica del mercado.

Los efectos más graves de los golpes humanos al medio ambiente se perciben en Estados Unidos, Australia, Canadá, Finlandia, Suecia, Nueva Zelanda, Noruega, Emiratos Arabes Unidos, Kuwait y Estonia.

Aunque China ocupa el número 69 en esa lista, los entendidos reconocieron que su creciente economía y rápido desarrollo desempeñan un papel clave en el mundo y demuestran la intención de marchar hacia la sustentabilidad.

Mientras, autoridades estatales de otras naciones del denominado primer mundo se desatienden de más de 200 millones de personas obligadas a desplazarse a zonas menos dañadas y centran los análisis en la cuestión monetaria al evaluar el tema.

Estos "refugiados medioambientales" son apenas algunas de las víctimas directas del sistema neoliberal, que cedió el gobierno a los grandes poderes económicos en detrimento de las instituciones públicas y hasta del medio ambiente.

El mazazo a los Estados Nacionales, proclive de reforzarse en virtud de los tratados bilaterales concertados bajo la égida de las jerarquías gubernamentales del norte, también impactó en la biodiversidad.

Políticos, investigadores, ambientalistas y otros coinciden en alertar que la especie humana corre el riesgo de desaparecer si no se logra frenar la acción de los depredadores del ecosistema.

En correspondencia, exigen una gestión inteligente y justa de los recursos naturales y la articulación de un sistema socioeconómico dispuesto a salvar al planeta de quienes pretenden arrasarlo en nombre del progreso.

Al mismo tiempo, sugieren tener en cuenta las causas reales de procesos al estilo del cambio climático, para orientar el rumbo de las políticas energéticas ante la clara reducción de los afluentes de petróleo y el incremento de su carestía.

Ante ese estado de hecho, los promotores del empleo de la energía nuclear como sustituto podrían alcanzar un protagonismo que colocaría al ecosistema al borde del colapso en un tiempo más breve de lo previsto por los estudiosos.

Jonathan Martínez, uno de los directivos de la Izquierda Unida-Los Verdes, del país Vasco (España), consideró que el timón del planeta debe recaer en el empleo de las energías sostenibles y de programas de eficiencia energética.

Pero mientras no hagamos temblar los cimientos del neoliberalismo, puntualizó, cualquier hoja de ruta que diseñemos estará condenada al fracaso más estrepitoso.

Más allá de las visiones apocalípticas sobre el calentamiento global, difundidas por los medios de comunicación masiva, todos debemos sumarnos a la defensa del entorno sin perder de vista las variables que inciden en su deterioro.

El cambio climático no es tanto un desastre medioambiental como un síntoma de la debacle económica: las políticas destinadas a impulsar la acumulación de capitales, en menoscabo de los pueblos, deben ser revertidas de manera radical.

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