Río Plátano: el Amazonas hondureño
Entre las siete probables maravillas naturales del mundo compite la Biósfera del Río Plátano, corazón del corredor biológico mesoamericano, localizado entre los departamentos de Colón, Olancho y Gracias a Dios, al noroeste de Honduras.
Alrededor de ocho mil 300 kilómetros cuadrados abarca esta zona selvática, donde coinciden numerosos ríos que fluyen hacia el mar Caribe y habitan 586 variedades de plantas como tulipanes, laureles, orquídeas y árboles maderables.
La Biosfera del Río Plátano- considerado el Amazonas hondureño- es igual refugio de 375 especies de gaviotas, golondrinas, patos de agua, martín pescador, tucanes, guacamayas y hasta de águilas harpías, entre otras aves.
Como en tiempos de sus ancestros, también viven en el área cuatro grupos étnicos: los misquitos, garífunas, pech, tawahkas, quienes luchan por mantener sus culturas.
Estas comunidades están dentro y en las orillas de la reserva, Patrimonio de la Humanidad desde 1982, y carecen de servicios básicos al estilo de la energía eléctrica, agua potable y telefonía.
El más grande bosque centroamericano envuelve grandes e impresionantes leyendas, motivo por el cual decenas de arqueólogos de disímiles partes del mundo viajaron hasta él para descifrar alguna de ellas.
Entre los misterios más impresionantes están los petroglifos en Walpunbansirpi, en Walpunbantara, y en Las Cicutas del río Aner, pueblo ubicado en la zona sureste de la reserva.
Despiertan la curiosidad del viajero a su vez otras grandes piedras talladas, las cuales pueden apreciarse en los recorridos por lo largo de las riberas de los cauces de la zona.
Para el arqueólogo y director de la Asociación Copán, Ricardo Agurcia, los petroglifos son expresiones de arte rupestre de grupos indígenas que habitaron en la zona hace más de dos mil años antes de nuestra era y son sumamente espectaculares.
Imágenes parecidas a la cara de un simio y diversos tipos de escrituras engalanan esta parte del patrimonio del bosque, donde destaca el mito sobre la desconocida Ciudad Blanca.
Esta pudo haber sido una urbe ancestral, suele comentar a los turistas el guía naturista, Gabriel Suansin, pero historiadores coinciden en que el lugar nunca existió o nunca fue hallado hasta el momento.
Varias expediciones arqueológicas complementarias consideraron la hipótesis de que los antiguos pobladores de la biosfera eran un eslabón importante entre las principales culturas precolombinas de Norte y Suramérica, de acuerdo con el diario hondureño La Prensa.
No obstante, desentrañar los misterios ocultos entre tan amplia extensión de bosques resulta complejo ante la ausencia de vestigios de viviendas, iglesias o algo que las distinguiera, en opinión de Argucia.
La Biosfera del Río Plátano es una zona subdesarrollada y es difícil montar expediciones para investigar, consideró el especialista y añadió que hay mucha belleza y calidad arqueológica, pero la carencia de recursos en una de las naciones más pobres de Centroamérica impide profundizar en ellas.
Varias son las amenazas sobre el área: la tala indiscriminada, el avance de la frontera agrícola, el progresivo acceso de colonos con esos fines o ganaderos, y las consiguientes erosión del suelo, reducción del agua y contaminación de los recursos hídricos por los agroquímicos.
Los riesgos sobre la posible maravilla natural del mundo también guardan relación con la caza y el tráfico de especies animales para el mercado de mascotas exóticas y la falta de políticas ambientales adecuadas o la no aplicación de las previstas
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Dagoberto Moran -