Bolivia ¿rumbo opuesto a la tradición?
Bolivia, donde la inestabilidad política estuvo siempre a tono con la división de las fuerzas en medio de coyunturas críticas, parece avanzar por un rumbo opuesto a la tradición.
Por primera vez en la historia, un indígena logra tomar las riendas en una nación compuesta por más de 35 etnias. Por primera vez, en décadas, un presidente alcanza la victoria en una primera vuelta. Y por primera vez también, un gobernante obtiene mayoría parlamentaria.
Como si no bastase, el pasado 10 de agosto de 2008, más de la mitad de las bolivianas y bolivianos ratificaron a un mandatario en un referendo revocatorio- por primera vez en la historia igual- y patentizaron con ello su decisión de continuar apoyando las transformaciones sociales de la mano de Evo Morales.
Quechuas y aymaras predominaron entre quienes contribuyeron a acumular ese día el 66,8 por ciento de votos a favor de la reelección del mandatario y estimularon a éste a impulsar la aprobación de la nueva Constitución, rechazada por las autoridades de los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando, Tarija y Chuquisaca.
-“Estamos aquí para seguir”, declaró Evo Morales desde el balcón del Palacio Quemado ante decenas de sus seguidores, concentrados en la capitalina Plaza Murillo al conocer los resultados preliminares del sufragio, convocado por la resistencia de la oposición a aceptar la Carta Magna promovida por el partido Movimiento Al Socialismo (MAS).
En una alocución de apenas once minutos, el gobernante precisó que redoblará las nacionalizaciones de los recursos naturales del territorio y los esfuerzos por lograr la legitimación de la nueva propuesta de ley fundamental de la República.
El triunfo de la revolución democrática y cultural, según sus palabras, fue dedicado por el otrora líder de los trabajadores cocaleros a quienes alientan desde distintos rincones de Latinoamérica el proceso de cambios en Bolivia y será el preludió de negociaciones entre las autoridades gubernamentales y los prefectos opositores ratificados.
"El pueblo boliviano ha decidido, de manera soberana, su destino, que es un destino de responsabilidad compartida entre el gobierno, los pobres, los campesinos, los mineros, los trabajadores, los excluidos, todos", consideró al respecto el presidente ecuatoriano, Rafael Correa.
En una carta de felicitación a su homólogo, Correa resaltó el movimiento transformador que recorre a la “América india, blanca, mestiza, mulata, chola,…y soñadora”. En “la Patria Grande, se está viviendo una verdadera revolución construyendo una Gran Nación Suramericana de los libertadores Simón Bolívar, Antonio José de Sucre y José de San Martín”, señaló el economista de carrera.
Varios gobernantes y personalidades políticas del continente concordaron con el mandatario ecuatoriano en que la victoria de Evo Morales resta de manera definitiva legitimidad al intento separatista promovido por los prefectos de las regiones más ricas del país con el ánimo de desestabilizar a la administración encabezada por el principal dirigente del MAS.
El primer presidente indígena de Suramérica se convirtió también, en el ámbito del referendo, en el primero que emitió su voto en el área rural boliviana, porque todos sus antecesores lo hicieron en La Paz, ciudad cosmopolita donde confluyen más de 10 millones de habitantes.
Evo Morales depositó su voto en horas de la mañana del domingo 10 de agosto de 2008 en la mesa 12 mil 498 de una escuela de Villa 14 de Septiembre, en la región productora de hojas de coca del trópico de Cochabamba, en el centro del país.
Desde ese lugar, este insistió en que los resultados de la consulta popular serán respetados para permitir un nuevo escenario político, en el cual el pueblo pueda trabajar sin obstáculos para revertir problemáticas sociales acumuladas por más de un siglo.
Probablemente nunca en la historia Bolivia apareció como ahora en la lista de países que difieren o se oponen a sustancialmente a las políticas de Estados Unidos en el subcontinente. Desde la llegada de Evo Morales al poder, el país andino clasifica entre los enemigos de la concordia junto a Cuba, Venezuela, Argentina, y en menor medida, Brasil y Uruguay.
En correspondencia con Sergio Ramírez, uno de los escritores más prestigiosos de Centroamérica y miembro del grupo fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional, no será suficiente en adelante para Washington tocar a rebato porque la lista de “gobiernos hostiles” crece en América Latina.
Otros vientos comenzaron a soplar con el inicio del siglo desde el Río Bravo a la Patagonia y ya pocos creen en la supuesta culpabilidad de Cuba y Venezuela con respecto a resultados electorales similares al registrado a raíz del referendo revocatorio en favor del sostenimiento de la administración de Evo Morales en Bolivia.
El llamado del alcalde de Santa Cruz a las fuerzas armadas, para que derribaran al gobierno constitucional “del indio”, no encontró eco. Tampoco, ocurrió el levantamiento proyectado por la dirección de la Central Obrera Boliviana, en manos de los aliados del ex paramilitar del dictador Hugo Bánzer, Jaime Solares.
A pesar de las cuestionadas huelgas de hambre de unos pocos, de las frustradas tomas de carreteras, aeropuertos, sedes de tribunales electorales departamentales, agresiones a funcionarios gubernamentales y campesinos, el número de votantes creció para darle legitimidad al gobierno de Evo Morales.
Pero los cantos de sirenas no deben confundir: la victoria del pueblo en las urnas no acabará de golpe y porrazo con la inestabilidad política y social en Bolivia, donde las confrontaciones subsisten entre oficialistas y opositores, las distintas clases sociales y dentro de ellas mismas.
El añejo conflicto interétnico se añade a este panorama, cuya transformación sólo puede avanzar si se logra desterrar progresivamente el imaginario racista prevaleciente en algunas capas de la población y afianzar la independencia del Estado plurinacional, en base a un proyecto sociopolítico autóctono, beneficioso a las mayorías.
La victoria del 10 de agosto aparece ante los ojos de los estudiosos de la historia de América Latina y el Caribe como el puntal que necesitaba el gobierno del MAS para radicalizar su estrategia política y desplegar de forma más amplia, la batalla social.
Pero aunque en apenas tres años, Evo Morales nacionalizó el petróleo y el gas y con ello devolvió las riquezas al pueblo para combatir la pobreza en el segundo país más depauperado de América Latina, multiplicó por cinco las rentas del Estado, disminuyó en 80 por ciento el analfabetismo, y estableció la asistencia sanitaria gratuita inmediata para la mitad de la población, entre otros, quedan metas inevitables.
Casi todos los jueces están corruptos y los millones de dólares corren como respaldo a lo empeñados en acabar con el gobierno de Evo Morales, aseguran magistrados y es que Bolivia está cambiando, pero las fuerzas de la reacción seguirán incentivando el separatismo en las provincias dondese concentran las tierras en manos de las multinacionales y buena parte de las reservas de gas y petróleo del territorio.
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