¿Envejecer o transitar hacia lo incierto?
Altos niveles de pobreza, baja cobertura de seguridad social, condiciones de salud ajenas a la equidad, una fuerte presión sobre las familias, caracterizan el contexto en el que uno de cada cuatro habitantes del área transitará hacia la adultez mayor a mediados del siglo y en el cual se multiplican las quejas por abusos contra estos seres humanos.
En Costa Rica, donde la esperanza de vida alcanza los 78,8 años, el Consejo Nacional para la Persona Adulta Mayor registró sólo durante el año anterior mil 817 denuncias por injusticias, agresiones y maltratos a adultos mayores por parte de instituciones dedicadas a su cuidado, familiares, amigos, u otros, y funcionarios de la entidad admitieron una tendencia al alza de hechos de esta naturaleza, en tanto las mujeres de más de 65 años son las más agredidas.
Miembros de la Asociación de Pensionados de Hacienda y del Poder Legislativo acusaron a la Dirección Nacional de Pensiones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de deberle hasta 12 años de pago a jubilados de ambos sexos, lo cual constituye una violación a los derechos humanos y tipifica claramente como maltrato y violencia contra quienes sirvieron con dedicación en sus años laborales.
En la última década murieron mil 800 afiliados a la agrupación costarricense sin que sus derechos fueran reconocidos y sin que la deuda acumulada a su favor pudiera pasar a sus familiares al menos, mientras en la vecina Guatemala, casi un millón de personas tienen o rebasa los 60 años y más del 70 por ciento de ellos sobreviven en condiciones de pobreza y hambre.
De manera indistinta, acciones de protestas en Ecuador, Perú, Argentina y Uruguay, entre otras naciones, dieron cuenta en estos años de la desatención a esta parte de la población y en particular, a los integrantes de ellas que en otro tiempo colaboraron con su trabajo al desenvolvimiento de la producción.
Honduras tampoco es excepción: se estima que 500 mil mujeres y hombres mayores de 60 años carecen de pensión y seguridad social en esa porción del centro del continente, según la gerontóloga Gladis Gaviria.
Para Dirk Jaspers-Faijer, director del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), el envejecimiento de mujeres y hombres en esta región ocurre más rápido que lo observado antes en países desarrollados y garantizar mínimos de calidad de vida a este grupo etario exige decisiones políticas urgentes, como incrementar la inversión en capital humano, aumentar la cobertura de la fuerza de trabajo, en las pensiones, la atención de salud a las personas mayores y el diseño de mecanismos de apoyo a sus familias.
Datos acopiados por el directivo de la dependencia de la División de Población de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) reflejan que en la última mitad del siglo XX, la población del subcontinente ganó 20 años de longevidad y una mayor esperanza de vida al nacer, cercana a los 72 años para ambos sexos.
Paralelo a ello, la región experimentó un descenso de la fecundidad por efecto del creciente acceso femenino a la educación y al trabajo, a novedosos métodos anticonceptivos, la migración en edad reproductiva y la postergación de la maternidad, entre otros.
Aunque la población mundial crece a 78 millones de personas por año- y más del 95 por ciento de ellas nace en países en desarrollo- en América Latina y el Caribe el crecimiento demográfico descendió a 1,5 por ciento, de 2,7 a mediados de la centuria pasada.
La caída de la fecundidad constituye el vuelco demográfico más relevante experimentado por el área: en sólo cuatro décadas los índices reproductivos, que se contaban entre los más altos del planeta, quedaron por debajo de la media mundial y países como Belice, Colombia, Costa Rica, Guayana, México, Nicaragua, Perú, República Dominicana, Honduras y San Vicente y Las Granadinas, pasaron de tasas superiores a 6,7 hijos por mujer en 1955, a menos de la mitad de ese promedio a inicios del siglo XXI.
No obstante, ambos procesos- descenso de la fecundidad y envejecimiento- no ocurren de manera uniforme en todos los territorios del área: mientras guatemaltecas y bolivianas tienen un promedio de cuatro hijos, las mujeres en Barbados, Trinidad y Tobago, Cuba, Martinica y Puerto Rico, apenas conciben menos de dos y de ello deriva que los nacimientos estén por debajo del nivel de reemplazo en la zona.
La reducción sostenida de la mortalidad, por el freno a algunas enfermedades infecciosas, y la expansión de servicios modernos de atención a la salud y saneamiento básico, allanaron el camino a esta baja fecundidad. Si al mediar la centuria pasada morían 128 infantes menores de un año por cada mil nacidos vivos, esta cifra descendió a 22 al cierre de 2007, con record en Cuba y Chile, donde las tasas apenas llegaron a siete y ocho, de manera respectiva.
Tal baja en la mortalidad provocó el crecimiento de la población entre 1940 y 1970 y la extensión de la esperanza de vida a nivel regional, pero también con iniquidades entre los países de mayor y menor valor: Costa Rica, con 78,8, y Haití, con 60,6 años.
Registros de la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba colocan a esta nación entre las más avanzadas en ese sentido, porque alcanzó entre 2005 y 2007 una esperanza de vida al nacer de 77,97 años para ambos sexos, 76 para los hombres y 80,02 para las mujeres.
Pero el crecimiento gradual de la cifra de personas mayores, en tanto disminuye el número de niños y adolescentes- por la caída de la fecundidad y la mejora de la expectativa de vida al nacer- es lo que ocurre en el archipiélago caribeño y como en casi todo el área y los demógrafos lo traducen como base del envejecimiento poblacional.
Informes de la Organización Panamericana de la Salud dan cuenta de que la mayoría de los adultos mayores del subcontinente vive en la ciudad, apenas rebasaron los estudios primarios, menos del 48 por ciento todavía trabaja y el 60 por ciento son mujeres.
En el documento Estado del Envejecimiento y la Salud en América Latina y el Caribe, la agrupación destaca que en los países andinos- Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela- el índice de envejecimiento se duplicará en dos décadas.
Centroamérica, el Caribe hispanoparlante y Haití, presentan amplias diferencias en la velocidad y crecimiento del envejecimiento y en las próximas dos décadas, los mayores de 60 años serán casi la generalidad de la población en Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Costa Rica y Panamá.
Las enfermedades nutricionales y metabólicas de la población anciana de esta parte constituirán uno de los principales riesgos de morbilidad, en tanto en el Caribe angloparlante y Antillas holandesas la situación estará determinada por el doble impacto de la migración entrante y saliente.
México, Brasil, Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, en conjunto, cuentan con dos tercios de la población anciana total del subcontinente. En los dos primeros vive el 50 por ciento de los adultos mayores de la región y el último posee la cantidad máxima de de personas de la tercera edad y más en el hemisferio, un 17 por ciento de la población.
Ante la tendencia inexorable al envejecimiento de estas sociedades, los demógrafos sugieren a los gobiernos preparar las condiciones para cuando los protagonistas del crecimiento sean los mayores de 60 años y por consiguiente, asciendan casi al doble las demandas de gastos en atención a la salud y seguridad económica.
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