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Mundo de abusos, discriminación y trata, contra los infantes

Mundo de abusos, discriminación y trata, contra los infantes

¿Cuál es el futuro para millones de infantes en un mundo globalizado, donde marchan unidos la violencia de todo tipo, los abusos sexuales contra los menores y el tráfico de personas?

Cuesta evitar el escepticismo ante las estadísticas relacionadas con tales problemáticas, en un contexto donde la pobreza crece a ritmos acelerados y reduce a millones de seres a condiciones de vulnerabilidad extrema, en las que los más pequeños corren el peor riesgo.

De los más de 225 millones de niñas y niños explotados por pedófilos y proxenetas en el mundo, 150 millones son hembras y 73 millones, varones, según datos del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

Ello sugiere cierto parentesco entre el abuso de menores y la discriminación por razones de sexo, pero este delito puede vincularse también al ascendente tráfico de personas.

Este último va desde bebés hasta adultos de ambos sexos, pero por lo general incide sobre las féminas por debajo de los 18 años de edad, de acuerdo con el organismo internacional. 

En correspondencia con ese ente, las cifras de abusados pueden ser superiores, por la forma encubierta en la cual actúan los criminales y por la vergüenza engendrada en los sometidos, capaces de frenar sus deseos de pedir ayuda.

Pero datos aproximados concuerdan en que los infantes insertados en el multimillonario comercio del tráfico sexual cada año rondan los 1,8 millones y que, sobre todo las niñas y jóvenes son sujetas a desapariciones forzadas, torturas, amenazas, homicidios y otras violaciones asociadas.

Defensores de la igualdad de géneros insisten en que la inclusión obligada de millones de ellas en este círculo y la desaparición forzada de muchas, guarda relación con un fenómeno cada vez más visible: la violencia hacia el sector.

Miles de las menores de edad abusadas sexualmente provienen de hogares marcados por constantes riñas familiares, donde ellas solían llevar la cuota más mala y recibir golpes de sus padres o parientes.

La gravedad de la situación -profundizada por la escasez de posibilidades para garantizarle su educación y mejores condiciones de vida- motivó a algunas a escapar y no pocas cayeron en manos de traficantes y proxenetas.

Investigaciones realizadas por agrupaciones seguidoras de estos temas mostraron otros casos en los cuales las infantes fueron vendidas, regaladas o entregadas por sus progenitores, bajo promesas de sus receptores de contribuir a su crecimiento.

De todo hay en la viña del Señor, como asegura el refranero popular, más lo cierto es que en casi todo el planeta, los delincuentes están al acecho y evalúan a sus posibles candidatas con vistas a prostituirlas o por pedido de magnates del mercado sexual.

Las escogidas pertenecen a los sectores empobrecidos en sus países en la mayoría de las ocasiones y ven coartado su desarrollo natural sin previo aviso, lo que a la larga puede convertirlas en victimarias, en opinión de sicólogos.

El desarrollo de internet y de las tecnologías de vídeo, a pesar de sus bondades, provocó una explosión de la difusión de imágenes de pedofilia y alentó a los viciosos de tal práctica y a los cazadores de fortuna sin escrúpulos.

Las redes de reclutamiento se expanden de modo progresivo con la complicidad e incluso participación directa de agentes de seguridad, policías, políticos y autoridades de poderes estatales locales.

Sólo la impunidad reinante explica el ciclo al que son sometidas las víctimas de estos sujetos, fiel reflejo el desprecio a la vida de los otros y del barbarismo extendido hasta nuestro tiempo.

Las capturas ocurren a plena luz del día muchas veces, las escogidas son introducidas por la fuerza en autos a la vista de todos, amordazadas, golpeadas y en ocasiones, drogadas.

Sin considerar edades o condiciones físicas, las niñas y jóvenes son trasladadas a verdaderos antros, prostíbulos o casas alquiladas, para esconderlas hasta el mejor momento de proceder a su comercialización o usarlas, según intereses de sus captores.

Presiones sicológicas y maltratos físicos de todo tipo redundan a veces en el fallecimiento de alguna de las apresadas, pero los victimarios terminan desapareciendo sus cuerpos sin cargos de conciencia.

Por cada una de las niñas y mujeres reclutadas -90por ciento de las cuales proceden de América Latina, Caribe, Asia, África y Europa del Este- dueños de bares, prostíbulos y negocios ilícitos ligados al sexo reciben milenarias sumas de dinero y con eso quizás acallan su culpabilidad.

Más de la mitad de los infantes forzados a prostituirse, a la pornografía o a trabajar, en esta región son oriundos de Colombia, Brasil, República Dominicana, Haití, Honduras, Nicaragua, Guatemala, México, Bolivia, Ecuador y Perú.

No obstante, la Alianza Global contra la Trata de Mujeres y la Red Latinoamericana y del Caribe contra la Trata de Personas, concuerdan en que la problemática se presenta en el ámbito interno de cada país del área, entre estos y a escala internacional, es decir, de un continente a otro.

Alemania, España, Suiza, Austria, Italia, Holanda, Francia, República Checa, Polonia y Rusia, son los principales destinos de los infantes latinoamericanos traficados con diversos objetivos hacia Europa.

Japón, Hong Kong, Singapur, Taiwán y Tailandia, también reciben menores capturados por las redes de tratantes en esta parte del mundo, igual que Israel y Estados Unidos.

Registros de UNICEF aseguran que entre 60 mil y 100 mil niñas y niños son víctimas del comercio sexual en Filipinas, mientras que en Bangladesh la media de edad de los menores explotados en ese sentido es de 13 años.

Alrededor de 150 mil infantes se prostituyen diariamente en las playas turísticas de Kenia para alimentarse a cambio de dar placer a turistas sexuales procedentes de países ricos, igual que en otros territorios empobrecidos del orbe.

Pero el pecado es cometido igual en el norte: uno de cada cuatro niños es víctima de abuso sexual, en algún momento de su vida, en España.

Frenar el trasiego de personas y el abuso de los infantes, asociado a ello, resultará difícil en medio de la mundialización de los procesos productivos, comunicativos y de la más extensa naturaleza.

La desidia de algunas autoridades gubernamentales limita a su vez la adopción de estrategias frente a estos crímenes y sólo la coordinación entre organizaciones internacionales y entes locales puede contribuir a contrarrestarlos.


En ámbitos más estrechos, los adultos deberán estar atentos a cambios de humor, neurosis nocturna, irritabilidad, euforia, autolesiones, negativas a comer, dificultades para sentarse o caminar por irritaciones, y otras señales.

Crear el clima de confianza necesario cuesta mucho y es casi seguro que el infante sólo hablará transcurridos varios años del delito, pero aunque este prescriba, las secuelas persistirán y eso explica la necesidad de actuar para atenuarlas.


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