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Decepciones entre los costarricenses

Decepciones entre los costarricenses

Poco ocultan los costarricenses por estos días su frustración ante las reiteradas señales de decadencia de un sistema político legitimado en desmedro de la historia nacional.

Si bien el documento fundacional de la República, la Constitución de 1949, refrendó la división de poderes, los controles para evitar que los bienes comunes fueran dilapidados por unos pocos y las principales garantías individuales y sociales; otra cosa ocurrió en las últimas décadas.
Para la mayoría de los habitantes en el antes promovido como reino de paz en Centroamérica, esas normas programáticas trascendieron como fotografías antiguas, pero marcadas por una cruda realidad.
"De republicanos tenemos cada vez menos, y nuestra dosis de demócratas respetuosos de los derechos humanos tampoco nos alcanza para mucho, ni siquiera para presumir de ello ante la comunidad internacional", afirmó la abogada Rosaura Chinchilla, citada por el diario Costa Rica Hoy.
"Mientras vamos por el mundo suscribiendo convenios de derechos humanos sin ton ni son, nuestra interpretación de ellos a lo interno es cada vez más restringida y a veces tienen que ser los organismos internacionales los que nos enmienden la plana", añadió.
Sus opiniones coincidieron con lo expresado antes por el expresidente del gobernante Partido Liberación Nacional (PLN) Rolando Araya, para quien "el sistema político de Costa Rica ya no da para más".
En exclusiva para el diario nacional El País, el excandidato presidencial expresó que la debilidad principal del Gobierno es la ausencia de un derrotero claro frente a las problemáticas heredadas de la administración anterior y al progreso de la crisis sistémica a escala global.
Contrario a lo que pregonan algunos, Araya descartó que tras un segundo mandato el exgobernante Oscar Arias (1986-1990/2006-2010) dejara la "mesa servida" a su sucesora, Laura Chinchilla, como pronunció durante la ceremonia de traspaso de poderes.
"Tampoco parece que los nuevos jerarcas sepan usar los cubiertos", ironizó, aunque reconoció la complejidad del legado de Arias (Premio Nóbel 1987), como la cuestión fiscal, la creciente criminalidad, la concentración del ingreso y otros inconvenientes.
Bajo el mandato de Chinchilla, la primera mujer gobernante en la historia costarricense, "crece la ingobernabilidad" y "cuesta encontrar gente preparada y con experiencia que deseen aceptar puestos políticos", explicó Araya.
Costa Rica "es prisionero de sus propios estigmas, de una cadena de conflictos y contradicciones tan complejas que no pueden ser acometidos por un solo partido y mucho menos por uno gastado, debilitado, sin visión, como es el caso de Liberación Nacional", argumentó.
Araya defendió que, más que un cambio de partido, el país necesita una gran reforma política que libere la energía bloqueada e inicie el camino de una especie de Tercera República.
"Algo así exigen los indignados de muchas partes del mundo. Ya lo veremos aquí también", advirtió en sus declaraciones al rotativo, que con antelación difundió opiniones similares del presidente del partido Alianza Patriótica, Mariano Figueres.
"Aquí desde hace rato hay un modelo económico: los ricos más ricos y los pobres más pobres, un proceso continuado de destrucción de la clase media; pero no hay modelo de desarrollo", enfatizó el hijo del fundador del PLN y exgobernante por tres ocasiones, José Figueres Ferrer (1906-1990).
"Tuvimos un país mejor, un país ejemplar, un país para todas y todos", recordó con añoranza, en tanto mostró su escepticismo respecto a posibles cambios antes de las elecciones de 2014.
Estos criterios son compartidos por gran parte de la población, si se considera el descontento de ocho de cada 10 ciudadanos por la falta de control de la presidenta sobre el país y el incumplimiento de sus promesas de campaña, según una encuesta de la consultora UNIMER.
Tales resultados derivaron, en buena medida, del desconcierto provocado por el ascenso constante de la criminalidad hasta 11,1 por cada 100 mil habitantes, en un país donde esa tasa nunca rebasó los cuatro por cada 100 mil habitantes hasta la década de los 90 del siglo pasado.
Los delitos contra la propiedad y otros tuvieron un ascenso similar en la etapa, mientras el narcotráfico internacional convirtió al paraíso costarricense en otra sede del trasiego de drogas, con sus secuelas de violencia y corrupción, y el déficit fiscal rebasó 26,5 por ciento.

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