Acoso moral en el trabajo: aniquilamiento y suicidio, un libro urgente
(PRESENTACIÓN elaborada para el libro de DOMINGO ABARCA VÁSQUEZ y KATTIA QUIROS VALVERDE)
Vivir constituye un desafío permanente en este siglo XXI. A pesar del progreso científico técnico, el patriarcado y el militarismo recorren de la mano todas las avenidas del planeta. La idea de un mundo guerrero, donde por igual empuñaban armas dioses, héroes y heroínas, prevalece y el “te maté”, con la ingenuidad propia de la infancia, es pronunciado en todos los idiomas en medio de juegos supuestamente inofensivos, en los cuales los infantes esgrimen imitaciones de armas de todo tipo.
De forma paralela palabras soeces, miradas torcidas y uno que otro puñetazo, ganan arraigo entre los métodos más socorridos por los adultos para imponer disciplina a los hijos. Datos del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia refieren que el maltrato físico y sicológico a los menores de 18 años de edad supera 80 por ciento en algunos territorios y llega al castigo corporal.
El autoritarismo predominante en la mayoría de las familias, en las que debe respetarse a una persona –sea hombre o mujer- por el simple hecho de ser adulto, subsiste en base a fórmulas muy similares a las aplicadas en el ámbito militar.
La incidencia de esa carga ideológica en la cultura contemporánea resulta incalculable, aunque sobran los ejemplos de la ineficacia de ese esquema expandido hace casi cuatro siglos para resolver los problemas de la supervivencia, el desarrollo y el bienestar de las personas.
Lejos de garantizar la felicidad, este modelo de matriz noratlántica, viabilizó la implantación de una estructura económica y política de dependencia de unos respecto a otros y sentó las pautas para la degradación de la condición humana.
De modo particular en las últimas décadas, el deterioro económico redundó en el reforzamiento del carácter coercitivo-policial de los Estados, el uso de la violencia para solucionar conflictos, y el descrédito de referentes simbólicos que sustentaban la identidad individual y colectiva. Los medios de comunicación masiva jugaron un significativo papel en ello.
En este amanecer de siglo, la dictadura mediática nos somete y toda resistencia es poca frente a las supercherías bien pensadas por los encargados de oxigenar el sistema expandido. Las trasnacionales mediáticas y sus repetidoras nacionales aumentan sus dividendos con el manejo de poderosas armas: la información, la publicidad y el entretenimiento, cuya combinación les permite imponer estilos de vida e intereses, el individualismo, el consumismo, la pérdida de identidad, y la dependencia en todos los órdenes.
El mensaje discriminador, cada vez más descarnado, enseña que para alcanzar el probable triunfo anunciado vale salir de compras con mayor frecuencia, aclararse el cabello, depilarse el cuerpo y la mente, y someterse a la tiranía de un régimen alimenticio estresante.
Esa coyuntura es el caldo de cultivo perfecto en el que proliferan problemáticas sicosociales que conducen al estrangulamiento emocional de miles de seres humanos sin distinción de edad, sexo, origen étnico, posición económica, credo religioso, u otros.
Para nadie es secreto que la violencia ya es una constante entre pizarras y textos escolares en nuestro tiempo, donde el matonismo o intimidación, práctica abusiva continuada, está expandida a tal punto que tres de cada 10 alumnos sufren agresiones de todo tipo por parte de sus compañeros de clases, según la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
La intención de quienes hostigan siempre es la misma: intimidar, marginar y aislar a su víctima, pero también existen otras formas de acoso escolar, como el bloqueo y la manipulación social, el hostigamiento, la coacción, y hasta la agresión.
Este último es más frecuente entre los varones, pero posible entre las féminas, por lo que visualizarlo a tiempo puede frenar daños físicos considerables en ambos sexos.
Pese a sus graves consecuencias, muchos minimizan la gravedad del bullying e insisten en que no es nada nuevo, en tanto tildan de aparatosos a docentes, especialistas y profesionales de la comunicación que insisten en la necesidad de extirparlo.
Casi siempre los que así piensan concuerdan con los que procuran apartar sus ojos, consciente o inconscientemente, de otro mal tan añejo como el mejor de los vinos: el acoso sexual y/o moral en los espacios laborales u ambientes donde poner objeciones o rechazar puede tener consecuencias negativas.
Estas actitudes crean un clima de trabajo intimidatorio, hostil o humillante para quien las recibe y, aunque constituyen un fenómeno reconocido en todo el mundo, pocas veces suelen ser castigados como se debiera.
Muchos directivos de empresaS u otros tienden a hacerse de la vista gorda ante hechos de esa naturaleza y a escala internacional no existe ningún convenio vinculante acerca de la temática.
Los órganos supervisores relevantes de la Organización Internacional del Trabajo y de la Organización de Naciones Unidas coinciden en afirmar que deben ser entendidos como formas de discriminación por razones del sexo, en tanto para la sociedad queda claro que tales conductas impiden el logro de la igualdad, condonan la violencia sexual y tienen efectos negativos, porque entorpecen la productividad y el desarrollo de las personas.
Pero lo más lamentable: el acoso sexual, laboral y los maltratos en todos los sentidos, guardan una relación directamente proporcional con la determinación de gran cantidad de seres humanos de todo el mundo a acabar con su vida, por las vías más disímiles.
Justo eso es lo que pretenden ilustrar y atacar de manera frontal los autores de Acoso moral en el trabajo: aniquilamiento y suicidio, libro indispensable para quienes pretendan acercarse desde una perspectiva científica a estas problemáticas o al menos comprender un poco más la complicada telaraña en la cual proliferan de modo casi imperceptible, sus manifestaciones más recurrentes, y sus consecuencias devastadoras.
Con este texto de obligada consulta DOMINGO ABARCA VÁSQUEZ y KATTIA QUIROS VALVERDE prueban una vez más seriedad profesional, pero sobre todo la determinación compartida de seguir trabajando con vistas a reducir el dolor en un mundo en el que de por sí ya enfrentamos múltiples presiones que atentan contra la estabilidad emocional.
Bajo ese título, por demás transgresor, ambos especialistas ofrecen desde la Sociología y desde la Sicología puntos de vista novedosos imposibles de obviar en el camino hacia la profundización en esta arista del conocimiento, sin ocultar el puente que enlaza su obra a la de otros estudiosos de los cuales bebieron como Alicia Pasalacua, Marie-France Hirigoyen, Caroll Brodsky, Albert J. Bernstein, así como Piñuel y Zabala.
En todo ello y más radica el valor de esta propuesta, que cuenta con un fuerte potencial para trascender los espacios académicos y abrir puertas en ambientes empresariales, organizaciones civiles defensoras de los derechos humanos y personas de todas partes empeñadas en progresar hacia el bien común.
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