Revolución Cubana, revolución de la dignidad, de la autoestima para los latinoamericanos, afirmó Mujica
Palabras pronunciadas por José Mujica, Presidente de la República Oriental del Uruguay, en el acto de conmemoración del 60 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, en la Plaza Mariana Grajales, Santiago de Cuba, el 26 de julio de 2013, Año 55 de la Revolución.
Compañeros todos de la patria grande:
Permítanme por el alma de un veterano que está lleno de recuerdos, han pasado muchas décadas, han sido porfiadas décadas de lucha por la dignidad del pueblo cubano y con su suerte la de muchos luchadores, algunos de los cuales ni los nombres recordamos, que quedaron en los socavones, en los dolores de América, en las selvas y sus montañas, porque los cambios sociales no tienen un laboratorio donde se pueda experimentar en frío.
Los cambios sociales son la experimentación directa en la lucha con los pueblos, y los hombres y las mujeres caminamos intentando encontrar caminos y recreando y aprendiendo de nosotros mismos, del camino, del dolor, de los fracasos, de volverse a levantar, de mil veces empezar de nuevo porque, sencillamente, los cambios sociales no están a la vuelta de la esquina, no están al alcance de la mano, en lo inmediato son una larga construcción colectiva de esfuerzo, de trabajo, de errores, de aciertos, de compromisos, de sacrificios. Siempre ha sido así, lo imposible parece que cuesta un poco más , por eso, en el fondo no hay derrota, solo sufren la derrota aquellos que dejan de luchar.
Entonces, esta Revolución que fundamentalmente ha sido la Revolución de la dignidad, de la autoestima para los latinoamericanos, nos sembró de sueños, nos llenamos de Quijotes. Seguramente que soñamos que en 15 o 20 años era posible crear una sociedad totalmente distinta y chocamos con la historia; los cambios materiales son más fáciles que los cambios culturales. Los cambios culturales son, en definitiva, el verdadero cemento de la historia y son una siembra muy lenta de generación en generación.
Cubanos; los antepasados nos han enseñado el valor que tiene la vergüenza y la dignidad, el ser nosotros, estamos asomándonos a una civilización mundial digital, colectivizada, de dimensiones inconmensurables y hemos aprendido una cosa, y la estamos viviendo en nuestra América Latina: solo es posible el mundo si se respeta lo diverso; solo es posible el mundo y el porvenir si nos acostumbramos a entender que el mundo es diversidad y es respeto, dignidad y tolerancia, y que nadie tiene el derecho, por ser grande y fuerte a aplastar a los pequeños y a los débiles; lección de oro estos 60 años de Revolución. El mundo rico tendrá que entender por su propia tranquilidad, porque la vida humana es corta, demasiado corta y no hay derecha a sacrificar la vida humana de los que están vivos, porque estar vivo es casi un milagro y hay que respetar la vida.
Entonces, nos juntamos como en este templo, donde seguramente los muchachos que atacaban soñaban que era más sencillo y más fácil, seguramente, y si en el mundo no hubiera habido soñadores todavía andaríamos con un taparrabos caminando por las selvas. Solamente el mundo cambia y se mueve porque hay gente comprometida y capaz de soñar, como los sueños de aquellos cubanos. Oleadas de juventud movimos por toda nuestra América. Hoy somos viejos, arrugados, canosos, llenos de reumatismos y llenos de nostalgias y de recuerdos, y nos reímos de nosotros mismos, las chambonadas que hemos cometido; pero chambonadas sin precio, por una causa, por el sueño de una humanidad, de una igualdad básica, con garantías básicas, con sueños básicos , porque estamos convencidos de que el hombre tiene capacidad para construir un mundo mejor, tiene los recursos de poder construir un mundo mejor, y custodiar y defender la vida.
La revolución hoy, la palabra revolución adquiere una dimensión de carácter universal cuando el mundo se globaliza y es, precisamente, la idea de que es posible y es una necesidad histórica, para mantener y sostener la vida, luchar por crear un mundo mejor, de respeto, de igualdad básica, de no temer que lo aplasten, sin portaaviones, sin aviones que tienen un brazo largo, casi sin gente, y un mundo donde es posible que el hombre salga de la prehistoria, y saldrá de la prehistoria el día que los cuarteles sean escuelas y universidades.
Gracias, gracias pueblo santiaguero, gracias por lo mucho que nos dieron, por lo mucho que nos dejaron y, sobre todo, por la dignidad con que suscribieron el derecho a autodeterminarse que tiene un pueblo más allá de sus dimensiones.
Gracias
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