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Managua, historia sísmica imposible de olvidar

Managua, historia sísmica imposible de olvidar

Para los nicaragüenses, y en particular para los managuas, resulta imposible olvidar la historia sísmica de una ciudad que en varias ocasiones se vio sumida en el dolor por la pérdida de cientos de sus hijas e hijos debido a eventos de esa naturaleza, y que también tuvo que reinventarse a partir de sus cenizas.

Lo acaecido desde el 10 de Abril volvió a poner en estado de alerta a los pobladores de la capital de Nicaragua, país situado en el llamado Cinturón de Fuego del Pacífico, donde converge la mayoría de los volcanes activos del planeta.

Partes posteriores incentivaron el temor ante una eventual arremetida más contundente desde las entrañas de la tierra, debido la probable activación de algunas de las fallas que amenazan desde el sustrato de los cimientos sobre los cuales se erigió Managua y provocaron los peores terremotos sufridos por esa urbe centroamericana.

Por eso esta última cadena de temblores volvió a enturbiar el panorama de esa nación centroamericana, que como ave fénix hace siete años procura revertir el legado de pobreza y desigualdad dejado por los gobiernos neoliberales.

Mujeres y hombres agotados por las noches de vigilia, niñas y niños asombrados ante la desazón de sus progenitores, autoridades en constante ir y venir, para prevenir posibles desastres o contribuir con quienes tuvieron alguna afectación hasta ahora, son parte del diario hace una semana.

Mas la esperanza no mengua y esa es la ventaja de un pueblo que por demás, cuenta con otra carta en su favor: un grupo de dirigentes que de manera articulada definen acciones concretas en su beneficio, incluso en circunstancias como estas, bajo la conducción del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Desde el jueves 10 de abril, cuando un temblor de 6,2 grados en la escala abierta de Richter encendió las alarmas y al día siguiente lo siguió otro de 6,7 sacudió a Nandaime, en el departamento de Granada, comenzó el ajetreo de quienes no están dispuestos a dejarse vencer por la naturaleza y tratarán a toda costa de minimizar los daños materiales y humanos.

Pese a que luego de esos dos movimientos telúricos iniciales ocurrieron otros de 4,9 y 5,6 grados en Managua y otras ciudades aledañas, se registraron hasta la fecha dos personas muertas, 41 heridos, dos mil 378 personas evacuadas y 168 viviendas destruidas, principalmente en Nagarote, Mateare y Managua.

Los datos ofrecidos por el Consejo de Comunicación y Ciudadanía siguen siendo incomparables con los desastres provocados por los terremotos del 31 de marzo de 1931 y del 23 de diciembre de 1972, de igual intensidad al ocurrido este 10 de abril y con igual epicentro, en el Lago Xolotlán, o de Managua.

El primero de ellos alcanzó una magnitud de 5,8 grados de magnitud en la escala abierta de Richter y la tragedia humana que provocó sólo es comparable con la derivada de la guerra interna por la liberación nacional o del impacto del segundo.

El terremoto de 1931 acabó con muchas edificaciones de adobe y piedra que rodeaban la plaza central y dejó un saldo de más de mil 500 a dos mil personas muertas, en un conglomerado que apenas rebasaba los 200 mil habitantes. Otros detalles, en http://isabelsotomayedo.blogia.com/2013/033001-memoria-del-asedio-sismico-a-managua.php

Tras la sacudida de esa mañana un gran incendio se extendió por Managua, que abarcaba del Campo de Marte por el Sur al Lago Xolotlán por el Norte, y todos los prisioneros de la cárcel capitalina fallecieron junto a soldados estadounidenses que colaboraban con la Guardia Nacional.

Historiadores aseguran que, aunque el fuego quizás fue causado por la explosión de químicos almacenados en farmacias, miembros del ejército interventor norteamericano y sus testaferros somocistas avivaron las llamas so pretexto de “evitar la destrucción total de la ciudad”.

De ese desastre solo quedaron en pie el Palacio Nacional, el de Comunicaciones, el del Ayuntamiento y la Casa Presidencial, así como los mercados San Miguel y Candelaria, el Teatro Variedades, la Casa del Águila, las iglesias Candelaria, San Antonio y San Pedro.

La armazón de hierro de la Catedral en construcción, la Casa Pellas y el Club Social, sobrevivieron también a la catástrofe, tras la cual los muertos fueron lanzados a una fosa común en el Cementerio Occidental.

Perdida su magia colonial, Managua comenzó a llenarse de construcciones de cemento y ladrillos cocidos, muchas veces sin considerar las recomendaciones acordes con la amenaza latente en la zona.

Pero 41 años después la capital nicaragüense sufrió otro terremoto de apenas una treintena de segundos, que cambió de modo radical la vida de muchas familias y la arquitectura de una ciudad que entonces era considerada de las más prósperas de Centroamérica. 

Calles y avenidas trazadas al libre albedrío, sin aceras para pasear de la mano de la pareja o con un amigo, emergieron del polvo frente a los ojos críticos de quienes recuerdan con nostalgia la que fuera su capital antes de la debacle de 1972. Ver:
http://isabelsotomayedo.blogia.com/2012/122202-managua-atrapada-en-la-telarana-del-terremoto-de-1972.php

Ese terremoto destruyó el área altamente poblada y urbanizada desde el volcán de Tiscapa al lago de Xolotlán y barrió con todos los bancos, comercios y edificios capitalinos principales de cuatro a 20 pisos.

Según el periodista Nicolás López, en su obra sobre el tema, poco sobrevivió de las manzanas del centro de Managua, pero la tragedia humana fue peor: cifras oficiales hablan de 10 mil muertos y casi 20 mil heridos, aunque la ciudadanía asegura que deben haber sido más los fallecidos.

Sobrevivientes de esos acontecimientos compartieron con la autora que muchos cadáveres quedaron entre los escombros y prueba de eso fue el hedor que por varios meses salió de las ruinas, hasta que la lluvia limpió el suelo hacia el mes de mayo del año siguiente.

Sin dudas, Managua conoce como pocas la fuerza demoledora de la naturaleza desde el aluvión de 1876, época desde la cual era considerada capital y urbe más importante de Nicaragua, pese a estar en el lugar menos indicado.

Especialistas del Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales concuerdan en que este asentamiento humano está en el área de mayor riesgo sísmico, sobre dos grandes bloques de rocas volcánicas que se friccionan de forma interminable.

Una suerte de tela de araña asemejan las 16 fallas que sirven de base a Managua, de casi millón y medio de pobladores, cerca de 192 mil viviendas -según la Alcaldía (2010)- y una infraestructura alejada de los patrones sugeridos para áreas de riesgos.

“Hay un conjunto de fallas en todo el valle de Managua a lo largo del lago, que según plantearon los geólogos tienen posibilidad de generar terremotos y en eso precisamente se centran las investigaciones en este momento”, afirmó el experto cubano Leonardo Álvarez al Canal 4.

El especialistas forma parte de un equipo multinacional que en estos momentos evalúa la situación, con el apoyo del satélite Simón Bolívar, que fue ofrecido por el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela para contribuir a los estudios.



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