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Costa Rica en el ideario de José Martí

Costa Rica en el ideario de José Martí

No será Costa Rica, entre las naciones de América, la que llegue tarde a la cita de los mundos, harto próxima para no disponerse a ella, vaticinó el cubano universal José Martí (1853-1895).

Para el apóstol de la independencia, eso sería posible "por su raíz de trabajo directo y el vigor de su carácter individual, por la altivez y holgura de su pueblo, criado en la fatiga de sangre y de luz, del alma contemporánea".
En su carta al director del diario El Heraldo de Costa Rica, Pío Víquez, del 8 de julio de 1893, dejó constancia de sus apreciaciones acerca del sentir en ese país centroamericano en esa época y del respaldo recibido a los proyectos anticolonialistas que él impulsaba.
Martí reconoció la bondad con que ese pueblo premió en él "el amor y vigilancia con que los americanos, unos en el origen, en la esperanza y en el peligro, hemos de mantener a esta América nuestra, sorprendida en su cruenta gestación, en los instantes en que por sus propias puertas muda de lugar el mundo".
"Ya han caído los muros y el hombre ha echado a andar. Quien no se junte a la cohorte le servirá de alfombra", advirtió el maestro, quien confió en que Costa Rica se sumaría al esfuerzo unionista continental con "el desenvolvimiento y persona nacional indispensables para medirse en salvo con el progreso invasor".
Esa misiva prueba, además, que Víquez devino para el más universal de los cubanos el anfitrión perfecto, porque le facilitó codearse en esa tierra con el talento enérgico, la palabra discreta y la lisonjera amistad de "hombres plenos y buenos de la América".
"Yo llegué ayer, insignificante e ignorado, a esta tierra que siempre defendí y amé, por culta y viril, por hospitalaria y trabajadora, por sagaz y por nueva; y Vd. salió a recibirme, con largueza de poeta, y me sentó a la mesa de la bienvenida entre los hombres cordiales de su patria", reseñó Martí.
Esa clase de seres humanos que el maestro tanto alabó en Costa Rica la definió como la de quienes "honran y sirven a su pueblo los que, aun fuera de justa medida, premian en nombre de él la fe en su porvenir y la fidelidad a sus ideales".
"Sólo de un modo puedo responder a esta merced grande: y es pedir a Vd. y a mis amigos de Costa Rica que me permitan servirla como hijo", demandó Martí, pese a estar enfrascado en preparar la liberación de su patria del colonialismo español.
Esas labores lo llevaron por dos veces a ese territorio centroamericano: la primera en julio de 1893, en la ciudad de San José, y la otra del 11 al 18 de junio de 1894, en la provincia occidental de Puntarenas, según el exdirector de la Biblioteca Nacional en ese país, Joaquín García Monge (1881-1958).
Varios patriotas cubanos -entre ellos Antonio Maceo- habían escogido a Costa Rica como refugio después de la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y Martí viajó hasta allí en busca de ellos, para coordinar esfuerzos en la revolución que se preparaba.
Los hombres cordiales de entonces, letrados y periodistas casi todos, lo recibieron con entusiasmo, asegura García Monge en su obra Repertorio Americano (1942), donde constan otras observaciones del apóstol: "de las gracias del mundo, Costa Rica es una". "La cáscara aún la prime, pero ya aquello es república".

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