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Barbados o el reino de los baobabs

Barbados o el reino de los baobabs

Cuando por primera vez leí que los baobabs eran tan grandes como iglesias y que un rebaño de elefantes no acabaría ni con uno, lejos estaba de saber que estos árboles existían en la isla de Barbados. Incluso todavía resulta sorprendente pensar en que en esa pequeña porción de tierra pueda crecer aquella planta enorme, que supuestamente cobraba vida en el diminuto asteroide donde habitaba El Pequeño Príncipe, el B612.
Según el legendario personaje creado por el francés Antoine de Saint- Exupéry, los baobabs son muy pequeñitos antes de crecer y salen de unas semillas invisibles, pero terribles, que duermen en el silencio de la tierra, hasta que un buen día una de ellas tiene la fantasía de despertarse.
"El suelo del planeta está infestado de ellas. Si un baobab no se arranca a tiempo, no hay manera de desembarazarse de él más tarde; cubre todo el planeta y lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y los baobabs son numerosos, lo hacen estallar", advirtió.
"A veces no hay inconveniente en dejar para más tarde el trabajo que se ha de hacer; pero tratándose de baobabs, el retraso es siempre una catástrofe", aseguraba el pequeño y llamaba a no postergar la tarea de arrancar las malas hierbas, entre las cuales podían estar estos ejemplares.
Tanta fue la aprehensión con la cual El Pequeño Príncipe se refirió a esos árboles presuntamente temibles, que el piloto insistía:
"El peligro de los baobabs es tan desconocido y los peligros que puede correr quien llegue a perderse en un asteroide son tan grandes, que no vacilo en hacer una excepción y exclamar: ÂíNiños, atención a los baobabs!".
Pero Barbados sigue allí aunque en su territorio afloraron varias de esas semillitas invisibles y dos árboles del mono-pan -como les dicen los barbadenses- den fe de la majestuosa biodiversidad de una de las zonas geográficas más demandadas por el turismo internacional.
La mudez es la respuesta frecuente ante tamaña obra de la Madre Tierra: sólo unos 15 mujeres y hombres entrelazados por sus manos pueden abarcar el ancho de un baobab, como el descrito en la obra literaria que acompaña a varias generaciones de por vida.
Quizás por tan sorprendentes dimensiones, la Adansonia digitata devino una de las maravillas de esa ínsula caribeña, de apenas 416 kilómetros cuadrados de extensión y cerca de 270 mil habitantes.
Según fuentes históricas, puede que los baobabs llegaran a Barbados hace cientos de años en mano de alguno de los africanos traídos a la fuerza por comerciantes de esclavos. De hecho, existe la tesis que estos pudieron haber venido específicamente de Guinea, en 1738.
No obstante, se maneja la posibilidad de que grupos humanos araucanos y caribes de la zona sur del continente americano hayan contribuido a su floración en el territorio.
Lo cierto es que siglos después uno de estos árboles tan impactantes capta como un imán la admiración de miles de visitantes extranjeros en los predios del Parque de la Reina, en Bridgetown, así como las piedras calizas cristalizadas de la Cueva de Harrison, en la zona central.
Esta planta, la más antigua en suelo barbadense, posee 28 metros de altura y abarca una circunferencia de unos 20 metros, lo cual la convierte en la de tronco más amplio en el Caribe. Otro espécimen de este tipo está en el camino de Warren, en la parroquia de San Miguel.
Barbados es una isla de coral, originada hace millones de años como resultado de la actividad volcánica, y está rodeada de arrecifes coralinos con impresionantes formas que en el oeste asemejan una serie de terrazas y hacia el este se transforman en laderas.
Cuevas y lagos subterráneos, profundos barrancos y desfiladeros, confluyen en ese país con una interesante variedad de flora y fauna tropical, con más de 700 especies de plantas con flores y ecosistemas diferentes.
A ello se suma la fama de ser la isla más próspera de la región, con 14 por ciento de pobreza -la menor del área-, acceso fácil a servicios de salud, educación gratuita y obligatoria hasta los 16 años de edad, y una tasa de alfabetización de 90 puntos porcentuales.
Sin embargo, ninguno de esos dones provoca tanto asombro y desconcierto como los árboles del mono-pan, que prueban la ingeniosidad de la naturaleza y sugieren que más allá de la ficción este minúsculo paraíso tropical pudiera ser una suerte de reino americano de los baobabs.

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