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El socialismo y el hombre en Cuba: Un texto para todos los tiempos (Pogolotti)

El socialismo y el hombre en Cuba: Un texto para todos los tiempos  (Pogolotti)
Según el testimonio de Oscar Oramas, estaba el Che en Argel en vísperas de emprender nuevas hazañas, cuando escribió de puño y letra la célebre carta a Carlos Quijano conocida como El socialismo y el hombre en Cuba. Había recorrido varios continentes en viajes de estudio, siempre aguzada la mirada crítica.
El título del ensayo tiene algo de engañoso, porque no se circunscribe al caso cubano, aunque su experiencia en la Isla, tanto en el combate guerrillero como en la etapa inicial de la construcción del socialismo, hubiera resultado para él un momento de intenso aprendizaje. Trabajaba intensamente en la solución problemas, sin dejar por ello de someterse a una implacable disciplina para completar las herramientas teóricas.
 
Junto a Fidel, contribuyó a dar un vuelco al pensamiento revolucionario al articular orgánicamente socialismo y descolonización. Por ese motivo, la escritura de este texto desde una Argelia recién liberada, adquiere un carácter simbólico. Visionario, advirtió entonces que errar entre los caminos del bosque podía llevar a conducir en sentido equivocado. La historia le daría la razón décadas más tarde. La extrema lucidez estremece en un contexto epocal signado por el optimismo. El socialismo parecía irreversible y los movimientos de liberación nacional se expandían. El pensamiento habría nuevos cauces a la izquierda. La clave del análisis se sustentaba en la correlación estrecha formulada desde el título: El hombre y la construcción del socialismo. Protagonista de la acción transformadora, el ser humano tan imperfecto como la sociedad donde había surgido. En efecto, la contradicción entre lo viejo y lo nuevo atravesaba el tejido social, la política y la cultura. El tema, sin embargo, se planteaba de manera simplista, como si el triunfo revolucionario implicara atravesar las aguas del Jordán y salir de ellas radicalmente purificado. Desde la distancia, podemos descubrir atisbos de interés en la creación artística.  El dramaturgo Abelardo Estorino llega a su primera madurez con el estreno de La casa vieja, quebrantada en parte de sus cimientos, pero aún sostenida en algunos de sus pilares. Subsisten en los protagonistas prejuicios heredados de una moralina tradicional y asoma a veces aspiraciones a suplantar la burguesía en el modelo de bienestar, asociado al juego aparencial de cierto boato.
La brevedad del texto y el apremio por seguir andando sobre el costillar de Rocinante impidieron al Che ampliar algunos conceptos esbozados aquí. Es evidente su rechazo al mecanismo economicista de raíz dogmática  simplificador del marxismo y su permanente reclamo por el desarrollo de la conciencia, necesaria para superar la imperfección humana. Para entender el alcance de sus ideas, hay que acudir a apuntes y materiales dispersos, entre otros: su crítica de la economía política y una carta enviada a Armando Hart cuando este último se hiciera cargo de la organización del Partido. Concibe entonces un proyecto ecuménico de publicaciones a fin de dotar a todos de una visión integradora del mundo. El protagonista de la historia habrá de entrenarse en el ejercicio del pensar para ir reconstruyendo en la medida en que transforma mediante la acción y la práctica. Reconoce así el respeto profundo, la capacidad potencial de las masas, nunca requeridas de un tratamiento paternalista que las menoscaba y limita sus horizontes algo que algunos funcionarios  logran comprender.
Bajo la euforia de los 60, el imperialismo preparaba el contraataque. No tuvo empacho en apelar a la violencia del sacrificio de dirigentes africanos y con el respaldo a las dictaduras latinoamericanas. No soslayó la batalla ideológica configurada por el neoliberalismo económico y sus derivaciones doctrinales en todos los ámbitos de la sociedad. A partir del conocimiento de sus debilidades, socavó el socialismo europeo y promovió un creciente descrédito de las ideas de izquierda. Alentó el derrotismo sin el contrapeso de una respuesta efectiva. Sometida la política a la voluntad siempre expansiva de las transnacionales, impulsó acciones intervencionistas en todas partes. Las medidas de ajuste aceleraron la crisis de los territorios periféricos de Europa. Tanta fue la opresión de las masas que dio lugar a la emergencia de gobiernos progresistas en América Latina y a la aparición de focos de resistencia en Europa. Son señales que apuntan hacia un cambio de época. Pero no podemos minimizar los obstáculos. La reacción no se adormece. Se vale del poderío económico, militar, así como de un arsenal ideológico formulado desde la academia e instrumentalizado a través de los medios de comunicación.

Después de llamar a la rectificación de errores y tendencias negativas, Fidel planteó en 1987 la necesidad de rescatar el pensamiento del Che. Pero los acontecimientos se precipitaron. El derrumbe del campo socialista y el reforzamiento del bloqueo impusieron la primacía de la supervivencia. Ahora hemos entrado en una fase aún más compleja. En ella, las ideas vuelven a equipararse a un arsenal para una batalla en frentes multiplicados. Hay que recuperar el significado verdadero de cultura socialista. Un análisis a fondo de El socialismo y el hombre en Cuba revela que para el Che, esa noción no se circunscribía  a la creación artístico-literaria. Se trataba, sobre todo, de un sistema de valores. En su prolongada evolución histórica, la burguesía, después de desplazar a la Iglesia en el monopolio del saber, elaboró una visión del hombre y del mundo coherente, hecha a la medida de sus necesidades. Esa lenta acumulación precedió la toma efectiva del poder político. Contiene un legado nada despreciable. Conminados por la degradación extrema de nuestras vidas, los pobres de la tierra hemos tenido que apresurar el paso. Para salir adelante, para edificar una sociedad emancipada, justa y participativa, tenemos que rescatar a través del pensamiento, las bases de otra cultura. Por eso, el cincuentenario de El socialismo y el hombre en Cuba no puede limitarse a una simple conmemoración. Es un llamado a la conciencia de todos.
(Graziella Pogolotti / LA JIRIBILLA)

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