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El Estado Islámico, un enigma para la conciencia occidental

El Estado Islámico, un enigma para la conciencia occidental

Desde el surgimiento del Estado Islámico (EI), Occidente se pregunta cuál es su verdadera naturaleza, qué fuerzas sostienen a la organización y cómo logró afianzar su poderío en tan breve tiempo. Para buscar respuestas, Prensa Latina acudió al doctor Reinaldo Sánchez Porro, cuyo oficio de historiador lo ha llevado a hurgar en el pasado y el presente del mundo islámico por más de 20 años.
Sánchez Porro, profesor titular en la Universidad de La Habana y miembro de la Academia de Historia, argumenta que para mediados de 2014, cuando surgió la agrupación, muy pocos previeron que algo semejante ocurriese.
La guerra que enfrentaba en Siria a los partidarios de Bashar al-Assad fue el escenario propicio para que el EI reclamara un espacio, precisó el especialista.
"En Siria el afianzamiento del grupo extremista estuvo relacionado con la crisis política que vivió el gobierno hace algunos años y aún continúa.
La inestabilidad que se apoderó del país a raíz de la Primavera Árabe, condujo a una guerra entre facciones que aprovecharon los extremistas para robustecerse.
Estados Unidos se involucró en el conflicto cuando valoró que podría deshacerse de un gobierno históricamente hostil y comenzaron a financiar y armar a los rebeldes.
Sin quererlo, armaron al EI, porque esos mismos suministros que iban dirigidos a la oposición en Siria, al final terminaban en manos del autoproclamado califato cuando sus miembros se unían al EI o este eliminaba a una banda rival armada por Washington, explicó el experto.
Pese a la rápida expansión del grupo extremista, muchos expertos se preguntan si la organización tiene una línea ideológica clara dentro de las tendencias religiosas y políticas de la región.
Al respecto, aclara Sánchez Porro, "más allá del evidente apego al dogmatismo religioso y el terror, es difícil saber qué es en realidad".
"Sabemos que es sunita. Ahora bien, los sunitas tienen toda una serie de escuelas distintas. La más rigurosa es la hanbalí. Pero dentro de ella aparece el wahhabismo, cuya más notoria encarnación es la monarquía saudita.
Nadie ha podido ver un documento del EI, pero es posible asociarlos con el wahhabismo, debido a su rigor e intolerancia.
Las únicas naciones wahabbitas son Arabia Saudita y Qatar, pero una cosa es la actitud de las autoridades oficiales y otra lo que puedan hacer fundaciones privadas no relacionadas directamente con el gobierno.
La Casa Blanca combate al EI y uno esperaría que sus amigos en la región también lo hagan, pero existe una zona gris en esa alianza al punto de que los propios americanos deben preguntarse si Arabia Saudita lucha contra el EI o lo fomenta a sus espaldas.
Por otra parte, estos grupos fundamentalistas no son aliados de nadie. Y aún en el caso hipotético de que las monarquías del Golfo los apoyaran, puede que el autoproclamado califato se haya revirado contra sus propios patrocinadores".
-¿Es posible entonces que estos gobiernos no vean con buenos ojos al EI?
"Pienso que no, que se han dado cuenta de que el EI, como el alacrán, puede clavarles el aguijón en cualquier momento.
Por otra parte, hay que tomar en cuenta que dentro del llamado califato existen individuos de toda laya, desde espías al servicio de las potencias hasta aventureros y fanáticos. Una prole tan variopinta es muy difícil de controlar.
Lo que sí se ha probado es que son extremistas absolutos y que no vacilan en utilizar el terror.
El auge del extremismo y el descubrimiento de complots terroristas en países tan distantes como Australia y Canadá, España e Italia, levantó una ola de alarma en Occidente, al punto de que figuras tan destacadas de la izquierda como el estadounidense Noam Chomsky o el pakistaní Tariq Ali se pregunten si el sobresalto es desmesurado".
Después del 11 de septiembre nada es desproporcionado, comenta Sánchez Porro.
"¿Hay algo más aterrador que ese atentado que causó la muerte de más de tres mil vidas, la destrucción de un símbolo del capitalismo norteamericano?".
"El aumento del fundamentalismo tiene causas diversas y de tan difícil clasificación, que no podemos responsabilizar únicamente a un gobierno por lo que ocurre.
No podemos negar que vivimos en sociedades donde la muerte se ha convertido en una banalidad. En la televisión aparecen asesinatos por doquier y existe como una preparación para que la muerte sea una cosa admitida.
Por supuesto que Occidente -aunque tiene gran responsabilidad por lo que ocurre en Medio Oriente- debe sentir también la incertidumbre de cómo van a operar estos grupos y dónde, porque este fenómenos del extremismo está muy relacionado con la predisposición de algunas personas hacia la violencia.
Hay quienes cometen actos deleznables de este tipo sin ser miembros de una organización terrorista, inspirados por discursos que ven en la televisión, en Internet o resentidos con la sociedad en que viven.
Por otro lado, el EI utiliza muy bien las redes sociales: convierte sus matanzas en shows con imágenes que deslumbran a rencorosos, quienes después desahogan sus frustraciones personales en actos de terror.
Y es esto lo que probablemente preocupa a la población de Occidente, más incluso que las guerras en Medio Oriente, puesto que esas, a la postre, no afectan sus vidas.
El miedo obra sobre las personas de forma a veces secreta e imprevisible y puede llevar a acciones aberrantes. Esperemos que esas naciones no descarguen su temor contra los musulmanes que viven pacíficamente en Europa, Estados Unidos y otros países, quienes nada tienen que ver con la barbarie del EI", concluyó el profesor universitario.

David Corcho. En:http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=3839371&Itemid=1)

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