Evocan terremoto devastador ocurrido hace 40 años en Guatemala
Como cada 4 de febrero miles recuerdan con dolor hoy el terremoto de 7,5 grados en la escala abierta de Richter ocurrido hace cuatro décadas en Guatemala, que provocó la muerte de 23 mil personas. Alrededor de 77 mil heridos, más de 250 mil casas destruidas y cerca de 1,2 millones de seres sin hogar, fueron parte también del saldo luctuoso de esa sacudida desde las entrañas de la tierra, con epicentro a sólo cinco kilómetros de profundidad, en la ciudad de Los Amates, departamento caribeño de Izabal.
Los más perjudicados por el sismo, que de acuerdo con informes de la época interrumpió el sueño a muchas y muchos en un amanecer relativamente frío, fueron los pobladores de la meseta central y del altiplano occidental de Guatemala.
La destrucción de puentes, carreteras, viviendas; de torres conductoras de energía eléctrica, de la señal telefónica o de las radioemisoras, ocurrió en cuestión de segundos; mientras los gritos de terror y las lágrimas manaban ante la pérdida sobre todo de quienes vivían en endebles casas de adobe, aseguran.
"Guatemala está herida, pero no de muerte", declaró en ese contexto el otrora presidente de la República Kjell Eugenio Laugerud García (1974-1978), con la intención de alentar a quienes probablemente tenían bien claro que nunca volverían a recuperarse del todo de lo acontecido.
Cuentan historiadores que este fue el terremoto más cruento de los registrados en este país centroamericano, después de la secuencia de estos que azotó a Santa Marta y acabó con la ciudad de Santiago de los Caballeros, actual Antigua Guatemala, en el año de 1773.
Pero para otros la relación debe establecerse con el registrado el 26 de diciembre de 1917 a las 5:21 de la mañana y que destruyó esta capital, aunque se desconozca la cantidad de muertos y heridos por falta de previsión de las autoridades de la época.
Pocos días después tuvieron lugar otros dos consecutivos, cuya incidencia no escapa para quienes están atentos a estos temas: las sacudidas del 4 de enero de 1918, igual en la madrugada, que redujeron a escombros lo poco que quedó de Ciudad Guatemala.
Varias fuentes coinciden que en que aquel panorama desolador llevó al desplazamiento forzado de miles de personas y a la conformación de lo que ahora se conoce como la Avenida la Reforma, alrededor de la cual comenzaron a aflorar las casas tipo chalet.
El Cementerio General también quedó por tierra casi en su totalidad, así como muchas iglesias y templos, íconos de un legado admirable en términos arquitectónico.
Más la secuencia de terremotos resulta casi interminable en Guatemala, por cuanto el territorio está atravesado por múltiples fallas que devienen límite tectónico entre la placa del Caribe y la Norteamericana, entre las cuales destacan la falla de Motagua y la de Chixoy-Polochic.
De igual modo, desde el sur la placa de Cocos empuja contra la del Caribe y el Arco Volcánico Centroamericano, derivado de procesos ligados a esto, deviene razón de una fuerte actividad sísmica en alta mar y en la franja costera del suroccidente.
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