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Cuba

Solidaridad con Cuba después del huracán Irma

Solidaridad con Cuba después del huracán Irma

“Ser internacionalistas, es saldar nuestra propia deuda con la humanidad”, decía Fidel Castro. Conforme con esa visión, Cuba se deshizo mucho tiempo dando su colaboración solidaria por doquier, en distintos órdenes. Ahora, más que nunca, sería bueno que el pueblo de la isla disfrutara de la compensación a tanto sacrificio y amor esparcido por el mundo sin esperar nada a cambio.

Una evaluación preliminar realizada por Naciones Unidas mostró que 3.1 millones de personas no tienen agua corriente y miles quedaron sin hogares. Solo en La Habana cerca de 4,200 viviendas quedaron dañadas y en la provincia de Camagüey, por donde pasó el ojo del huracán, 7,900. Como resultado, unas 26 mil personas continúan en albergues.

Sin embargo, aunque "amor con amor se paga", hasta el momento apenas respondieron con acciones concretas algunos gobiernos y grupos solidarios. Entre estos:

VENEZUELA

Primer país en enviar ayuda humanitaria. La nave 2803, modelo Y-8, de la Fuerza Aérea Venezolana trasladó a La Habana 7,3 toneladas en colchones, agua y alimentos enlatados

VIET NAM

La Corporación de Comercio e Inversiones Thai Binh entregó ayuda material por valor de 150 000 dólares a la embajada de Cuba en Hanoi

PANAMÁ

Cinco contenedores llenos de arroz, aceite y otros alimentos partió este desde Colon Container Terminal, en la zona atlántica de Panamá, hasta el Puerto de Mariel. También, tres aviones hacia La Habana con unas 4 800 libras de artículos de higiene, sábanas y alimentos, entre otros productos.

BRITÁNICOS

Cuba Solidarity Campaign, organización solidaria en ese país europeo, envió una primera remesa de 10.000 libras esterlinas (unos 13.500 dólares) y pronto enviará otra similar, pues ya recaudó más de 25.000 libras esterlinas en donaciones

PROGRAMA MUNDIAL DE ALIMENTOS (PMA)

Lanzará una operación de 5,7 millones de dólares para complementar las necesidades alimentarias de 664 mil personas en los territorios perjudicados. Es decir, el PMA dispone en Cuba de 1,606 toneladas métricas de alimentos y destinará 1,5 millones de dólares de su fondo de emergencias para la compra de estos insumos adicionales.  

 

 

 

 

Gobierno de Cuba destinará 50 por ciento del presupuesto a materiales de construcción

Gobierno de Cuba destinará 50 por ciento del presupuesto a materiales de construcción

1- Los Consejos de Defensa certificarán la magnitud de los daños ocasionados en cada vivienda y aprobarán los recursos a asignar para solucionar las afectaciones producidas.

2- Para la adquisición de los materiales, los damnificados podrán solicitar crédito bancario con baja tasa de interés y devolución en mayor número de años.

3- En los casos de derrumbes totales de viviendas y de techos, el Presupuesto del Estado asumirá el pago de los intereses al Banco.

4- A las personas cuyos ingresos no les resulten suficientes para asumir los gastos, el Consejo de Defensa les evaluará la aprobación de subsidios para la compra de materiales de la construcción.

5- Excepcionalmente se aprueba otorgar subsidios para acciones constructivas en las viviendas a las personas que fueron objeto de este beneficio con anterioridad y a las que mantengan adeudos por créditos bancarios otorgados por este concepto.

17 de septiembre de 2017

 

Irma, Cuba, y el presupuesto de una nación para revertir daños por desastres

Irma, Cuba, y el presupuesto de una nación para revertir daños por desastres

Cuando ocurre un desastre natural como el que Cuba acaba de sufrir con el paso del huracán Irma, el Estado debe movilizar recursos financieros que le permitan sufragar las cuantiosas pérdidas que se producen.

Varias son las vías que permiten enfrentar los gastos de la fase recuperativa, de acuerdo con la Ley del Presupuesto del Estado, y otros mecanismos financieros existentes.

En el presente ejercicio fiscal de 2017, por ejemplo, el presupuesto estatal contempla una reserva para gastos corrientes y de capital de 200 millones de pesos, los cuales están a disposición del Ministerio de Finanzas y Precios, así como los consejos de Administración de las asambleas provinciales del Poder Popular, para sufragar gastos que no hayan podido preverse, como es ahora el caso.

Otra fuente de recursos la constituye la reserva para subsidios a personas naturales por acciones constructivas en sus viviendas, la cual tendrá como destino prioritario a las familias damnificadas, según explicó durante su visita a provincias afectadas la ministra de Finanzas y Precios, Lina Pedraza.

Es importante precisar que esta reserva en el presupuesto central se planifica sobre la base del 8.5 % del importe recaudado por concepto de impuesto sobre las ventas de materiales de la construcción a precios liberados.

De los ingresos que se captan por este tributo, el 51.5 % se destina a estos subsidios de acuerdo con las decisiones de los gobiernos provinciales, mientras que el monto restante también financia gastos de los presupuestos locales.

Para que se tenga una idea del monto de tales fondos, baste decir que según el informe de liquidación del Presupuesto del 2016, el pasado año se asignaron mil 365 millones de pesos para subsidiar la adquisición de materiales de construcción, en beneficio de más de 28 mil 500 familias.

Con independencia de estas fuentes específicas para paliar contingencias, el Presupuesto del Estado tiene también la posibilidad de ejecutar otras acciones como las transferencias corrientes y directas a los presupuestos locales, e incluso las reasignaciones o redistribución de cifras aprobadas y consignadas para diferentes destinos, dentro del marco de los límites de gastos establecidos por la ley.

No menos importante como otros mecanismos de financiamiento resultan los créditos bancarios, préstamos a los cuales pueden acudir tanto las personas como las entidades en función de recuperar inmuebles y capacidades productivas.

En el caso de las familias damnificadas, esta es una de las vías primarias y más expeditas —de acuerdo con las autoridades—, que se facilita como opción para adquirir diversos materiales y bienes, a partir de la evaluación que realizan los bancos sobre la solvencia económica de las personas beneficiadas.

También resulta una garantía en el caso de las producciones dañadas en la agricultura, la protección que representa el aseguramiento de bienes agrícolas, pecuarios y los patrimoniales agropecuarios, que están entre las principales líneas de productos de la Empresa del Seguros Nacionales (Esen).

Es preciso recordar que esta entidad prevé que en caso de ocurrencia de un siniestro —como ahora el huracán Irma— el asegurado debe avisar a la Aseguradora o al representante de la misma en su localidad, en un plazo de tres días hábiles, a los efectos de disminuir las afectaciones, prevenir daños mayores e iniciar el proceso de inspección y tasación.

Según precisa la Esen en su página web institucional, la aseguradora realizará de forma directa o a través de entidades de servicios auxiliares del seguro, la inspección de los daños y pérdidas en un plazo que no supere los 15 días naturales después de recibido el aviso de la pérdida.

El asegurado —establece la entidad— debe participar en la inspección y tasación de los perjuicios, firmando el acta correspondiente.

La indemnización que realiza la Esen deberá efectuarse en un plazo no mayor de treinta días naturales, contados a partir de la fecha en que obre en su poder toda la información necesaria para el ajuste de la pérdida.

(Francisco Rodríguez Cruz. Periódico Trabajadores. ¿Qué recursos financieros puede usar el Estado cubano para la recuperación?)

Lo que me enseñó Fernando Martínez Heredia

Lo que me enseñó Fernando Martínez Heredia

 

Nunca me he sentado en esta mesa sin que Fernando haya estado al lado mío, ni una vez. Quiero compartir con ustedes, por eso, algunas cosas que aprendí, que hay que defender, al lado de Fernando y trabajando siempre con él.
Él me enseñó que la Revolución no es un mundo de quimeras, ni una osadía muy cara, ni una añoranza muy bella. Es la hija más amada de la filosofía de la praxis, pues siempre ha ido más allá de todas las posibilidades aparentes.
Me enseñó que el Estado revolucionario debe ser muy fuerte para defender al país, pero no puede perder de vista que es un, el, instrumento privilegiado del proyecto de hacer la Revolución. Que sus instituciones deben ser, si se llaman revolucionarias, efectivas y formadoras, pero nunca puntos de llegada. Que el poder revolucionario debe estar obligado a avanzar hacia su conversión en verdadero poder popular y que los revolucionarios tienen que velar porque no degenere en poder de un grupo, que termine cerrando el paso al socialismo.
Me enseñó que Fidel y el Che fueron los más originales marxistas latinoamericanos, que lo hicieron todo por un comunismo de liberación nacional, como querían Mella y Guiteras, creador, igualitarista, insurreccional e internacionalista.
Me enseñó que la Revolución no les dio a los cubanos según su trabajo, sino por ser cubanos.
Me enseñó que la guía de nuestra actividad intelectual, como la suya, tiene que ser la de una militancia en defensa de la revolución y de la profundización del socialismo en Cuba. Pero que esa tarea era muy difícil, todo lo verdaderamente importante es muy difícil. 
Me enseñó que sólo una recuperación profundamente crítica, honradamente crítica del marxismo será capaz de cerrarle el paso a la vuelta del dogmatismo y el reformismo.
Que el investigador militante, para serlo, debe proponerse un pensamiento descodificador, anti hegemónico y totalizador, aun cuando quiera ser muy específico; tiene además que ser inquisitivo, audaz y no temer equivocarse.
Que hay que seguir combatiendo el prejuicio de que el debate y la discusión de problemas y de criterios diferentes entre revolucionarios no son convenientes. Para Fernando, el debate real, sin cortapisas, ES una necesidad crucial del proceso de creación social, sin el cual no habrá socialismo en Cuba.
Me enseñó que es muy necesario que todos conozcamos la historia de cómo el pensamiento cubano dio un salto grande hacia adelante al asumir el marxismo, pero que ello sucedió en medio de dificultades, polémicas y corrientes que cohabitaron, ganaron y perdieron.
Me enseñó que es imprescindible la libertad de cátedra y de investigación dentro de la militancia revolucionaria. Que dentro de la Revolución, el pensamiento social solo puede existir y desarrollarse y servir a la sociedad si tiene autonomía, mantiene su identidad y goza de toda libertad. Eso que tanto dice Fernando debe ser un lema: pensar por ser un militante y no a pesar de serlo.
Por eso siempre fue escudo de los trabajos valiosos que chocaban con estructuras impermeables que mantienen prohibiciones a la investigación, pues Fernando consideraba UN DEBER dar la pelea contra los que quisieran que las tareas intelectuales fuesen solo un adorno.
Me enseñó que debemos combatir las deficiencias de la socialización de las ideas revolucionarias. Que existe una muy peligrosa escisión en el conocimiento entre élites informadas y las mayorías. Que hay zonas inmensas en el silencio y el olvido y hay otras al parecer cubiertas, tratadas y atendidas, pero que presentadas de manera superficial, interesada y desde lugares comunes, resultan también muy funcionales al ocultamiento y la falsedad.
Que la gente debe apoderarse de TODA la historia, que los albaceas fraudulentos de la memoria unívoca deben ser derrocados. Que hay que asumir la historia de los de abajo, y que los José Antonio Aponte, carpintero tallador, lector del Quijote, se vuelva más importantes entre nosotros que los José Antonio Saco.
Sobre cómo deben ser los revolucionarios, siempre andaba con eso de que el joven Marx escribió con razón que la vergüenza es un sentimiento revolucionario. Me decía que no se puede perder o arriesgar un ápice de la calidad humana, que hay que conservar intacta la humanidad, que hay que mantenerse muy firme, llamarles a las cosas sin rodeos y claro, atenerse a las consecuencias. Que la modestia es la mejor de las reservas morales y que está muy apegada a la honradez. Que hay que ser muy subversivos, mantenernos muy diferentes. Pero primero, primero, ser honestos, antes de originales.
Me enseñó que se puede admirar mucho la obra mejor, tener condiciones uno mismo, y querer participar y así todo ser inmovilista. Hay que combatir el inmovilismo y quebrarlo. Hay que ser creativos e inconformes y no solo resistentes. Me enseñó que hay que trabajar por soluciones, ya que no basta con hacer un correcto planteamiento delos problemas.
Me enseñó que la dialéctica es muy necesaria y hay que mantener relaciones siempre con ella, pero que la verdadera era la dialéctica de Pablo de la Torriente quien decía que la espada tiene que ser flexible, pero de acero y siempre una espada.
Me enseñó que el revolucionario cubano debe recuperar el principio guevariano de devolver golpe a golpe y de avanzar sin retroceder, y nunca comprometer la estrategia.
Me enseñó que lo mejor era apoderarse de esa rebeldía consciente del Che: organizada, consistente, enfocada en que la gente pueda cambiarse a sí misma, en que la gente quiera, pueda y sepa dirigir el proceso, concretar anhelos y encarar las metas que otros han sugerido irreales, impracticables, ingenuas o ya imposibles, confundiendo deliberadamente el ideal con los intentos fallidos de concreción del ideal.
Fernando también me enseñó que el revolucionario no es un nostálgico, pero tiene que tener toda la sensibilidad y hasta valerse, el que pueda, de la artística, que no puede perder la capacidad de sorprenderse y mucho menos la capacidad de emocionarse.
Lloró cuando me habló por primera vez de Miguel Enríquez y lloró cuando me habló de su socio Hugo Azcuy, cuando hablamos de publicar las cartas de Raúl Sendic y me contó que los esbirros dijeron no me lo maten porque no queremos otro Guevara, y entonces le volaron el maxilar. Y después me decía: Rosario es que el mundo es todo a la vez.
Me enseñó que para construir no se puede actuar en soledad.
Me enseñó, cuando me veía muy pendiente del pasado, que para nosotros debe ser prioritario el presente y el futuro de Cuba, que no basta con vivir aquí, que tenemos que estar, estar dentro de las tensiones, estar muy definidos en la hora de las definiciones.
Me enseñó que la guerra sí, es contra el Imperialismo y el despliegue interno del capitalismo, que apuesta por conquistar el albedrío de nuestras voluntades, las llamadas vidas privadas, el adentro de nuestras casas vs el afuera de la sociedad, pero que ese combate no puede darse con armas inadecuadas y mucho menos con las que nunca sirvieron.
Me enseñó que el éxito será posible en la medida en que triunfe la alternativa de la liberación y como él dice: que triunfe el socialismo sobre el capitalismo… y el socialismo dentro de la transición socialista.
Me enseñó que hay que plantearse las tareas grandes y perseverar, y perseverar.
Nos quiso mucho, le representamos, sin saberlo nosotros, un bien, le ofrecimos mas esperanza. Siempre supo que ser revolucionario era una angustia sí, pero también una elección para la esperanza.
La primera vez que lo vi, iba ya con mis rollos del Directorio. De inmediato me cantó, y de memoria, el himno del DR 13 de Marzo. Lo conocía porque un día vio pasar una caravana de ellos con un herido por Yaguajay. El jefe del pequeño grupo les conminaba a cantarlo para protegerles el ánimo hecho polvo.
Me recibió Fernando cantando… y yo me despido de él, con la misma estrofa, de ese mismo himno:Juventud, juventud cubana, unidos por un solo ideal, estaremos POR SIEMPRE a la vanguardia, en defensa de la libertad.
Gracias, maestro.
(Por Rosario Alfonso Parodi)
*Fernando Martínez Heredia es considerado uno de los politólogos más valiosos de la historia reciente de Cuba. Testigo de las principales polémicas de los años iniciales del procesos revolucionario, devino voz indispensable en el concierto de análisis coyunturales del país. 

 

Palabras para hoy

Palabras para hoy
El jueves leí en Granma el artículo de Elier Ramírez Cañedo «Volver a Palabras a los intelectuales» y celebro su recuerdo, en el diario de mayor circulación nacional, de aquel debate memorable, en el cual, como en muchos otros momentos, remontó Fidel el escenario planteado por la coyuntura y dejó una reflexión indispensable para todos los tiempos. Sin embargo, a pesar de haber contado el autor con una página entera del diario, y dar elementos sobre la actualidad del acontecimiento, sentí que quedaron cosas por decir. Pienso que de las cosas que un historiador no puede pasar por alto.
En 2011 dediqué unas líneas al 50 aniversario de las Palabras…, a solicitud del semanario chilenoPunto Final. Las busqué ahora, confieso que motivado también por el debate en Segunda cita, y prefiero volver a algo que dije entonces, que intentar hacerlo con otras palabras. Parto del hecho de que fue en aquella intervención de Fidel que quedó plasmada, en una expresión sencilla, inequívoca, una postura que devendría paradigmática. Cimentada en un principio –tal vez sin precedente en la tradición socialista– que previniera, al mismo tiempo, los riesgos de dos excesos extremos: de un lado, el de aplastar las libertades y, del otro, el de tolerarlas en contra del proyecto revolucionario en curso.  No obstante, después del debate de 1961 y registrada en la memoria la fórmula de Fidel, hemos podido ver (y sufrir), en la posterioridad, cómo la interpretación burocrática sobre el alcance de las libertades era sometida a otros condicionamientos. Sabemos que solo diez años después, los términos «dentro» y «contra» fueron  manipulados muchas veces en referencias arbitrarias para reprimir. El artículo de Elier despacha aquella  deformación con siete palabras: «en los años 70 hubo distorsiones y errores». Una reducción incomprensible.
Recuerdo que algunas de las obras cubanas y no cubanas más significativas de aquellos años fueron proscritas y tuvo que correr agua bajo los puentes para que llegaran a manos de los lectores más jóvenes. La creación llegó a experimentar, en todas sus manifestaciones, episodios sombríos que no necesitamos inventariar aquí, vinculados con frecuencia a otras formas de discriminación. La ingeniería de lo que Ambrosio Fornet bautizó como «quinquenio gris» no se implementó contra las Palabras a los intelectuales sino, paradójicamente, a partir de una interpretación distorsionada incompatible con el sentido original de las mismas. En 1996, recordaba Armando Hart que su actuación fundacional en el Ministerio de Cultura, veinte años antes, se orientaba a «aplicar los principios enunciados por Fidel en Palabras a los intelectuales y para desterrar radicalmente las debilidades y los errores que habían surgido en la instrumentación de esa política».
La experiencia del marxismo soviético está cargada de ejemplos de una hermenéutica distrófica del pensamiento revolucionario, concebida para justificar arbitrariedades políticas consumadas o a consumar. También en Cuba, durante muchos años, la crítica de posiciones soviéticas era objeto de una severa descalificación ideológica; poco importaba que fuera justa o no. Hoy esa crítica parece intrascendente, pero los censores vuelven a alzarse, una y otra vez, para obstaculizar el disenso y el debate, ahora en torno a los problemas propios de nuestro socialismo. Como si la clave de la unidad se cifrara en exclusiones. Precisamente cuando más se necesita de la mirada crítica y cuando más inteligencia hemos desarrollado para ello. Y lo más complicado es que el futuro del pensamiento no está exento –no lo estará nunca, ni aquí ni en ninguna latitud– de la recurrencia a estas deformaciones. Es la vertiente más escabrosa de la real batalla de ideas.
Me excuso ante los lectores por esta parrafada tan larga. Fidel nos enseñó entonces, de manera ejemplar, cómo se asocian, por su naturaleza, la vanguardia política y la intelectual. Creo que Elier lo reconoce en el párrafo final de su artículo deGranma. Yo pienso también que desde entonces no han sido pocos los intelectuales cubanos que lo aprendieron y han dado muestra de ello, en la escala de sus entregas vitales. Con vuelos propios y hondo sentido crítico, algunos  fallecidos recientemente como Guillermo Rodríguez Rivera, Fernando Martínez y Jorge Ibarra, y otros vivos y en plena madurez creativa, como es el caso de Silvio, cuya lucidez celebro tanto como su talento.

Lamentablemente, a los que hemos vivido este tramo de la revolución cubana nos ha faltado la audacia de someterla al bisturí crítico del análisis histórico. Nuestros historiadores, que no son pocos, se detienen en 1959 como si un muro les impidiera ir más allá. Es una carencia perceptible y las generaciones futuras no nos van a perdonar esas tibiezas. Tal vez ya las de hoy no nos las perdonen.

¿Dónde nos colocamos?

¿Dónde nos colocamos?
El debate político en Cuba es mucho más intenso de lo que la mayoría supone, puede afirmarse que tiene connotaciones sociales y un grado apreciable de calidad, sobre todo en los círculos académicos e intelectuales.
Lamentablemente los principales medios informativos del país no han sido capaces de reflejarlo a plenitud y han sido los medios alternativos, dígase las redes sociales, nacionales y extranjeras, las que han monopolizado su difusión, con las ventajas y desventajas que esto implica.
Ello nos ha colocado en la situación de que tal parece que el debate cubano actual se explica a partir de colocarnos en ciertas dimensiones espaciales: los  lados, el centro o la periferia.
En realidad no existe un padrón común para colocar los elementos en una u otra ubicación. Algunos identifican a la izquierda con las posiciones más intransigentes. Sin embargo, detrás de esta intransigencia, muchas veces se oculta un nivel de conservadurismo que merecería ser considerado de derecha, según los parámetros que definen convencionalmente a esta tendencia. De todas formas da igual, derecha o izquierda, son términos históricos relativos y poco ilustran por sí mismos.
Algo peor ocurre con el llamado “centrismo”, una categoría inventada por alguien, no sé si propios o ajenos, y definida a partir de referencias históricas o doctrinales, que poco sirven para explicar la realidad del país. Si bien el conocimiento de la historia es indispensable para comprender la actualidad, tampoco la historia se repite miméticamente y pretenderlo solo conduce a su manipulación.
Bajo estas indefiniciones parece imposible encauzar un debate realmente provechoso y quizás esto explica la violación de normas éticas elementales a la hora de ejercerlo. Lo cortés no quita lo valiente, dice el refrán, y vale agregar que lo educado sirve para adornar la convicción, sin menoscabo de su integridad.
Más grave aún, es que estas etéreas etiquetas condicionan percepciones excluyentes, ausentes de rigor argumental, que en ocasiones se pueden traducir en políticas concretas, las cuales nos dañan a todos, porque limitan la calidad y el alcance del proceso de reflexión que requiere el país.
El resultado indeseado de estas políticas es aumentar constantemente la periferia, dígase aquellos a los que no interesa debate alguno, sobre todo entre los jóvenes. Este es el mayor peligro que estamos enfrentando, porque por el hueco de la apatía y la ignorancia puede penetrar cualquier cosa, incluido el oportunismo. 
A riesgo de que me acusen de simplista, se ha puesto de moda acusarlo a uno de cualquier cosa, prefiero explicarme la orientación que debe tener el debate nacional a partir de tres categorías de problemas: lo que no queremos, lo que sí queremos y lo que hace falta hacer para alcanzar lo que queremos o no queremos.
Históricamente, el consenso de las grandes luchas populares se ha establecido a partir de la conciencia de lo que no se quiere. En Cuba, dos movimientos revolucionarios muy abarcadores se han definido a partir de esta lógica: el anticolonialismo y el antimperialismo. 

Estas posiciones establecieron las líneas de demarcación del patriotismo cubano y han sido la brújula para identificar a los que caben o no caben dentro del proyecto de nación.
Es por eso que los colonialistas, anexionistas, plattistas y neocolonialistas han sido justamente definidos con antipatriotas y excluidos del debate nacional en cada momento, para ser colocados en el enfrentamiento con el colonialismo español o el neocolonialismo norteamericano. Tal premisa vale para la actualidad nacional.
Una vez determinado lo que no se quiere, es mucho más difícil ponerse de  acuerdo en lo que se quiere, entre otras cosas porque las opciones dependen de la propia evolución de la sociedad, los intereses específicos de los individuos, y varían debido a múltiples coyunturas. En esto radica la constante necesidad de la búsqueda de un consenso, para avanzar hacia objetivos concretos, que satisfagan las necesidades, apreciaciones y expectativas de la mayoría. Aquí se expresa la ciencia de la política.
  
En esta categoría de problemas entra el debate sobre el socialismo como sistema económico, político y social en Cuba. Evidentemente, el socialismo ha contado y cuenta con el apoyo de la mayoría de la población cubana, porque ha sido fuente de beneficios materiales y morales tangibles. No sé qué más se le puede pedir al pueblo de Cuba para demostrar este respaldo.
Pero el socialismo no significa lo mismo que hace medio siglo y muchas interrogantes nos asaltan respecto a su propia definición. Es lógico que así sea, porque estamos hablando de un proceso de transformación social que tiene que dar respuesta a dinámicas cambiantes y a veces contradictorias. Los clásicos del marxismo le llamaron dialéctica y ni siquiera fueron ellos los que inventaron el concepto.
La discusión respecto a las características del socialismo cubano es un tema abierto en el debate nacional y lo más sano es ampliar al máximo su diapasón, para poder convencernos entre nosotros. Algo así ha intentado la dirección del PCC con la discusión del documento referido a la conceptualización del modelo cubano, donde han participado amplios sectores de la población y en esto radica su importancia, a pesar de la reconocida necesidad de su constante revisión y enriquecimiento.
De todas formas, no hay que ser socialista para vivir en Cuba y gozar de los derechos que implica la condición de ciudadano. Esto incluye el respeto a la manera de pensar de estas personas y las prerrogativas de expresarla. La unidad nacional no se debilita con esta práctica, sino que se fortalece, mediante la inclusión de todos aquellos que, definidos a partir de lo que no quieren para el país, pueden ser considerados patriotas.
 
En cualquier variante, ya sea para establecer lo que queremos o no queremos, lo más difícil es ponerse de acuerdo sobre cómo lograrlo. Este es el campo donde se concreta la democracia, que no es más que crear los mecanismos para ponernos de acuerdo a pesar de las diferencias, y ello condiciona la calidad de la política.
Una vez escuché a Fidel decir que el arte de la Revolución había sido su capacidad para convertir a los enemigos en amigos. Todo lo que conspire contra esa lógica deja de ser revolucionario, la historia lo ha demostrado, da igual la geometría que se utilice para tratar de justificarlo. 
(Por Jesús Arboleya Cervera)              

¿Contra "el centrismo" o contra una posición de izquierda militante pero realista y dialéctica?

En estos últimos días ha aparecido sobre todo en nuestra prensa digital (pero que ha llegado hasta la oficial escrita) un debate alrededor de un supuesto centrismo que se manifiesta entre nosotros y al que se combate acusado de tratar de introducir el capitalismo por la puerta de la cocina utilizado como camuflaje un discurso de aparente izquierda.
El destacado y admirable poeta y revolucionario que es Silvio Rodríguez, en quien debemos celebrar ¨tanto su lucidez como su talento¨ como acertadamente recién ha escrito el compañero Aurelio Alonso (a lo que yo añadiría su honestidad y valentía intelectual), ha abierto las puertas de su blog Segunda Cita a este debate y ha expresado su criterio de que los círculos que, pretendiendo ser rectores ideológicos, desarrollan la campaña anti centrista están manifestando un izquierdismo infantil anacrónico.
No se han mencionado, que yo conozca, los nombres de los que se consideran ¨centristas¨ pero por las imputaciones que se les hacen dentro de ellos están incluidos los que proponen una mayor rapidez en la aplicación y mayor profundización de los cambios considerados en los Lineamientos y demás documentos oficiales aprobados por los máximos organismos de dirección del país.
También al parecer están involucrados los que han propuesto tener en cuenta en la realización de nuestros cambios experiencias internacionales¨, incluidas algunas procedentes de los países capitalistas, considerando sus críticos que al capitalismo hay que descartarlo completamente como fuente de experiencias a considerar pues en él  no hay aspectos positivos que puedan ser rescatados, ya que los mismos elementos que lo hacen más eficiente y productivo son los que generan la enajenación del hombre y riqueza para una minoría y pobreza para las grandes mayorías.
Realmente a mí me parece una forma maniquea de analizar y enjuiciar al Capitalismo y no sé por qué me recuerda la frase de cierto Papa católico, de sentido ideológico opuesto, pero de igual absolutismo dogmático, cuando afirmaba que ¨El comunismo es intrínsecamente perverso¨.
Cierto es que el Capitalismo como sistema económico social es un sistema de explotación despiadado y que, llegado a su fase imperialista, ha sido el engendrador del fascismo y del nazismo, del colonialismo, de las más devastadoras guerras de la historia, que tiene actualmente a la humanidad al borde de su desaparición física y que, en él, ¨no se puede confiar ni un tantico así¨.
Y es cierto que lo que se deriva de las propias leyes de su desarrollo y de las del desarrollo histórico y lo que se plantea como alternativa de solución para las masas humildes del mundo y para los problemas de supervivencia de la humanidad, es una organización socialista de las relaciones económicas y sociales a partir fundamentalmente de la teoría marxista, aunque sin dejar de tomar en consideración también otras concepciones y experiencias afines.
Pero de esto a concluir que al Capitalismo hay que echarlo por la borda como un todo único e indistinto, despreciando todo lo positivo que ha creado y desarrollado a lo largo de la historia sobre todo en la esfera de la economía, hay un gran trecho. Esto último me parece que se aparta completamente de un análisis objetivo y marxista de esa historia, de cómo pensaron y actuaron los representantes más paradigmáticos de la izquierda marxista universal y cubana y, en cuanto a la situación actual de nuestro país, es no tener en cuenta de manera realista las características de dicha situación y el contexto internacional actualizado en que esta existe y se desarrolla.
Ya Lenin en su artículo ¨Las tareas inmediatas del poder soviético¨, escrito en marzo-abril de 1918, apenas 5 meses después del triunfo de la Revolución, planteaba que en cuanto a la organización del trabajo la última palabra la tenía el sistema Taylor y orientaba textualmente ¨Hay que organizar en Rusia el estudio y la enseñanza del sistema Taylor, su experimentación y adaptación sistemáticas¨. Lo mismo lo repetía a principios de mayo de ese año en ¨Seis tesis sobre las tareas inmediatas del poder soviético¨.
En una sesión del Comité Ejecutivo Central de los soviets de toda Rusia planteo el 29 de abril de 1918 que ¨es dudoso que se pueda pasar al socialismo sin aprender de los organizadores de los trusts¨.
En 1918, teniendo en cuenta de manera realista las condiciones concretas de la sociedad rusa, planteo también que el Capitalismo de Estado ¨sería un gigantesco paso adelante¨ y que ¨nos llevara por el camino más seguro al socialismo´. Esta idea se implementó dos años más tarde cuando la aplicación de la NEP.
En abril de 1921, hablando sobre la organización de la economía decía de manera subrayada por su parte que ¨todavía se puede y se debe aprender mucho de los capitalistas¨.
En Cuba, el Che en su artículo titulado ¨Consideraciones sobre los costos de producción…¨ escrito en junio de 1963, en el que explicaba la fundamentación de las empresas consolidadas que bajo su orientación se habían organizado para aplicar el Sistema Presupuestario, planteaba que ¨Este sistema se basa fundamentalmente en la idea de aprovechar los avances existentes en la contabilidad general de las empresas capitalistas¨.
  
En un artículo posterior suyo escrito en febrero de 1964 y titulado ¨Sobre el sistema presupuestario de financiamiento¨ el Che cita un artículo de Oscar Lange cuyos criterios manifiesta compartir y en cual Lange expone los avances del capitalismo en la esfera de la organización económica que debían ser tenidos en cuenta en la construcción del socialismo.
En este mismo artículo el Che plantea que ¨Las formas de conducción de la economía, como aspecto tecnológico de la cuestión, deben tomarse de donde estén más desarrolladas¨.  Y cita, como ejemplo, los casos de la tecnología de la petroquímica, y en la rama económica lo referente a las normas técnicas de dirección y control de la producción que estaban más avanzadas en el capitalismo.
Y tiene una frase concluyente: ¨el antecesor del sistema presupuestario de financiamiento es el monopolio radicado en Cuba¨.
¿Debemos concluir que Lenin y el Che eran ¨centristas¨?
Actualmente, ¿por qué no considerar la experiencia de países capitalistas en la estructura y organización de la propiedad pública o estatal existente en el caso de los países nórdicos de Europa e incluso en países imperialistas con una propiedad pública significativa y en los cuales esta ha funcionado y funciona con mucha más eficiencia que la experimentada durante años en los países del llamado socialismo real y en nuestro propio país?
¿Por qué no considerar las experiencias actualizadas en sus estructuras, funcionalidades, métodos de dirección y mecanismos de eficiencia las de los monopolios y las transnacionales, que son las que más se acercarían a nuestras Agrupaciones Empresariales Estatales?
¿Por qué no considerar la experiencia de funcionamiento de las MYPYMES en muchos países incluyendo capitalistas donde hay una experiencia más desarrollada que en nuestro país?
¿Por qué no tener en cuenta las experiencias internacionales, incluyendo las capitalistas, en cuanto a sistemas de gobierno, parlamentarios, semi parlamentarios y presidencialistas y, sobre la base de la historia nacional desde las Constituciones mambisas hasta las de 1940 y 1976 reformada en1992, como antecedente y de la experiencia de sus textos y aplicación práctica, formular ahora la propuesta que más se aviene a nuestra historia, proyecto de modelo de sistema económico social, condiciones e idiosincrasia?
Como planteaba Lenin, en su intervención de octubre de 1921 en el II Congreso de Educación Política, creo que debíamos proponernos superar lo que el llamo métodos envejecidos, es decir los manifiestos y declaraciones generales que en su momento fueron necesarios para explicar al pueblo que cosas nuevas queríamos edificar y cómo hacerlo pero que no tiene sentido continuar rutinariamente repitiéndolos.
Si seguimos haciéndolo, advertía Lenin solo 4 años después del triunfo de la Revolución de Octubre hablándole a la misma generación que había hecho la Revolución, ¨el obrero más simple se burlará de nosotros y nos dirá: ¨Basta de explicar cómo quieres edificar, demuéstranos en la práctica como sabes hacerlo. ¡Y si no lo sabes nuestros caminos son diferentes; vete al diablo! ¨. Y tendría razón. ¨
Y concluía Lenin: ¨Ha pasado el tiempo en que era necesario esbozar políticamente los grandes objetivos y este es el momento en que hay que realizarlos en la práctica¨.
Con mucha más razón ese debe ser nuestro propósito 60 años después del triunfo de nuestra Revolución, luego de reiterados intentos y frustraciones y hablándole a la sexta o séptima generación posterior al triunfo de 1959.
En los momentos actuales, como ya he escrito en fecha no muy lejana, considero que nuestro proyecto socialista corre riesgos y peligros, advertidos ya por Fidel en la Universidad y por Raúl en el 2010 y acrecentados hoy por la situación internacional existente con una presidencia pro fascista e irresponsable al frente de la potencia capitalista mundial más poderosa y que es nuestro principal enemigo a solo 90 millas de nuestras costas.
Es el momento para que todas las fuerzas políticas e intelectuales que nos pronunciamos por el Socialismo unamos nuestras fuerzas más que nunca y debatamos con honestidad y franqueza nuestros puntos de vista sobre cómo salvar y desarrollar la obra de la Revolución, sin paranoias que vean el fantasma del enemigo en cualquier opinión discrepante de la nuestra, sin descalificaciones y calificaciones a priori, que obstaculicen el libre debate de argumentos a razón o en contra de una u otra posición o proposición y que en definitiva obstaculicen llegar al consenso necesario para hacer lo que sea necesario y hacerlo a tiempo.
Y también siguiendo las orientaciones de Lenin, debe evitarse la ¨fraseología revolucionaria¨ hueca y subjetiva, enfermedad que aparece ¨cuando en el curso de los sucesos revolucionarios se dan grandes y bruscos virajes¨, fraseología que se manifiesta en ¨una simple repetición de consignas revolucionarias, que emborrachan y exaltan los ánimos pero que carecen de fundamento y no toman en cuenta de manera suficiente las condiciones objetivas de la situación dada y de determinado sesgo de los acontecimientos¨.(Por Humberto Pérez)

Del “miedo canijo”, o de los usos del “centrismo” hoy en Cuba

Del “miedo canijo”, o de los usos del “centrismo” hoy en Cuba
El actual debate contra el “centrismo” es muy reciente (viene siendo empleado hace menos de dos años), pero la imaginación de la que procede es más antigua.
En Cuba desde los 1960 hasta hoy hemos vivido “debates” contra “quintacolumnistas”, “reformistas”, “segmentos blandos”, “diversionistas”, etc. No es solo una tradición cubana. La experiencia estalinista convirtió la etiqueta “enemigos del pueblo”, con sus epítetos correspondientes, en el eje de una política represiva que se apropió del nombre del socialismo. Tampoco es una tradición solo “comunista”. Políticas capitalistas represivas han criminalizado diferencias (y criminalizan hoy de muchos modos) a través de procesos como el macartismo.
El “debate” impulsado contra los “centristas” pretende reducir a solo dos puntos todas las posibilidades del espectro político cubano. Se sabe mucho sobre los proyectos que han defendido esa doctrina (“conmigo o contra mí”) y sobre sus consecuencias. Sabemos, de inicio, que no conviene al Estado y a la sociedad cubanas para resolver nuestras necesidades de construcción política y mejoramiento social.
La pluralidad y el aislacionismo político
Las revoluciones no son solo un cambio radical en la estructura social y las representaciones culturales de un pueblo, son también una “masa de acciones colectivas”. No hay forma de concebir de modo uniforme “esa masa”, que no sea recortando su interpretación y alcance en el discurso que la delimita y emplea.
Martí dio cabida a un amplio registro de sectores interesados en la independencia nacional y social de Cuba. Mella disputó un campo de beligerancia contra Machado con sectores de la oposición burguesa y de distintos ámbitos revolucionarios. La política de Guiteras fue defendida, entre otros, por sectores trotskistas. El partido comunista cubano pactó con Batista en 1938, pero son menos publicitados los márgenes de independencia que sostuvo. Chibás creó el partido de masas, policlasista, más grande de la historia nacional hasta entonces. Fidel Castro elaboró, con el MR-26-7, una de las creaciones políticas más originales de la historia nacional, capaz de articular a una gran cantidad de personas y sectores sociales.
En la América Latina del siglo XX no fue “centrista” el APRA peruano que preconizó explícitamente una “tercera vía” como salida frente al capitalismo y frente al socialismo de la URSS, cuya deformación ya era evidente entonces. No fue “centrista” ninguno de los ahora llamados populismos “clásicos”: “ni yanquis, ni marxistas; peronistas.” O, como decía el cardenismo mexicano: “ni liberalismo individualista ni Estado patrón”. En diálogo con esa cultura política Fidel Castro formuló la idea de conquistar la “libertad con pan, y el pan sin terror.”
No era “centrista” Rosa Luxemburgo en sus debates críticos con Lenin. No lo era Gramsci en su argumentación democrática sobre la constitución de lo nacional-popular y en sus críticas al estalinismo. No lo era Che Guevara con su denuncia al capitalismo y al socialismo soviético. No era “centrista” Hugo Chávez con su “socialismo del siglo XXI.” No es “centrista” el debate en Europa sobre la “centralidad del tablero”, que ha impulsado, por la izquierda, Podemos, en España, frente a la oligarquización de la política a manos de la derecha, nueva o vieja, y de la izquierda socialdemócrata que devino hace décadas un ala entusiasta del capitalismo neoliberal.
El problema del “centrismo”
Como ha sido empleado en este debate, el concepto de “centrismo” es muy difícil de encontrar en el debate político en cualquier parte del mundo. La razón es simple: es difícil aceptar que en Cuba, o en cualquier otra parte del planeta, un espectro político pueda reducirse, si se mira a una sociedad real, a una oposición entre dos únicos polos, entreuna sola y unívoca derecha y una única y unánime izquierda, como no es el mismo socialismo el que defienden los socialistas, que son una gran familia de tradiciones cercanas entre sí de amigos y “enemigos” fraternos, como los anarquistas, los anarcosindicalistas, los autonomistas, los consejistas, los autogestionarios, los socialistas democráticos, los socialdemócratas, los comunistas, etc. (Tampoco es idéntico el capitalismo que defienden los capitalistas, como son los casos del anarcocapitalismo o de los defensores del capitalismo regulado, pero ese es otro debate en el que no me detendré ahora.)
En Cuba no existe ninguna instancia que otorgue en derecho de propiedad exclusiva y excluyente —que es, por demás, el derecho de propiedad privada típicamente capitalista—, el monopolio de lo “revolucionario”. El motivo para no aceptar determinadas diversidades es que estén “financiadas por el enemigo”. Para proteger a la nación del programa real de la injerencia y la subversión extranjera existen leyes e instituciones. Quien trabaje probadamente en contra de la soberanía, en contra de los intereses nacionales/populares, acepte para ello recursos de una potencia extranjera y su actividad política sea dependiente de ese acceso, no puede reivindicar legitimidad para participar políticamente de una comunidad que tiene en la autodeterminación el principio primero de su existencia cívica.
Sin embargo, no puede emplearse ese recurso a diestra y siniestra para “culpar por asociación” a cuanto actor estimen los críticos “anticentristas”. (En Segunda Cita, han aparecido comentarios estrictamente falsos sobre el financiamiento de la USAID y los recursos “ilimitados” de específicos proyectos dizque “centristas”.) No existen en exclusiva derechos de la revolución y del Estado a defenderse, en ausencia de una relación de derechos y deberes con la ciudadanía y el pueblo al que se deben.
El tema del financiamiento “enemigo” se ha dirigido solo contra los medios no estatales. Es importante que varios de esos espacios hayan hecho públicas sus cuentas, que otros hayan anunciado que lo harán, y es imprescindible que lo hagan todos los que tienen presencia en el espacio público. La política, para aspirar a ser un bien común, requiere mucha transparencia. Por lo mismo, la exigencia tiene que incluir al uso de recursos públicos para poder impugnar, desde la sociedad que somos, su “privatización”, esto es, su uso exclusivista por parte de sectores con poder para hacerlo.
El debate contra el “centrismo” y los problemas nacionales
Muchas personas se han quejado en este debate de que es un intercambio entre “intelectuales” con ninguna resonancia para la sociedad cubana. Efectivamente, el término “centrismo” no tiene presencia en el tan florido e innovador español de Cuba y no formaría parte de lista alguna que enumere los principales problemas para la vida cotidiana de millones de cubanos. Pero tampoco tiene presencia en las ciencias sociales del país (en el trabajo académico en su sentido estricto) ni ha tenido presencia en el discurso del liderazgo político cubano desde 1959 hasta hoy.
En sus afanes, algunos críticos del “centrismo” han acopiado a libre voluntad teorías situadas en otros contextos como si fueran doctrinas defendidas por sus cuestionados. Por ejemplo, la teoría de la “convergencia”, que han sintetizado como la elección de los “mejores y peores” rasgos del capitalismo y del socialismo. Sin embargo, en la versión de Raymond Aron la convergencia entre ambos sistemas se produciría en una sociedad industrial semejantes en sus características. Por la izquierda, el grupo de Monthly Review caracterizó en aquel contexto a la URSS como una alternativa acelerada al desarrollo por vía no capitalista, pero que no era socialista. Ese debate era una interpretación sobre sociedades reales, no una conversación sobre “ideas”. Con un escenario por completo distinto al de los 1960 (para no hablar del estado de la industrialización cubana), con un capitalismo brutalmente concentrado y violentamente depredador, y único como poder sistémico mundial, pregonar una teoría de la “convergencia” es un delirio, y pobre será quien lo haga, pero acusar de pregonarla a quien no lo hace es un desvarío por partida doble.
Ilustrar una idea propia, seleccionando a libre voluntad contenidos teóricos e históricos que calcen dicha idea, y atribuir a otros lo que sea más conveniente para “desacreditarlo”, no parece ser análisis político ni intelectual. La intención de calificar de “centristas” a un amplio conjunto deotros no parece ser discutir la posibilidad o la inviabilidad de ciertos contenidos políticos, ni ponderar analíticamente su deseabilidad, o no, mirando a problemas reales de la sociedad real cubana —lo que colocaría el debate en un nivel intelectual superior— sino penalizar a un muy amplio campo de actores que participan del debate nacional.
El “debate” que termina autorizando desde un teclado, o peor, desde una oficina, quién es más “revolucionario”, y proyectando consecuencias para la vida cotidiana de las personas a partir de tal autorización, es algo más cercano a las discusiones sobre la fe y las herejías, que a los debates políticos del que hacen parte personas reales que construyen sentidos políticos mientras disputan a diario lo mejor para sus vidas, defienden sus ideas y sus prácticas, y tienen necesidades que solo se pueden resolver, o resolver mejor, con construcciones colectivas.
Cuando necesitamos con enorme urgencia análisis y propuestas colectivas de soluciones sobre pobreza, racismo, envejecimiento, violencia de género, bienestar social, transporte público, acceso a internet, producción de alimentos, empleo digno, salario decente, maltrato animal, seguridad social, continuidad generacional, calidad de los servicios, relaciones de mayor beneficio para la nación con su diáspora, desarrollo económico (después de un PIB en 2016 en negativo por primera vez en 20 años), ampliación y garantías de derechos, y sobre la necesidad de habilitar resistencias a la generación de relaciones capitalistas de explotación (que no han sido introducidas por los calificados de “centristas”), y otras cuestiones de interés capital para la vida del país, un reducido número de cubanos prefieren concentrar su fervor en el “centrismo” y no sobre este conjunto de problemas.
De hecho, solo ha llegado a los medios públicos la posición “anticentrista”, como tampoco llegó a los medios masivos la diversidad del debate de 2006 (la “guerrita de los correos”). Se dice con facilidad que a nuestra sociedad no le interesan estos debates, lo que es injusto por cuanto, primero, no tiene acceso a ellos. Otra cosa, bien distinta, sería que con la información disponible decidiera no hacerle caso alguno, como sucede hoy con tanta gente desconectada de la política nacional, sobre los que no muestra preocupación la crítica contra el “centrismo”.

Cuesta trabajo concebir cómo gana nuestra sociedad con este debate. Además de no concentrarse en los problemas más perentorios del país, el intercambio ha involucrado a personas con un ejercicio público valioso —que es inconcebible que puedan imaginarse como de “bandos contrarios”—. La virulencia y acritud que ha llegado a tener pueden acumular enconos duraderos, “divisionismos” estériles, exclusiones y marginaciones, en momentos en que necesitamos todo lo contrario: construir consensos, articulaciones y empeños colectivos que trabajen a favor del país y su gente. Personas como Silvio Rodríguez y Aurelio Alonso, y antes como Alfredo Guevara y Fernando Martínez Heredia, son capaces de servir de “puente” entre sectores diversos, pero son cada día menos entre nosotros por diferentes razones. Una nación necesita de “puentes” (en otras palabras, de diálogos horizontales) para conservar y desarrollar bienes públicos de importancia capital: el tejido social, la ética del comportamiento cívico, los diálogos sociales, los intercambios políticos. A nada de esto contribuye el actual debate contra el “centrismo”.
No solo ante 2018 sino ante todo lo que vendrá en el largo futuro que nos espera tenemos que construir un país en el que quepa, aquí sí cabe decir alegremente, cada vez más gente. Las palabras de Martí siguen contribuyendo a ello: “Con letras de luz se ha de leer que no buscamos, en este nuevo sacrificio, meras formas, ni la perpetuación del alma colonial en nuestra vida, con novedades de uniforme yanqui, sino la esencia y realidad de un país republicano nuestro, sin miedo canijo de unos a la expresión saludable de todas las ideas y el empleo honrado de todas las energías, ni de parte de otros aquel robo al hombre que consiste en pretender imperar en nombre de la libertad por violencias en que se prescinde del derecho de los demás a las garantías y los métodos de ella.”
(Por Julio César Guanche)