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Las Damas de Blanco y sus Damas de Apoyo

Las Damas de Blanco y sus Damas de Apoyo

 Resulta burdo hasta el eufemismo. Quién lleva toda la razón del mundo o al menos, una buena parte, nunca precisará pagar para ser acompañado en su batalla.

Por eso, resulta cuestionable la naturaleza u origen del séquito de mujeres vestidas de blanco y con gladiolos que tanto rumor despierta en estos días contra Cuba.

Entre las que marcharon durante siete días por las calles de La Habana, en marzo de 2010, están madres y familiares de los detenidos por aceptar la paga de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba para subvertir el orden en este país.

Es cierto. Pero como dice la tradición popular: “ni están todas las que son, ni son todas las que están”.

Peor todavía. De las que están, buena porción desandó calles y enfrentó obstáculos por la razón más socorrida en la historia de la sociedad humana: el dinero.

Los dólares mueven al mundo, decía el sabio de mi abuelo, quien no alcanzó a conocer el nacimiento del euro. Por suerte, pese a la prevalencia de ambas monedas en la lógica más expandida, los sentimientos empujan en más de una ocasión y rompen con el mito.

La mayoría de las informaciones difundidas por los megamedios y otros no tan poderosos, pero si cargados de ponzoña, refieren que las Damas de Blanco son familiares de “75 presos políticos de Cuba encarcelados durante la llamada Primavera Negra de 2003”.

Igual, insisten en que “han soportado el dolor de la separación, la represión, injurias y difamación por apoyar a sus seres queridos, tomando el lugar de ellos en las calles”.

Es hasta conmovedor leer que “estas mujeres caminan en silencio, vestidas de blanco y un gladiolo en la mano, por las calles de La Habana como medida de protesta por la detención de sus familiares”.

Pero el ojo crítico despierta en cuanto choca una con la acogida que la causa de estas señoras logró en poco tiempo.

En 2005, el Parlamento Europeo les otorgó el premio Sajarov a la Libertad de Conciencia; ese mismo año recibieron el Libertad Pedro Luis Boitel, y  apenas unos meses después, fueron beneficiadas con el premio a los Derechos Humanos 2006, que otorga Human Rights First.

Cantantes, parlamentarios, políticos, y personajes de muchos tipos, reconocieron la actitud de estas mujeres, su disposición a demostrar en público su presumible dolor y enfrentar los avatares de lo que tildan de “dictadura”.

Es loable. Más, oh, paradoja…¿Por qué tanta solidaridad en este caso y ojos cerrados frente a las madres que claman por el asesinato en masa de sus hijas e hijos en Palestina?

¿Cuándo llegará el premio a las que exigen justicia por sus millones de muertos en Iraq? ¿Dónde está el respeto y apoyo a las que día a día ven morir a sus frutos por cuenta de hambre o enfermedades curables en países del tercero y hasta del primer mundo?

La lista pudiera llegar a ser interminable. Mucha sangre corre en este planeta –muy poca en Cuba, por cierto- como para no cuestionarse tanta insistencia en reconocer y pregonar la causa de menos de un centenar de mujeres.

Justo o no, la causa seguida por las autodenominadas damas de blanco tiene de trasfondo una mancha en su expediente. Sólo eso explica que estas se pasearan de nuevo por las calles de La Habana, en franca provocación, con la vigilancia de algunos diplomáticos de la SINA y de la Unión Europea.

Las imágenes recorren este continente que es la Internet. Si quiere comprobarlo, basta con buscar el link: http://islamiacu.blogspot.com/2010/03/damas-de-blanco-una-mano-para-la-flor-y.html .

Hechos dicen más que palabras y en esos videos, queda claro el modo en que actúan las Damas de Blanco y el modo en que son custodiadas en su andar por los diplomáticos norteamericanos y europeos en Cuba.

Como afirma la colega Norelys Morales Aguilera, lo insólito es que siga la fanfarria de críticas al gobierno cubano y la alabanza a las “luchadoras anticastristas” sin referencias al bloqueo genocida de Estados Unidos.

Sin aludir siquiera a los millones de dólares públicamente asignados para destruir el socialismo en el país o a los miles de muertos y mutilados cubanos por el terrorismo organizado y pagado por más de una decena de gobiernos estadounidenses.

Las marchantes en la anunciada como “jornada de recordación de la “Primavera Negra” bien pudieran llamarse damas de verde o de azul, si se consideraran los dólares y euros detrás de su atuendo y sus movilizaciones, en un país donde los recursos escasean por cuenta del ahogo de una economía estrangulada con restricciones ideadas en Miami y Washington.

La misma Martha Beatriz Roque, una de las líderes de este grupo, aceptó que en una ocasión recibieron alrededor de dos mil 400 dólares para 18 de ellas. El premio debiera llevárselo por el cinismo. Buen negocio el de las nuevas “estrellas criollas de la propaganda mediática tendenciosamente anticubana”, como señala irónicamente otro colega.

Este recuerda la respuesta de la presidenta de la asociación Madres de la Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, al ser increpada sobre posibles coincidencias con esas cubanas.

“Primero, déjeme decirle que la Plaza de Mayo están en Argentina y en ningún otro sitio. Nuestro pañuelo blanco simboliza la vida mientras que esas mujeres de las que usted me habla representan la muerte. Esta es la diferencia más importante y más sustancial que hay que señalar a los periodistas.”

Las páginas de la historia argentina bien justifican la inconformidad de Hebe con tal comparación. Familiares de ella y las demás madres fueron víctimas de la represión, asesinatos y desapariciones de sus hijos y nietos.

Las damas de blanco cubanas son familiares de personas que no se ganaron nunca el respeto como reales opositores a la Revolución. Su condición de mercenarios está más que probada.

“Hasta los reporteros occidentales acreditados en La Habana están más que claros los vínculos de las señoras con el mismísimo George W. Bush, la mafia batistiana y terrorista radicada en los Estados Unidos, la SINA, y algunas embajadas occidentales”, recuerda Rafael Suárez Breff.

Eso desdice, como añade, las afirmaciones de la “portavoz” de estas, Laura Pollán, de que son mujeres libres que no obedecen órdenes de nadie y deja a la luz que detrás de cada donación que reciben, es muy probable que venga la orden de sus mentores camuflada como sugerencia.

Sus nuevas aliadas, las “damas de apoyo, aparecieron en los últimos tiempos sin otros motivos que su presumible contradicción con la política del gobierno cubano y a pocos escapa la certeza de que lo más seguro es que procuren agenciarse parte de la tajada.

Estas y no otras son las causas de la poca credibilidad de los identificados como grupos opositores en Cuba.

Ellas explican porqué -pese al refinamiento de la campaña mediática y de otros detalles en función de derribar al gobierno instaurado con el total apoyo popular, en enero de 1959- siguen las mayorías despreciando a estos mártires de última hora en tierra cubana.

 

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