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De la agresión a la violencia no media ni un milímetro

De la agresión a la violencia no media ni un milímetro

Robert N. Singer, autor del manual Psicología y deportes, definió a estos últimos así: "... promueven la salud mental, la paz del espíritu, alivian las hostilidades naturales, la agresividad. Reducen la delincuencia y la violencia".

Sin embargo, dos de los términos de esa formulación, agresividad y violencia, se han asociado al deporte como espectáculo, y no son pocas las verdaderas tragedias ocurridas cuando ambos se hacen presentes en los escenarios competitivos.

El 24 de mayo de 1964, en un partido de fútbol, en el estadio nacional de Lima, Perú, entre los equipos de Argentina y la selección local, buscando la clasificación a los Juegos Olímpicos de ese año, un gol anulado, un espectador que saltó al campo, y la policía que lo redujo a golpes, sembraron la semilla de una tragedia. Parte del público invadió el terreno de juego, cundió el pánico y el resultado final fue de 318 personas muertas.

En Heyssel, Bruselas, en 1985, en la final de la Copa de Europa (hoy Champions League) entre el Liverpool y la Juventus hubo 39 fallecidos en su mayoría asfixiados debido a las avalanchas de hinchas contra las vallas provocadas por los ultras de ambos equipos. En Hillsbourg, en 1989, por hechos similares en un encuentro entre el Liverpool y el Nottingham perecieron 96.

La tenista serbia, Mónica Seles, pugnaba por el número uno del mundo con Steffi Graff a principios de los noventa, y el 30 de abril de 1993, en pleno partido, un espectador le clavó un cuchillo por la espalda, que la alejó de las canchas 27 meses.

En el baloncesto, de la NBA, el 19 de noviembre de 2004 hubo un altercado en el partido entre Detroit Pistons e Indiana Pacers, que llegó hasta las gradas. Los jugadores Ben Wallace y Ron Artest fueron los protagonistas de la "bronca" inicial que no fue nada comparado con lo que vino después. Artest, tumbado en la mesa de anotaciones en gesto desafiante, recibió un golpe con un vaso lanzado desde la grada. El jugador de Indiana se dirigió hacia el público y la emprendió a golpes con el aficionado que creyó había arrojado el vaso. Su coequipero, Stephen Jackson, también hizo lo mismo.

¿Estamos exentos en Cuba de estas deplorables y tristes experiencias?

Justo cuando reanudábamos la 53 Serie Nacional, el martes 11 de febrero, un pelotazo, lanzado por el pitcher Vladimir García, ahora refuerzo de Pinar del Río, al villaclareño Ramón Lunar, igual que sucedió el pasado 22 de diciembre con los mismos jugadores, desencadenó la discusión entre ambos, pero con el central bate en mano.Luego vino la agresión del público a la banca pinareña y la respuesta de sus peloteros a la ofensa, lo cual causó la expulsión de uno de los atletas. Afortunadamente, aunque hubo otros bolazos y expulsados, no pasó nada más. Pero si un día la chispa se inflama con el combustible que crean esos malos ejemplos, podríamos llegar a las tragedias mencionadas, las cuales comenzaron por episodios similares.

Así como en la sociedad las personas se rigen por leyes generales de convivencia, en la alta competición también existen un grupo de normativas para garantizar la noble e igualitaria lucha por el triunfo, y son los jueces, árbitros y federativos o directivos, quienes tienen que velar por su cumplimiento. Esas regulaciones permiten diferenciar las acciones tolerables de las excesivas. Cumplirlas, y respaldar a quienes las hacen cumplir es decisivo ya.

Nuestro béisbol arrastra multitudes en una verdadera pasión y tenemos que cuidarlo todos. No puede convertirse en una cámara húngara cada vez que un jugador, entrenador o directivo la emprenda contra una decisión arbitral, o contra otro pelotero. De la agresión a un estado de violencia con consecuencias impredecibles, no media ni siquiera un milímetro.

Y los responsables, entiéndase autoridades deportivas y del deporte en cuestión tienen que regir, con orden y reglamentos (si no los tienen, han de apurarse en hacerlos) y sin contemplaciones de ninguna índole, el desarrollo de cualquier lid. Responsabilidad tienen también el público, las entidades que apoyan al espectáculo y nosotros, los periodistas. Es un asunto tan serio, que requiere de todos, en pos de conservar una de las más importantes conquistas de la Revolución, nuestro deporte y su espectáculo.

No podemos admitir la violencia en nuestras competiciones, y las medidas para evitar manifestaciones de ese tipo han de ser severas y de conocimiento de quienes asistan a la instalación deportiva, conceptualizando lo que no está permitido y las consecuencias para quien cometa una infracción que se considere un acto violento, incluso hasta una premisa de ello. Las medidas deben llegar hasta la suspensión del aficionado o los aficionados, y del estadio, para sumarlas a la derrota del equipo local, lo cual está presente hoy en los reglamentos.

No puede haber mano blanda, porque faltaría entonces la disciplina, la cual es directamente proporcional al triunfo en el deporte o en cualquier esfera de la vida. Tomamos al azar dos ideas sobre tan invocado atributo para ilustrar cuánto de vital tiene esta cualidad: "La disciplina es el mejor amigo del hombre, porque ella le lleva a realizar los anhelos más profundos de su corazón", Madre Teresa De Calcuta, y William Faulkner sentenció: "Para ser grande hace falta un 99 por ciento de talento, un 99 por ciento de disciplina y un 99 por ciento de trabajo."

 
Coletilla de un suceso anunciado

Esta es la coletilla no al artículo, de arriba, el cual ya estaba listo para ser publicado, al margen de lo ocurrido ayer en el desafío entre Matanzas y Villa Clara, en el Victoria de Girón yumurino, sino de un suceso anunciado, del cual todos somos responsables. Digo todos, porque ninguno de los que intervenimos en el espectáculo principal del país estamos exentos de esa responsabilidad. Y hablamos de directivos del deporte, del béisbol, los mentores de los equipos, los árbitros, la afición y nosotros, los periodistas, que no podemos hacer silencio ante el más mínimo hecho de esta índole.

La virilidad, la combatividad, nada tiene que ver con estas repugnantes y vergonzosas escenas de violencia, porque lo que comenzó como una agresión del lanzador Freddy Asiel Álvarez, al golpear dos veces a Yasiel Santoya y luego a Víctor V. Mesa, termina en eso, en hechos violentos, incluso hasta entre compañeros.

Pero lo más preocupante es que se veía venir porque la tolerancia tiene un límite, porque los árbitros tienen que anticiparse y porque los directores de los equipos tienen que ver más allá de lo que ocurre en el momento de una jugada o una acción determinada, de lo contrario no pueden conducir ni estrategias, ni colectivos y mucho menos exigir disciplina.

Víctor Mesa dio una prueba de ello, quitó a Santoya después del segundo bolazo, y se vio que el pelotero estaba bien, pero lo retira para eliminar una posible discusión entre él y el lanzador u otra posible vez al bate frente al mismo serpentinero. Además, había advertido al árbitro de que le llamara la atención a Asiel, no que lo botara, pero que tomara cartas en el asunto.

El árbitro Osvaldo de Paula, pareció tranquilo, incólume ante la previsión del director, y sobrevino lo que se caía de la mata, que ha terminado con un joven de 25 años como Ramón Lunar con un batazo en la cara, propinado por el matancero Demys Valdés.

Ramón Moré, director del conjunto villaclareño, ante el segundo bolazo y sabiendo que su as del pitcheo no estaba bien, debió extraerlo del montículo. Esa anticipación de la que hablamos, sirve también para proteger a los hombres de no caer en hechos como estos que laceran el prestigio del que muchos, aficionados y periodistas, reconocemos como el mejor lanzador del país. Ahora qué queda de esos epítetos, nada, la imagen que nos ha dejado Asiel es la de la soberbia, la de la ética resquebrajada y no protegida por sus profesores, que son responsables también de sus actos.

Si la dirección nacional del INDER, la de béisbol, los árbitros no juegan su papel, a dónde vamos a parar. Se ha tolerado mucho, lo que estamos presenciando en el béisbol es un atentado a nuestra propia cultura y una falta de respeto al público que asiste al estadio y al que lo ve en la TV. ¿Se puede prever esta situación? Claro que sí, pero cuando hay organización, orden, disciplina, en fin cuando hay previsión, y todo eso le ha faltado a las autoridades deportivas cubanas. De esta forma, sin jugar béisbol, no vamos a ganar ni en la Serie del Caribe, ni en ningún lugar, no por falta de oficio o profesionalismo, sino por carecer de profesionalidad.

Lunar, según nuestro corresponsal Ventura de Jesús, no tiene fractura pero sí laceraciones en la mucosa bucal y una herida en el labio superior izquierdo. Al cierre, en el salón de operaciones, le restauraban el tejido dañado.

(Oscar Sánchez. En: http://www.granma.cubaweb.cu/2014/02/18/deportes/artic01.html)

 

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