Mentiras de la moda
La moda, aunque suele ser efímera, es una mentira en la que todos queremos creer y pese a que nadie nos obliga a seguirla a pie juntillas, casi sin darnos cuenta terminamos arrastrados por la corriente.
En una época signada por el desmesurado culto al cuerpo no hay halago más socorrido y mejor recibido que “estás más flaca” y terror más infundido que “sigue comiendo de ese modo, que te arrepentirás”.
Tales comentarios son apenas manifestaciones de la generalizada fijación en lo aparente -por encima de la necesaria búsqueda de principios y valores morales-, resultante en buena medida de la expansión de una ideología atravesada por la lógica del mercado.
Este proceso arreció en los últimos decenios de la vigésima centuria y redundó en la imposición de estilos de vida e intereses, el individualismo, el consumismo, la pérdida de identidad, y la dependencia en todos los órdenes.
La moda -concebida por la Real Academia Española como “uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país, con especialidad en los trajes, telas y adornos, principalmente los recién introducidos”- sufrió los impactos de esta tendencia.
Desde que Charles Frederick Worth (1825-1895) firmó sus creaciones como piezas de arte y logró con ello renombre de celebridad, esta siguió siendo un arte, pero peor que entonces, es un negocio.
Los dividendos obtenidos por diseñadores, empresarios textiles, mercaderes y otros agentes vinculados a la industria de la moda alcanzan niveles insospechados en nuestros días.
El manejo de armas poderosas como la información, la publicidad y el entretenimiento, posibilitó a los representantes del capital convertir en necesidad el seguimiento de ciertos ritos o costumbres y la búsqueda de atuendos acordes con patrones sublimados por los canales comunicativos.
Bautizos, comuniones, bodas, fiestas de quinceañeras, navideñas, del día de las madres, de los padres, o de San Valentín, por ejemplo, más que generar alegría obligan a secundar el festín de los comerciantes y a lanzarse hacia las tiendas, en todo el planeta.
La necesidad de consumo y de seguir la ruta marcada por la publicidad mueven cada año miles de millones de dólares en virtud de las mercancías asociadas a estas celebraciones, por encima del respeto a las tradiciones, a veces ajenas a los pueblos donde procuran acuñarlas.
Es como si los seres humanos hubiéramos perdido la perspectiva frente a las maquinaciones del mercado, obligado a mantenerse en movimiento para cumplir con la principal exigencia del capital: crecer y multiplicarse, sin parar mientes en los daños a los humanos y a la Naturaleza.
-GANANCIAS DE LA INDUSTRIA DE LA MODA
Trendex -México, compañía que analiza el mercado de la ropa y el calzado, concluyó que las grandes marcas sufrieron un poco, pero fueron las menos afectadas por la crisis económica y financiera, en 2009.
Un año antes, la firma Armani obtuvo ingresos consolidados por valor de dos mil 379, 69 millones de dólares, creó 50 nuevas tiendas y con ello alcanzó el record de 539.
Esto representó un aumento de 1,5 por ciento en relación con 2007, mientras que muchas casas de alta costura tuvieron que postergar la apertura de otros establecimientos, cancelar eventos y reducir el número de invitados a sus desfiles de moda.
Aunque no corrió la mejor suerte en el entorno de la crisis sostenida hasta hoy, la casa de moda parisina Chanel S.A., creada en 1910, pudo sortear el golpe gracias al caudal acumulado.
La empresa clasificó como líder de la industria de los perfumes en la década terminal del siglo pasado y las considerables inversiones en publicidad incrementaron sus ganancias, al punto de producir una fortuna superior a los cinco mil millones de dólares.
Emporios globales de la talla de este, de Armani, de Gucci y de Versace, cuentan con la fortaleza suficiente para resistir los embates del mercado y más, cuando la situación perjudica en particular a las clases media y baja.
Sus clientes principales son personas de amplios recursos económicos, millonarios y multimillonarios, quienes pueden seguir dándose el lujo de comprar al precio más inimaginable incluso en las peores épocas.
De modo particular, las ganancias de la industria de la moda son enormes en meses como Diciembre, cuando muchas personas compran vestidos, pantalones, blusas, zapatos, y cualquier otra cosa que los haga sentir más felices con su apariencia.
Más, sin un poco de sensibilidad corre por las neuronas es imposible evitar el rechazo a los precios de objetos materiales como los bolsos de Louis Vuitton, Prada, Gucci o Chanel, equivalentes a lo que una familia promedio puede consumir en un trimestre de sus vidas y hasta más.
-LA LIBERTAD DE ELEGIR
La moda marcha a mil revoluciones por segundo y cuando uno cree entenderla, casi quedó en el pasado. Comprar, usar y desechar, parece ser lo normal en virtud de esta propuesta de asumir lo contemporáneo.
La profusión de estilos escasea y con ello queda en riesgo la libertad de elegir en ese orden en nuestras sociedades, donde progresivamente quedan sin asidero los prejuicios relacionados con el cuerpo y ganan terreno estilos de vida emparentados con la necesidad de vender.
Corrientes como la metrosexualidad, incentivada por emporios cosméticos ansiosos de ampliar sus potenciales compradores, minimizan cada día las diferencias entre mujeres y hombres.
En tanto, pantalones a la cadera, ropas hechas jirones de forma intencional, cadenas desproporcionadas en el cuello o en el atuendo, dificultan distinguir a las personas por tipos educacionales, culturales, o económicos, como antaño.
Los tatuajes, tan mal vistos en la mayoría de los hogares una década atrás, también adornan ahora lo mismo el cuerpo de un delincuente que el de un ciudadano de buena conducta y son miles lo que exhiben con orgullo, sin importar su origen, un dibujo a punta de agujas y otros instrumentos.
En este siglo, igual marcha aprisionado en un pantalón de vaquero un doctor en ciencias, que un rockero, o un político, mientras los brillos y las lentejuelas, antes recluidos al ámbito del espectáculo, reinan en todos los espacios sin recato y encandilan a plena luz del día.
Esta es la moda que, camuflada de democrática, lleva a muchas y muchos a la locura o a la frustración ante la imposibilidad de conseguir la anhelada y casi imposible diferencia, en términos de apariencia.
La compra de un par de zapatos, unas ropas u otro producto de la marca más renombrada, es entendida como la gloria y hacia esa meta encaminan sus esfuerzos miles de personas en todo el orbe, mientras mueren millones por falta de recursos para alimentarse o atender problemas de salud.
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