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El karma... para los cubanos

El karma... para los cubanos

No hay análisis filosófico ni académico respetable que pueda explicar de manera integradora y comprensible -para quienes no lo vivieron- las causas, consecuencias y hasta la certeza del desastre en #Cuba. Mucho menos, la fragmentación de una sociedad cuyas autoridades insistieron tanto en que jamás volverían a existir clases sociales o pobreza.Lo repetiremos hasta el cansancio: Las clases sociales nunca desaparecieron en Cuba y lo único que hizo el Gobierno fue tratar de engañarnos con la propaganda legitimadora del igualitarismo.

 Décadas de absoluta comunicación y periodismo de barricada, orientado a hacernos creer que vivíamos en la sociedad perfecta, que los problemas de "ayer" habían sido superados, que con la educación y la salud gratuitas, así como con el ejército de universitarios "formados por la revolución", se acabarían las diferencias.

"Cuba jamás volvería a ser como cualquier país de América Latina". La revolución se encargaría de evitar a toda costa que volvieran flagelos "extirpados" como la prostitución, el vicio, la droga, la desviación de los recursos del Estado, el fraude, la corrupción, la violencia, el riesgo para la niñez y otros miles de "problemas que solo el capitalismo es capaz de engendrar".
Luego llegó el derrumbe del socialismo en Europa. La URSS dejó de ser el "patrocinador" y el castillo de naipes dio de bruces en el piso de manera estrepitosa. Entonces cobró forma la historieta de la "pirámide invertida", un eufemismo para no decir por lo claro que la miseria, el atraso, la falta de oportunidades de crecimiento, comenzaban a concentrarse en quienes más apegados habían estado al patrón revolucionario: "Debes becarte, estudiar y a la vez aprender lo que es vivir en colectivo, trabajar en el campo y sacrificarte. Estudia y todos tus problemas se resolverán, porque en este país los únicos que pueden vivir bien son los que se sacrifican y estudian, los que se hacen de un título universitario".
Pero la pirámide terminó al revés, anclada en el piso por su punto más estrecho. Esa historia fue mucho más que una simple parada en el camino, más que un fenómeno coyuntural. Ser universitario se convirtió en ser pobre, a menos que se ganara la suerte de una "misión en el exterior" o un "carguito de dirección", que garantizara un poquito más de salario, el otorgamiento de una vivienda, un carrito, vacaciones pagadas por el Estado y otras "sutilezas" como "premio por la buena labor realizada como dirigente".
En Cuba, nunca dejaron de existir ricos y pobres, sin muchos en estatus intermedio. La pobreza estaba bien repartida entre los de abajo, cierto, pero hasta eso finiquitó. Ni la "libreta de abastecimiento" ni los "planes económicos quinquenales" resolvieron el incremento progresivo de los indicadores de atraso del pueblo cubano con respecto a otros pueblos latinoamericanos. Por ejemplo, el internet apenas comenzó a ampliar su cobertura hasta 2012, con base en obsoletos satélites rusos y un año después comenzó la trama del "cable de fibra óptica conectado a Venezuela". Y los precios prohibitivos para la mayoría a la orden del día, Etecsa se encargó de esa parte.
Vacaciones en hoteles, viajes turísticos, una caja de cerveza y un cerdo asado en fin de año...cosa de pocos. Como si comer o disfrutar lejos de casa de los días de asueto tras extensas jornadas de trabajo fuera cosa de lujo.
El helado, una soda, la carne de res, los camarones, el pescado, el yogurt, una malta, una pechuga de pollo... etcétera... prácticamente desaparecieron y cuando asomaban el rostro ya no eran asequibles para más del 90 por ciento de la población. Ahora la lista es mayor y no hay espacio para poder transcribirla.
Y lo más evidente, lo que ya nadie duda, es que los que viven mejor son los delincuentes. Quienes transgreden la ley de múltiples maneras, en detrimento de los otros. Y entiéndase por delincuente al que obra en la clandestinidad (o a cara descubierta) con tal de acumular ganancias a costa de la pobreza galopante a que redujeron hace más de medio siglo a la "Perla de las Antillas".
Todos o casi todos los cubanos fueron obligados a delinquir, porque vivir, vivir es un desafío inimaginable. La pobreza en otro país tiene cara de analfabeto, de trabajador del campo, de indígena, de negro, de excluido, de tortilla o de frijoles, de ropas de segunda, de zapatos maltrechos o de una comida al día. En Cuba, la pobreza tiene cara de ingeniero, de maestro, de técnico o doctor, con chancletas, sin papel sanitario y arroz solo...si tiene suerte.
La falsa dignidad que alimentaron los discursos revolucionarios también hizo lo suyo. Hablar de estos temas es aceptable en casa, en el trabajo, en la reunión del "cedeerre" o en el bus, pero jamás por las redes sociales de internet. Todo el que cuestiona es un mercenario, un apátrida y un traidor. El hambre es patrimonio de la nación y hay que resguardarla hasta de las miradas y oídos del mundo.
Mientras, las caravanas de cubanos crecen, y poco importa si ahora Estados Unidos pide patrocinador. Hay muchas opciones, hasta tirarse en balsa como hicieron los precursores de los años sesenta y si el mar les arrebata la vida no importa: "eran malagradecidos, porque no hay país como Cuba, donde la revolución lo da todo".
Lo más lastimero es que los que marchan, con mochilas de sueños y afanes de grandeza "porque ser cubano es garantía en cualquier parte" (como si no fueras tan migrante como el haitiano o el guatemalteco), pocas veces entienden que les tocará llegar a contextos muy similares en mucho pero también totalmente distintos al que los expulsó. Y ahí sigue el karma, porque al final, "mejor estaba en Cuba".
En parte tienen razón, Cuba es el único país donde no se trabaja, donde se recibe un salario por engañar al Estado de que se hace y donde el Estado paga para que la gente viva agradecida de su generosidad. El único problema son los jefes puestos a dedo, las trabas burocráticas, los "hijos de puta". Lo demás es bobería...y siempre llegas a tu casa a las cinco o seis de la tarde y puedes tomarte unas cervezas o un trago de ron el domingo.
Así de pobre también dejaron la mentalidad de una nación. Las aspiraciones del cubano promedio son muy limitadas y con ropas, zapatos y algún que otro lujito como el aceite, las salchichas y un perfumito, les basta. La zona de confort le dicen, aunque no sea más que zona de pobreza y dolor.
Ni una legión de psicólogos, de psiquiatras o prácticas de #mindfulness revertirán tanto deterioro de los estándares reales de dignidad, bienestar y felicidad en Cuba. Y aunque a veces lacere, cabe preguntarse ¿será que estamos condenados como pueblo?. La única lucecita esperanzadora nace del eventual contacto que miles ya están teniendo con otras culturas, con otras visiones del mundo. La migración devino una ruptura para muchas personas y desterrar el ciclo avasallador a que las condenó el "modelo cubano" dependerá de cada una de ellas en lo particular.
Nadie es responsable de la felicidad o del malestar de otros, todos padecimos por tener que deconstruirnos y reacomodarnos. Las nostalgias, las tristezas, la depresión, son el costo en buena parte de los casos. Evitarlas o revertirlas toca y hay que echarle ganas sin esperar que el milagro llegue de fuera, por "obra y gracia del Señor".

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