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Exclusión social versus seguridad en Centroamérica

Exclusión social versus seguridad en Centroamérica

Frente al crecimiento de la exclusión social casi resulta inimaginable que un día Centroamérica pueda librarse de forma definitiva del fardo pesado de violencia, crimen e inseguridad ciudadana que arrastra hace varias décadas.

Pese a la cierta estabilidad económica y política ganada por el área en su conjunto, esta sigue siendo considerada una de las más desiguales del mundo y de sus más de 45 millones de habitantes, cerca de la mitad vive en condiciones de pobreza o carece de un empleo formal.

Según la tabla de posiciones del World Ultra Wealth Report 2012-2013, mientras un pequeño grupo de mil 25 millonarios -0.041 por ciento de la población regional- acumula fortunas por 137 mil millones de dólares, más de la mitad de los centroamericanos deben recurrir a artimañas para sobrevivir en sociedades marcadas por la discriminación.

Datos de la Organización Internacional del Trabajo también muestran que el año pasado la pérdida de dinamismo económico impactó el ámbito laboral en la zona y en el presente esa situación puede provocar mayores niveles de desocupación y de las brechas entre empleos estables e informales.

Costa Rica, segundo en el escalafón latinoamericano por la incidencia del desempleo con 8,3 por ciento, es uno de los más amenazados en ese orden.

Otros factores que obran contra la estabilidad social en estas naciones son la falta de acceso a los servicios de salud, a la educación y a una justicia responsable, señala el programa Estado de la Región.

De acuerdo con ese programa, en Centroamérica nueve de cada 10 infantes en edad escolar están matriculados, pero la cobertura es de menos del 60 por ciento en el segundo nivel de enseñanza o secundaria, lo cual promueve que la pobreza ataque con especial dureza a los jóvenes.

Ese informe da cuenta del empeoramiento de los índices de desigualdad en Guatemala y Belice, en tanto en el resto este indicador mermó, fundamentalmente en El Salvador, Honduras, y Panamá.

Para el director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede Costa Rica, Carlos Sojo, el mejoramiento de la equidad no siempre conduce al desarrollo social, por cuanto podría darse el caso de que se esté dando una distribución equitativa de la pobreza, más que de la riqueza.

A su juicio, la pobreza en la región está determinada por el dinamismo económico y la insuficiente inversión social, derivada de la incomprensión por parte de casi todos los gobiernos de la necesidad de destinar recursos al desarrollo de las capacidades humanas más que a la represión.

Especialistas del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales coinciden en que, aunque algunos países mejoraron la situación política, continúan fallando en cuanto a reducir la inseguridad ciudadana por relegar el enfrentamiento a las causas de esta y dedicarse a atacar sólo sus efectos.

En contraposición a esa tendencia sugieren fomentar el bienestar social y la equidad, lo cual significaría progresar en educación y en la inserción al mercado laboral, así como fortalecer un camino de justicia que erradique la impunidad y fortalezca la investigación criminal y el control en las cárceles.

VIOLENCIA EN CIFRAS, SEGÚN LA ONU

Triste realidad divulgada a toda voz por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito es que el crecimiento exponencial de la violencia en Centroamérica convirtió a esta región en la de mayor proporción de homicidios del planeta bajo supuestas condiciones de paz.

Desde mediados del siglo XX, Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, México y Panamá registran en conjunto de cinco a ocho veces más homicidios respecto a su población que Europa y Asia.

El Estudio global sobre el homicidio 2013 de esa dependencia precisa que la relación de asesinatos por cada 100 mil habitantes en la zona es superior a los 25 puntos porcentuales.

Destaca a Honduras como el más impactado por el flagelo, con 90,4 homicidios por cada 100 mil habitantes, seguido por Belice (44,7), El Salvador (41,2), Guatemala (39,9), Panamá (17,2), Nicaragua (11,3) y Costa Rica (8,5).

El texto añade que en la etapa prevaleció la violencia en los espacios hogareños y que las mujeres fueron las principales víctimas en ellos, aunque la cifra de asesinatos de hombres de 15 a 29 años de edad en estos países superó cuatro veces la media global para ese grupo etario.

No obstante, representantes de ese organismo internacional insistieron en culpar de la criminalidad en Centroamérica a las pandillas o maras, a las cuales definieron como "grupos de jóvenes que matan para defender su identidad y pertenencia a un grupo".

EL FENÓMENO DE LAS MARAS

Sin embargo, en conversación con Prensa Latina, el sacerdote católico salvadoreño Rutilio Sánchez declaró que esas bandas delincuenciales son sólo cuestiones creadas por el capitalismo, por lo cual pueden acabarse con una política social que garantice el respeto a los derechos de las personas.

"El sistema capitalista crea mentalidad de pandillas o maras, los tratados de libre comercio son imposiciones de esas fuertes pandillas de invasores que llegan y también los bancos son los peores extorsionadores", ejemplificó.

"Esa práctica injerencista y delincuencial enseña que se puede obtener el dinero fácil a partir de someter al pueblo y por eso algunos jóvenes, casi siempre de escasos recursos y familias disfuncionales, optan por esa práctica", argumentó.

Sánchez, como otros seguidores del tema, manifestó su convicción en que garantizar la seguridad ciudadana pasa por resolver los problemas de la economía en estas sociedades, por reconstruir el tejido social, y garantizar estudio y formación a los más jóvenes, entre otras acciones.

Estas deben marchar paralelas, opinó, a una estrategia encaminada a propiciar un diálogo interinstitucional, y entre las autoridades y la ciudadanía, a partir del cual sean los pueblos quienes construyan su futuro.

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