La cultura y los vericuetos de la integración en América Latina
Los mecanismos de integración regional, creados desde que las antiguas colonias rompieran las cadenas con sus metrópolis, sentaron las bases para que surgiera la convicción de que los latinoamericanos formamos parte de una sola nación, dividida de forma artificial por quienes pretendieron mantenerla en disputa para dominarla.
La creencia de que hasta las desgracias y las alegrías llegaron a ser comunes en estos pueblos, emparentados en sus raíces y por la intrusión colonizadora que dejó profundas huellas en sus culturas, animó muchas de esas propuestas.
Pero si bien la historia aquilató de cierta manera las distancias entre los hermanos, reforzada por la cizaña tendente a separar y los cantos de sirena entonados en aras de trocar el ideal unionista, largo es el camino por recorrer y recientes acontecimientos apuntan a la eventual reversión de lo superado en ese orden en esta parte del mundo.
Un sinfín de voces corean hace bastante tiempo que la integración es la clave de la salvación para América Latina, que la unidad es indispensable como medio de autodefensa para mantener la libertad en un mundo en el cual abundan las amenazas y, sobre todo, para los menos aventajados en el tablero de ajedrez del poder a escala global.
Para progresar más en ese empeño será determinante articular tanto lazos estables de cooperación en materia económica o política, como elaborar programas educativos y culturales capaces de incentivar el respeto a lo autóctono, la libertad y la búsqueda de una efectiva relación entre todos los pueblos de la región.
El viejo sueño de la integración latinoamericana fue intentado durante los últimos dos siglos una y otra vez desde la política y la economía. Sin embargo, la falta de una conciencia integracionista –y por si las dudas, hablamos del plano del pensamiento, de los sentimientos y las emociones- impidió que el mismo fuese realidad.
Sin ánimos de fomentar el pesimismo u obrar como pájaro de mal agüero valdría reconocer que, a pesar de los progresos desde la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC, 2010), todavía esa perspectiva continúa en una suerte de cachumbambé.
Ténganse en cuenta la oxigenación de disputas fronterizas añejas en distintos puntos del continente, así como las protestas masivas que colocan al borde de la ingobernabilidad a varios estados en la misma medida en que ponen en entredicho la supuesta condición de “región de paz” de América Latina y el Caribe.
Difíciles fueron también desde los tiempos primigenios los intentos para la integración por la vía económica, a tenor de acuerdos bancarios, igualación de monedas u otras opciones. Intereses diversos impidieron adelantar en esa ruta y también obstaculizan el paso en este amanecer de siglo.
Pero existe otra vía, tanto o más enrevesada e igualmente insoslayable: la de la integración por la educación y la cultura. A tono con el filósofo mexicano Leopoldo Zea consideramos que “el día en que toda la niñez latinoamericana, jóvenes y adultos, cobren conciencia de lo que tienen de común con el resto de los pueblos de esta área geográfica, la integración se dará por añadidura”.
Se trata de llegar a una “conciencia de lo común sin negación de lo peculiar y lo propio. Conciencia de que además de ser brasileño, mexicano, argentino, etcétera, se es latinoamericano”.
En su proyecto de “integración en la libertad” este destacado intelectual propone la descolonización en la esfera del pensamiento, como eje articulador de la conformación de un modelo auténtico, basado en la libre determinación de los países enrolados en ese proceso.
Zea promocionó un pensamiento autonomista en esta zona y preconizó en varias de sus obras que la liberación total de estas naciones comenzará cuando sus pobladores tomen conciencia de la dependencia forjada por la tradición. De igual modo opinó que la búsqueda de la integración del río Bravo a la Patagonia debe sustentarse en la solidaridad, en la identificación de afanes comunes, en la similitud de acción de seres humanos y pueblos, y en el diálogo.
La confluencia de esos requisitos posibilitará adelantar en el camino hacia la unidad en la libertad y evitará la transformación de esta en anarquía, advirtió. No obstante, admitió que esta modalidad integracionista debe tener como fines prácticos el progreso y la paz. Es decir, “desde este punto de vista, teniendo a la unidad de los pueblos latinoamericanos como punto de partida para la unidad de las dos Américas y saltar después a la de todos los pueblos”.
La integración en la libertad diseñada por Zea tendría como corolario la construcción de un mundo donde lo humano alcanzara la realización plena, sin desatenderse de la aportación de la experiencia latinoamericana en la concreción de las aspiraciones de las sociedades de las restantes regiones del planeta.
En su opinión, cualquier proyecto unificador debe tener en cuenta que todos los hombres –y yo sumaría a las mujeres- son iguales por ser distintos, iguales por poseer un rostro, una carne, una situación social y una cultura, y que por ello se asemejan al resto de los hombres y pueblos.
Otro gran pensador americano, el brasileño Darcy Ribeiro, hace énfasis en la interrelación y complejidad de la cuestión de la identidad, el sujeto y la resistencia, en la misma medida en que aboga por tener presente ese aspecto al elaborar o impulsar cualquier tentativa integracionista.
En toda su obra, y particularmente en El dilema de América Latina, este demostró el afán de describir y analizar, de manera multidisciplinaria y sistemática, los procesos sociales, culturales y económicos de los países de esta parte del mundo. Como resultado de la consagración a esa meta legó la certeza de la necesidad de aunar la teoría y la práctica desde una pronunciada inclinación latinoamericanista, destinada a recuperar caminos propios.
Estas vías autopropulsadas garantizarán a mujeres y hombres de pensamiento en esta zona crear nuevos marcos conceptuales, capaces de reflejar de forma más fidedigna la realidad de estos países, a juicio de Ribeiro, cuya propuesta gira en torno a la reivindicación de la identidad latinoamericana, orgullosa de su pasado pero dispuesta a despojarse del sentimiento autodestructivo de la inevitabilidad de un destino de opresión cultural, económica y política.
Abundan los elementos que llevan a pensar que el proceso de globalización o mundialización poco espacio deja para alcanzar este ideal e induce a muchas y a muchos al escepticismo respecto al futuro de los menos favorecidos en el desorden prevaleciente. Por esto, el brasileño insiste en redoblar los esfuerzos en cuanto a la búsqueda de una identidad o identidades que permitan deslindar entre lo propio, lo ajeno y lo espurio. Acorde con esa visión enfatiza que la educación popular es un requisito sin el cual no puede darse la integración y para eso es necesario indagar a fondo acerca del conocimiento y del pensamiento, sus alcances y posibilidades.
Del dicho… ¿al hecho?
Durante el siglo de los vientos en América Latina atentaron contra la integración varios mecanismos ideados más allá de sus fronteras, como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR, 1947) y la Organización de Estados Americanos (OEA, 1948).
Estas iniciativas constituyeron expresiones del panamericanismo propugnado desde finales de la centuria decimonónica por ciertos sectores en Estados Unidos y se camuflaron tras una falsa intención de unificación, que a la larga implicaba cierto grado de supeditación de los del sur a los intereses de los capitales fuertes de ese país norteño.
Contrario a esa perspectiva afloraron de este lado en las últimas décadas programas tendentes a reanimar la colaboración entre los distintos pueblos, lo cual redundó en grado sumo en el reconocimiento mutuo e inspiró la búsqueda de nuevas vías o instrumentos de cooperación. Si de la efectividad de estos proyectos se trata cabe lanzar al vuelo una interrogante con el ánimo de alentar a buscar conclusiones propias: ¿quién puede calcular el monto de lazos afectivos creados a partir de las conversaciones íntimas de médicos y pacientes de naciones diferentes, en las miles de consultas expandidas por los rincones más intrincados de la geografía latinoamericana, bajo el signo de la colaboración en materia de salud entre distintos estados?
Súmese a eso la ligazón insoslayable, los lazos amistosos y hasta parentales que cobran vida entre maestros y educandos, entre entrenadores y talentos deportivos, entre instructores de arte y los vecinos de distintas comunidades, en fin…un largo etcétera.
Poco importa que el plátano de unos sea el banano para los otros, o que las guaguas de una parte tengan que ser identificadas como camiones. Lo importante es reacomodarse a los nuevos destinos y a sus gentes. En ese camino bidireccional aprenden unas y otros sobre lo que une más y lo que separa a sus pueblos, al margen de ideologías y credos religiosos.
Paralelo a este movimiento, de talla insospechada, el pensamiento integracionista se regenera en el plano del discurso y en acciones concretas orientadas a fortalecer los vínculos a través de la academia.
“O inventamos o erramos”, enseñó hace más de dos centurias el maestro venezolano Simón Rodríguez y por ese camino se anda en tierras, aunque sin dejar de enfrentar algunos escollos.
Educación Superior, un capítulo nuevo
Con lo acordado en el Primer Encuentro de Responsables de Educación Superior de América Latina y el Caribe, celebrado los días 12 y 13 de abril de 2013 en Nicaragua, ganó un nuevo capítulo el propósito integrador en esta región.
Durante esa cita, representantes de 23 países de esta zona determinaron articular e integrar todos los sistemas nacionales de enseñanza en el grado universitario e impulsar con ello la unidad de acciones en beneficio de estos pueblos.
Para el secretario general del Consejo Universitario Iberoamericano, el nicaragüense Telémaco Talavera, eso es lo más estratégico de lo convenido en la reunión porque profundizará lo alcanzado en el plano político en el ámbito de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
"Lo que es la CELAC en lo político lo hemos hecho ahora, en ese orden, en ciencia, tecnología e innovación”, declaró a periodistas.
Según el también presidente del Consejo Nacional de Universidades de Nicaragua, a partir de ello decidieron una agenda de trabajo con respecto a esos temas, al intercambio académico, y a la definición de programas de interés nacional para la formación de talentos. Esos planes girarán en torno a la soberanía y seguridad alimentaria, energía, salud, educación, problemas del agua, el uso de la biotecnología y otros, y aprovecharán para su concreción las capacidades científicas creadas en estos países, explicó.
El fin esencial, añadió, es resolver los problemas de nuestros pueblos y trabajar en esa lógica de unidad en la diversidad, respetando nuestras particularidades pero avanzando sobre aspectos de interés para todos. Nos interesa que independientemente de donde nos encontremos, aunque con distinto idioma, tengamos más salud, más educación, más vivienda, más bienestar, más seguridad, reflexionó.
Por su parte, el representante de la Organización Continental Latinoamericana y Caribeña de Estudiantes (OCLAE), Mateus Fiorentini, destacó la importancia de crear un marco educacional acorde con el proceso integrador en el continente.
“Establecer un marco institucional para este proceso resulta importante en el sentido de avanzar, de generar un conocimiento genuino latinoamericano y convertir a esta región en una zona independiente y soberana desde el punto de vista científico y tecnológico”, consideró.
Recordó que para los universitarios es fundamental la adopción de políticas comunes respecto al reconocimiento de los diplomas, certificaciones de graduados, y la movilidad académica, algo que puede concretarse a partir de esa cita y que recorrió un largo camino, antes, en regiones como Europa.
En tanto el viceministro de Educación Superior de Cuba, José Ramón Saborido, calificó el evento de extremadamente productivo y significó las coincidencias en criterios políticos y de integración entre los delegados de las distintas naciones representadas en la CELAC. Saborido asoció esas concurrencias a la solidaridad, identidad y unidad en este continente, y remarcó el valor de ello en medio de una compleja coyuntura internacional, más dada a la fragmentación entre naciones que a la integración, contrario a lo evidenciado en Nuestra América.
“Hemos llegado a este hermano país embargados de optimismo, el mundo sin lugar a dudas está cambiando, en algunos lugares para mal, pero en nuestro continente se destaca un cambio positivo porque nuestros pueblos están encontrando su camino de libertad, porque nos hemos unido”, opinó el funcionario y académico cubano.
En su criterio, América Latina y el Caribe están en un momento único en la historia y es importante que la Educación Superior juegue su papel y sea absolutamente pertinente, que le dé respuesta a las demandas de estos pueblos.
Durante la apertura del cónclave, que tuvo por sede el hotel Camino Real de Managua, el vicepresidente nicaragüense y general en retiro, Omar Halleslevens, instó a los presentes a aprovechar ese espacio para fomentar el diálogo y la unidad de acciones a favor de la integración en todos los órdenes.
“El desarrollo de la humanidad está exigiendo que la innovación, las ciencias e investigaciones se pongan en beneficio del desarrollo social, económico y político de nuestros países, y estamos en la línea de comparecer todos aquellos aspectos que tengan que ver con eso”, señaló.
A su vez el secretario permanente del Fondo de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura en Managua (UNESCO), Juan Bautista Arríen, significó la celebración de una reunión como esa en medio del acelerado ritmo con que progresan la ciencia y la tecnología.
“Tal contexto obliga a países y universidades del mundo a complementarse, por lo cual es preciso darse a la tarea de evaluar qué puede aportar al desarrollo común cada una de estas instituciones en América Latina y el Caribe”, comentó.
“No olvidemos que la ciencia está unida al conocimiento, este a la ciencia, la ciencia a la investigación, la investigación a la innovación, y todo esto es el campo de acción semejante a un estadio de fútbol, donde se conjuga todo para meter goles del desarrollo”, exteriorizó el delegado de la UNESCO.
En correspondencia con esos llamados, los reunidos en el Primer Encuentro de Responsables de Educación Superior de América Latina y el Caribe, tendieron puentes hacia mejores relaciones de complementariedad y sinergia, al mismo tiempo que sentaron bases para la movilidad académica.
De forma paralela araron el camino para que cobre rango de real el sueño de profesionales y estudiantes de la región, interesados en acceder al reconocimiento de sus títulos y créditos universitarios en toda la zona, algo alentado por autoridades del sector para infundir calidad a la enseñanza. Delegados a la cita en Managua concordaron en lo valioso del programa concebido para la reunión, que a juicio de la mayoría, posibilitó comprender mejor los retos a los cuales deben enfrentarse para ejecutar esos proyectos, signados por la aspiración integradora de los próceres de la independencia.
Desde la primera jornada los presentes iniciaron el trabajo en comisiones o paneles, uno de las cuales versó sobre los ejes centrales de las conferencias regionales y mundiales de la Educación Superior: La Habana 1998, París 1998, Cartagena de Indias 2008 y París 2009. También evaluaron los retos y desafíos contemporáneos de la Educación Superior, la ciencia y la tecnología en este espacio geográfico, a partir de las experiencias de las organizaciones regionales vinculadas a la enseñanza.
Entre los expositores estuvieron representados el Consejo Superior Universitario Centroamericano, la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe, la Asociación de Universidades Grupo Montevideo y la OCLAE. Otro panel trató las estrategias de integración de la Educación Superior, la ciencia, la tecnología y la innovación en estos países. Lo debatido y acordado en esos espacios redundó en la generalización del optimismo, reafirmado con la creación de una entidad orientada a fomentar la unidad y proyectos compartidos: la Asociación de Universidades de la CELAC. Ese mecanismo regional debe velar por el cumplimiento de lo convenido en el primer encuentro de Managua, que tuvo continuidad en el mes de septiembre de ese año en Panamá y después en febrero de 2014, en La Habana.
Cada una de esas citas sumó nuevas sugerencias al proyecto unionista a través de la Educación Superior, uno más de los impulsados desde la creación de la CELAC, que para algunas y algunos dados al triunfalismo -sin reparar mucho en la historia, ni en la complejidad que suponen procesos como estos- constituyó “el suceso político más trascendente de la región en sus últimos 100 años”.
Los resultados… eso es harina de otro costal, que solo “a penas y apenas” podrá llenarse algún día hasta permitirnos decir con propiedad que los pueblos que cohabitan en el espacio nuestro americano conforman más que un coro de naciones capaz de afinar y cantar al mundo en sintonía.
(Elaborado para Cuba Posible. En: http://cubaposible.com/articulos/la-cultura-y-los-vericuetos-de-la-integracion-en-america-latina-2-aa5-8-24-5-8)
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