Emigración centroamericana a EE.UU, un viaje peligroso
La pobreza y la violencia empujan cada año a cientos de miles de personas de Centroamérica a buscar el llamado sueño americano, en una travesía cada vez más peligrosa y que no siempre tiene un final feliz. Los habitantes de la región se convirtieron en los últimos cuatro años en el grupo que más se desplaza hacia Estados Unidos, uno de los países con mayor número de emigrantes entre su población.
Datos recolectados por el Centro de Estudios sobre Migración, con sede en Nueva York, indican que las personas que salieron del istmo americano con rumbo al norte y de manera ilegal aumentaron un cinco por ciento.
África y Asia -los otros dos grandes emisores- apenas aumentaron un tres y uno por ciento respectivamente, mientras que, y contrario a lo que muchos esperaban, Suramérica redujo la emisión en un 22 por ciento, al igual que Europa y el Caribe.
Semejante flujo convirtió a la zona que va desde Guatemala hasta Estados Unidos, en el principal corredor migratorio del planeta.
Para ilustrar un poco, el Instituto Nacional de Migración de México reveló que en un año detuvo a casi 200 mil personas que cruzaban el país sin documentación legal, de ellos el 90 por ciento eran centroamericanos.
La Organización Internacional para las Migraciones estima el promedio anual de indocumentados que ingresan a México rondaría los 400 mil, aunque aclara que no hay manera de acceder a un registro certero de datos.
Entre enero y julio de 2014 se detuvieron a 57 mil menores de edad en la frontera norteamericana, de ellos, más de 45 mil procedían del llamado Triángulo Norte -Guatemala, El Salvador y Honduras.
Las cifras pueden resultar un galimatías, pero muestran cuántas vidas se arriesgan debido la ausencia de oportunidades y seguridad en las naciones de origen.
En opinión de Guillermo Castillo -autor de Migrantes, los desterrados de un mundo global indiferente y excluyente- la ausencia de desarrollo y las carencias materiales, la pobreza y la falta de oportunidades son el marco estructural de estos desplazamientos.
Además, el escritor incluye en la ecuación a la violencia, un fenómeno en auge en la región y que se alimenta del narcotráfico y las virulentas pandillas o maras.
Según la organización no gubernamental Casa Alianza, solo a causa de ese flagelo más de 300 mil personas abandonaron Honduras.
La extorsión, el robo, la violencia, las amenazas y la muerte de algún pariente son algunas de las causas por las cuales la mayoría sale del país, precisó la institución.
Asimismo, una encuesta de CID Gallup precisó que el 65 por ciento de los nacionales emigraría si pudiera.
Es necesario aclarar que varios de los países de la región poseen tasas de homicidios muy elevadas, mientras que otros manejan indicadores de pobreza bastante desalentadores.
Migran quienes tienen más posibilidades; se pierden líderes, se rompe el tejido social, se complejiza la posibilidad de construir programas hacia el desarrollo, afirma la investigadora Amparo Marroquín.
Sin duda, la emigración es un escape para muchos, pero a la vez se convierte en un problema cada vez mayor, dado que no se vislumbran soluciones en la raíz del fenómeno, mientras las estructuras clandestinas para facilitar el tráfico aumentan, y con ellas el peligro.
Emigrar no es tan sencillo, pues a veces el camino hacia el norte se transfigura en pesadilla y no todos los que emprenden la ruta llegan al destino.
En algunos casos son interceptados en las fronteras o en Estados Unidos, donde pueden ser atrapados en alguna redada y deportados al país de origen, una práctica cada vez más habitual.
Otros abandonan el proyecto a mitad del camino debido a la falta de dinero, incapacitados de pagar coyotes y otros costos.
Sin embargo, los que peor suerte corren son las víctimas de maltratos, secuestros, violaciones, robos, asesinatos y desapariciones, situaciones que se repiten cada día.
Las denuncias son directamente proporcionales a la impunidad con que se cometen estos crímenes.
La precariedad del viaje mismo, la irrupción de fronteras, el tratamiento de ilegal, deja fuera de los marcos legales de cada país y sus instituciones a los hombres y mujeres que se aventuran en esta odisea.
Las arduas trayectorias y riesgosos recorridos de los migrantes son un recuento fehaciente de las deudas y promesas pendientes hacia estos centroamericanos, asegura Castillo.
En estos casos, el estado de derecho y los sistemas normativos y jurídicos son sólo letra escrita y no hechos, acotó.
La migración -denunció- se ha vuelto una dolorosa y dramática metáfora del desarraigo forzado, de la salida obligada para intentar sobrevivir, pero también de la indiferencia y desdén estatal hacia los marginados y excluidos.
Por el momento, la emigración centroamericana permanece en la paradoja de escapar de la pobreza y la violencia por una vía igual de peligrosa y precaria, una historia que está lejos de terminar.
De Daniel Urbino. En: http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&idioma=1&id=4560831&Itemid=1
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