Suramérica: secretos entre las piedras
La historia sudamericana tal vez sería más exacta si algún día lográsemos descubrir todos los secretos escondidos entre las piedras de sus ciudades, fuentes de orgullo local y regional.
Pese al desarrollo irregular de la arqueología en la región, es sabido que en los territorios conquistados por España llegaron a construirse al menos 225 urbes en los primeros 100 años de este proceso.
En lo que a sus rasgos se refiere, estas ciudades obedecían a las reglas establecidas por las leyes de la metrópoli: semejaban un marco de ajedrez, que rodeaba la plaza central, donde estaban situados los edificios más importantes de justicia, administración y religión.
El estilo damero, como también es identificado, implicaba igualmente la regulación de la distribución de los pobladores del lugar, siempre a favor de los funcionarios públicos y comerciantes más acaudalados.
Tales personajes, con su comitiva de esclavos africanos, sirvientes e indígenas, residían en lujosas mansiones alrededor de la plaza mayor o central, mientras que las personas dedicadas a otros oficios y de menos recursos vivían más alejadas de esa área.
Los marginados a los bloques periféricos, en sociedades estratificadas de este tipo, eran clasificados como plebeyos y hasta distinguidos por razas, status, color de piel y aspecto general.
La fuerza de la iglesia fue sin duda la característica principal de la cultura sudamericana, mas en ciertas áreas controladas por los españoles, algunos religiosos procuraron proteger a los nativos de la agresividad de los conquistadores.
Contra el horror de que fueron víctimas los indios en esta y otras zonas, se manifestaron los jesuitas de modo particular, sobre todo en lo que denominaron Paraguay -que incluía a Uruguay, el norte de Argentina y el sur de Brasil.
En esos territorios crearon para los guaraníes una treintena de comunidades o pueblos misioneros desde 1588, que abarcaron a 100 mil personas.
Estas reducciones, como también trascendieron, estaban situadas alrededor de una plaza central, a cuyo lado se encontraban la Iglesia y los depósitos o almacenes.
En el otro extremo del círculo eran erigidas amplias construcciones destinadas a albergar a los indios, a razón de unas 100 familias o más por cada una de ellas.
Además de la cristianización de los pueblos originarios de estas tierras y de los dividendos obtenidos con su trabajo, estas misiones jugaron un rol estratégico en la protección del territorio bajo hegemonía hispánica, en contra de los invasores de São Paulo.
Con la partida de esa orden, por edicto de la Corona española, las misiones fueron desintegradas de forma paulatina, y apenas hace medio siglo, sus ruinas comenzaron a ser investigadas con mayor seriedad.
En Brasil, donde la estructura arqueológica ha sido más activa y regular, el interés de los investigadores en las misiones llevó en 1985 a un acuerdo entre el Patrimonio Brasileño y tres Universidades del Estado de Río Grande do Sul.
Desde entonces, las temporadas de campo son regulares, apuntando a transformar los sitios arqueológicos de São Miguel, São Lourenço y São João en verdaderos museos al aire libre.
En el territorio que abarcaba la antigua colonia portuguesa, varias causas incidieron en un desarrollo más lento en el orden arquitectónico y también en los estudios sobre esta materia.
Mas, en las últimas centurias, las ciudades de ese país se erigieron en símbolos poderosos de lo que implicó para la nación la leyenda del Orden y Progreso, implícita hasta en la bandera republicana.
Desde la proclamación de la República, en 1889, Brasil quedó sumergido en un letargo de modernismo, que se evidenció sobre manera en la lucha por la excelencia en las localidades urbanas y llevó a muchos a considerar cualquier edificio moderno mejor que uno viejo.
Esto explica en parte la transferencia de la capital de Río de Janeiro a Brasilia (1961), ciudad construida bajo cánones contemporáneos, cuya creación también respondió a variables económicas, políticas y sociales.
La inmensa megalópolis de São Paulo, capital económica de Sudamérica, en opinión de algunos es el ejemplo más claro de lucha contra el recuerdo material: en menos de cuatro décadas, esta sobrepasó el papel desempeñado por Río de Janeiro y Buenos Aires en etapas anteriores.
Tanto las modernas ciudades, como las legadas por los ancestros de la región, esconden incontables respuestas y tal vez esperan porque especialistas de diversas ramas unan sus saberes para revelarles los misterios contenidos entre sus piedras.
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