América Latina ¿mujeres al poder?
La participación femenina en distintos eslabones de poder creció en los últimos lustros en Latinoamérica y el Caribe. Aunque faltan muchos espacios por ganar, cada vez son más las congresistas, parlamentarias, diputadas, juezas, alcaldesas, gobernadoras, empresarias y ministras hasta de las Fuerzas Armadas.
Esta corriente tiende a incrementarse en correspondencia con el desprestigio de los partidos tradicionales y la urgencia de cambios en los ámbitos locales, como consecuencia de las políticas adoptadas en las últimas décadas y que dieron al traste con todo vestigio de desarrollo a favor de las mayorías.
Tales factores inclinan a apelar a la capacidad de las mujeres para influir en el progreso de sus países y en virtud de ello, madres, esposas, amigas, compañeras de trabajo o familiares, empiezan a ser consideradas cada vez más aptas para asumir puestos de importancia y disputarle la hegemonía a sus contrapartes masculinos en todos los ámbitos.
Pero los registros dejan mucho que desear a quienes insisten en que el siglo XXI debe contemplar una revolución en las concepciones androcéntricas legadas de antiguas generaciones: según estadísticas del Fondo de Población de Naciones Unidas, las mujeres son mayoría en el mundo, pero sólo el 16 por ciento de ellas representan a los parlamentarios y menos del cinco por ciento a los gobernantes.
En el contexto latinoamericano, la participación efectiva del sector en la política y la administración en cualquiera de los poderes estatales todavía es limitada, a pesar del avance en el campo legislativo.
Según la Unión Interparlamentaria, las elecciones celebradas en ese eslabón de poder durante los últimos años colocaron en la delantera a la región y ejemplo en ello es Cuba, que mantiene una posición privilegiada en el mundo, sólo superada porRwanda, con el 48,8 por ciento, y Suecia, con 47,3 por ciento.
Tras las elecciones a la Asamblea Nacional del Poder Popular- Parlamento cubano- efectuadas en enero de 2003, el 36 por ciento del órgano legislativo del archipiélago quedó ocupado por mujeres, pero esa cifra ascendió a 43,18 por ciento en los comicios de 2008. Esto significa que de los 609 escaños, 219 correspondieron a ellas.
La nación caribeña cuenta con más del 35 por ciento de féminas dirigentes y estas representan 66 por ciento de la fuerza técnica y profesional de nivel medio y superior, detalló Magalys Arocha, encargada de Relaciones Internacionales de la Federación de Mujeres Cubanas.
Con tal ascenso, Cuba desplazó a Argentina del lugar cimero que ocupaba en América Latina, con 40 por ciento, y a Costa Rica, con 37 por ciento. Perú ocupa el puesto número 17 a nivel internacional, en tanto Ecuador llegó a 25 por ciento, México a 22,6 por ciento y República Dominicana a 19,7 por ciento.
Un aumento también se registró en El Salvador, donde el incremento de la participación femenina respecto a la legislatura pasada es de seis por ciento, y en Nicaragua subió a 5,4 por ciento.
De acuerdo con Anders B. Johnsson, secretario general de la Unión Interparlamentaria, también 11 de las 35 jefas de parlamento en el orbe están concentradas en el Caribe.
No obstante a estas cifras, la subestimación de las potencialidades sigue siendo un problema para enfrentar por latinoamericanas y caribeñas, obligadas a convivir con la consideración de que la maternidad o los deberes hogareños les impiden asumir roles similares a los hombres.
Las mujeres continúan siendo una minoría en los cargos más altos del Estado: de los 150 Jefes de Estado a comienzos de 2008, solamente 7 eran mujeres, dos de ellas en esta región: Cristina Fernández, en Argentina; y Michel Bachelett, en Chile.
Donde rigen leyes de cuotas para el parlamento, las mujeres ocupan en promedio 20,3 por ciento de los curules establecidos, al mismo tiempo que en los carentes de iniciativas de este tipo sólo detentan 13,7 por ciento, según la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL)
De ello se infiere que, de no aplicarse cuotas de género en todos los países del subcontinente, las mujeres tendrán que esperar hasta el año 2052 para ocupar apenas 40 por ciento de los escaños parlamentarios.
Esta tesis es sustentada a partir de otras cifras: pese al camino recorrido en el orden parlamentario y a las buenas intenciones anunciadas por algunos gobiernos, las mujeres ministras son una en Nicaragua y en Belice, dos en Uruguay, El Salvador y Guatemala, tres en Panamá, cuatro en Honduras y cinco en Costa Rica.
Por ello, la batalla por la ampliación de la presencia femenina en estos espacios y la contribución al sostenimiento de tales conquistas debe seguir. Si bien es un logro el ascenso de las mujeres a puestos relevantes, cabe profundizar en la educación de la sociedad para aceptar la igualdad como derecho de vida.
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