Latinoamérica: dependencia y comunicación
La lucha de los latinoamericanos por liberarse de la dominación interna y de la dependencia externa empieza con el siglo XX, pero en el plano cultural, esa batalla alcanza preponderancia en los 1970. Una de las aristas de este despegue es la investigación científica en comunicación, comprometida con el cambio estructural, en beneficio de la democracia.
La renovación de las técnicas narrativas, poéticas, cinematográficas, musicales y otras de índole cultural, también acompañaron a este movimiento, que incluyó cierta radicalización del discurso político y de las conceptualizaciones teológicas y en las ciencias sociales.
Este proceso coincidió en el tiempo con la efervescencia revolucionaria desplegada por el subcontinente bajo la impronta de la Revolución Cubana (1959), pero mucho agradeció al inconmensurable valor del caudal acumulado en materia cultural e intelectual en los países situados al sur del Río Bravo y a su capacidad de generación.
En la época, numerosas casas editoriales extranjeras catapultaron a la fama a los escritores de la zona- identificados con el nacionalismo y hasta con las ideas socialistas en boga- y las costumbres, tradiciones e historia de los pueblos sobre cuyas experiencias descansaba el "realismo mágico", que deslumbró a la "culta" Europa.
Teóricos concuerdan en que quizás ello responda a que, para entonces, allende el Atlántico empezaba a vislumbrarse el progresivo agotamiento en el campo de las ideas y la falta de estímulos a la generación de ideologías y mitos sociales capaces de movilizar energías favorables al enriquecimiento efectivo de la vida humana.
La genialidad de hombres que colocaron a Europa en la cúspide del pensamiento y las artes en otras etapas- como los filósofos de la antigüedad, los grandes exponentes del renacentismo, del iluminismo, la revolución industrial o el marxismo-, pocas veces fue superada. Por el contrario, en el transcurso de la decimosegunda centuria predominó, de forma gradual, un pensamiento fragmentado y parcializado, en defensa de un solo modo de concebir el desarrollo.
Para América Latina, en contraposición, la década de los sueños supuso el ascenso de la llamada izquierda, de los movimientos guerrilleros y de liberación nacional, pero también, la proliferación de ritmos musicales, corrientes literarias, filosóficas, religiosas y de todo tipo, casi siempre orientadas a impulsar transformaciones sociales para bien de las mayorías.
El espíritu unificador prevaleciente en el período se evidenció, igual, en la voluntad de reconocer la identidad compartida por los pueblos del subcontinente y en el orgullo por la prolífera novelística cuestionadora emergente.
Esta forma de narrar lo cotidiano demostró la asimilación de los códigos de la literatura universal y de la cultura masiva moderna, más logró romper con esquemas foráneos, con tal de representar las experiencias de estas naciones y traspasar los límites del cientificismo occidental.
Los realizadores cinematográficos también procuraron un singular modo de hacer en ese ámbito, en tanto sacerdotes y religiosos católicos de la región, encaminaron la reinterpretación de la palabra de Dios, estampada en la Biblia.
La Teología de la Liberación, cuya aparición es situada por algunos en 1968, derivó del cuestionamiento al estilo occidental de concebir la relación entre los seres humanos y sus deidades y redundó en múltiples aportaciones doctrinarias latinoamericanas sobre la cuestión. Todas, en sincronía con la más genuina tradición apostólica y magisterial del catolicismo, pero preponderando la opción preferencial por los pobres.
Tampoco las Ciencias Sociales quedaron al margen de las reevaluaciones en la etapa: el desarrollismo propugnado por la Comisión Económica Para América Latina y, su contraparte, el dependentismo marxista, incitaron a una caracterización específica de la historia y de las dimensiones de lo social, al mismo tiempo que centraban sus análisis en problemas como el desarrollo, la dependencia y la revolución.
-. Escuela de Comunicación en América Latina
Estas corrientes renovadoras abarcaron las Ciencias de la Comunicación Social en América Latina, cuyos teóricos no siempre lograron desprenderse de los patrones racionales emanados de los centros intelectuales de los países centrales.
Para el mexicano Javier Esteinou, desde la expansión de los medios de difusión electrónica por la región, las investigaciones comunicológicas en esta parte del mundo atravesaron por tres momentos: la fase clásico-humanista (1900-1945), la fase científico-teórica (1945-1965) y la fase crítico- reflexiva (1965-1984).
Esta última difiere por el agotamiento de los modelos de desarrollo implementados y en correspondencia, por la comprensión de la urgencia de romper con esquemas conceptuales colonizantes.
En esa coyuntura, germinó una nueva etapa intelectual, que examinó la comunicación como parte de los procesos de reproducción estructural de lo social y contribuyó a enriquecer la teoría de la comunicación, al abrir ampliamente la temática de la observación.
Problemas sobre la estructura de poder de los medios, los flujos de información, las condiciones sociales de producción de los discursos, la socialización de las conciencias por las industrias culturales, la democratización de los sistemas de información, la subordinación y dominación de las culturas nativas, la apertura a la comunicación alternativa popular, el impacto de las nuevas tecnologías, la instauración de un nuevo orden mundial de la información, la construcción de una nueva hegemonía, entre otros, fueron incorporados a la reflexión en materia de comunicación.
En la etapa, despegó la tendencia a asimilar los aportes de la economía, la historia, la antropología, la sociología, la ciencia política, el psicoanálisis, la lingüística, la biología, entre otras, para explicar los fenómenos de la comunicación y avanzó la comprensión histórica de la función de los medios, al concebirlos como parte de la totalidad social.
La periodización defendida por Esteinou contrasta con la sugerida por C. Catalán y Guillermo Sunkel, para quienes la producción intelectual vinculada a la comunicación atravesó por cuatro momentos en Latinoamérica en el siglo XX: el primero data de los años 1950- marcado por las tendencias funcionalistas-; un segundo, desde finales de los 1960 hasta principios de los 1980- dominado por las corrientes críticas-; un tercero, inserto en el segundo; y un cuarto, a partir de los 1990.
En el segundo y tercer momento, distinguidos por Catalán y Sunkel, predomina la conocida por teoría crítica y tienen lugar los primeros intentos de crear un paradigma autóctono, las Políticas Nacionales de Comunicación. Con estas, la lucha contra las transnacionales de la información y el derecho de todos los sectores a participar en los procesos de comunicación, quedó legitimada.
Según la cubana Ileana Medina Hernández, aunque en este período logró delinearse una línea de investigación sobre los usos sociales de los medios, que retomaba los enfoques de usos y gratificaciones, ésta no tuvo grandes dimensiones ni aportes.
Preocupados por el estudio de la propiedad sobre los medios, de las grandes transnacionales de emisión, del contenido ideológico que se suministra en los mensajes, los grandes olvidados fueron los sujetos, es decir, los procedimientos de consumo y recepción de los medios, señala esa autora, en base a consideraciones de teóricos latinoamericanos.
Es la obra de Medina Hernández, una tentativa de cubrir el déficit en los acercamientos al quehacer intelectual en la región en materia comunicológica a finales del siglo XX. En ello radica su mérito esencial y en el análisis que ofrece acerca de las aportaciones a los estudios de recepción, realizadas por Jesús Martín Barbero, Néstor Canclini, Guillermo Orozco, y Valerio Fuenzalida.
Más allá de los capítulos dedicados a estos pensadores, Medina Hernández apenas destina casi tres páginas a evaluar la trayectoria de la investigación en comunicación en América Latina, sin ahondar en el contexto histórico del período que intentó abarcar.
Todo científico social vive en una sociedad determinada y por más que insista en distanciarse de las relaciones predominantes en ella, termina reflejándolas en su labor. Los investigaciones científicas, en muchos casos, son espejo de las convicciones y actitudes ético- ideológicas de sus autores.
De allí, la importancia de no perder de vista- al analizar la trayectoria del discurso comunicológico en Latinoamérica-, la coyuntura en la cual surgieron pronunciamientos individuales, instituciones y publicaciones, acerca del tema, para acercarnos más a su significado y enfatizar en el modo en que cambiaron o al menos removieron, la manera tradicional de hacer y de decir en la rama.
El cuarto momento delimitado por Catalán y Sunkel está entrelazado con procesos desatados en medio del declive de las utopías socialistas, del derrocamiento de las dictaduras militares en el subcontinente, y de la expansión del uso de las modernas tecnologías, lo cual propició cambios sustanciales en un continente de riqueza cultural inigualable.
La aceptación del papel del sujeto en esta coyuntura, supuso un reconocimiento de la diferencia, de la heterogeneidad, de la diversidad, de la subjetividad, de la relatividad de los procesos sociales, y ello complejizó los objetos de investigación. Una visión más antropológica ganó espacio frente a las influencias estructuralistas y desde la comunicación de masas, tomaron auge los estudios sobre el receptor.
Medina Hernández señala como característica esencial de los estudios generados a partir de la última década del siglo, el desplazamiento de un enfoque estrictamente comunicativo a otros de tipo culturales. En tanto, otros autores pusieron en entredicho la confluencia de interpretaciones atravesadas por la lógica posmodernista, proclive a legitimar nuevos esquemas de poder y modos de sumisión o caer en el extremo de priorizar al individuo sin considerar los conflictos y determinaciones macrosociales.
Otras periodizaciones de los estudios comunicológicos en América Latina surgieron entre 1960 y el 2000. Salvando las distancias entre ellas, todas coincidieron en destacar la incidencia de los vaivenes políticos en el área en la creación intelectual respecto a la cuestión.
En estos países prevalece el anhelo de construir una teoría latinoamericana de la comunicación, por oposición a las concepciones hegemónicas originadas en los centros de poder y capaces de reflejar la especificidad de los fenómenos comunicativos en una zona marcada por una realidad diferente.
Valerio Fuenzalida y María Elena Hermosilla defienden que los estudios de recepción serían una contribución valiosa a las nuevas teorizaciones y una originalidad latinoamericana, porque son casi inexistentes en otras partes del mundo.
La superación del subdesarrollo y la potenciación de la democracia, subyacen en los proyectos elaborados en base al legado histórico, a las condiciones sociales, económicas y políticas, en Latinoamérica. Ello explica el propósito común de incentivar la participación popular, el respeto a los derechos y formas de vida del otro, y estimular la creatividad y protagonismo de los disímiles actores sociales.
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