Crisis global: más que finanzas en quiebra
Sigo atada a la sorpresa: el planeta y la especie humana están en peligro de desaparecer y sólo se reiteran informes sobre alzas de precios, quiebras de empresas, desajustes en las bolsas y rupturas económicas.
Para algunos encargados de informar u orientar a los consumidores de los mensajes comunicativos, la crisis -desatada a partir del estallido hipotecario en el sector inmobiliario estadounidense, a mediados del año 2007, y expandida por el mundo con posterioridad- apenas trasciende lo financiero.
Frente a la complejidad del acontecimiento más grave vivido por el capitalismo en su trayectoria de más de cuatro siglos, parecen desconocer la conexión entre esta crisis y otras que irrumpen por primera vez: la medioambiental, la energética, y la hídrica.
Como recuerdan múltiples páginas de la historia, nada de eso ocurrió en el ámbito de la Larga Depresión de 1873- 1896 o de la identificada como Gran Depresión, desplegada en los primeros años de la década de 1930 y considerada un factor desencadenante de la Segunda Guerra Mundial.
La crisis sistémica de la cual somos testigos en esta centuria, todavía es presentada por algunos como una de las habituales cíclicas del capitalismo, pero tal vez sea una señal desde el futuro.
Resulta imposible sobrevivir siguiendo la lógica de un modo de producción en virtud del cual la gente vive de préstamos sin garantías y termina desconfiando hasta de su sombra, si no muere de hambre. Pero peor que la arista financiera o espiritual del asunto, es la crisis ecológica.
La civilización nuestra descansa en el consumo permanente de energía, sobre todo de petróleo, y está demostrado científicamente que de continuar el nivel de explotación actual las reservas se agotarán en las próximas dos a tres décadas.
El ascenso desenfrenado del precio de las materias primas, sobre todo del combustible decisivo en estos tiempos, pudiera tomarse como símbolo de la llegada de una nueva época.
Al margen de las fluctuaciones en los precios del petróleo y la búsqueda de fuentes alternativas, el consumo sigue en escalada y poco o nada se escucha o lee sobre nuevos yacimientos. En cambio, especialistas aseguran que la población mundial crecerá en 50 por ciento en esta primera mitad de siglo.
Tales estimaciones de la división de Población de la Organización de Naciones Unidas, chocan con otras estadísticas y despiertan el escepticismo ante la urgencia de producir más alimentos con menos agua.
El incremento de seis mil 800 millones a nueve mil millones de personas en 2050 -49,6 por ciento más que en el 2000-, complicará la atención a servicios básicos elementales y redoblará la presión sobre los bosques y otros recursos naturales.
A ello se sumará el aumento de la generación de emisiones atmosféricas contaminantes y la polución de cauces hídricos, cada vez más preciados y limitados, vaticina la Fundación Alemana de Investigación de la Población Mundial.
En el sustrato de la problemática está la insostenibilidad del expandido sistema tecnológico occidental, atravesado por una lógica que insta a consumir como cuestión indispensable para lograr el crecimiento económico, sin reparar en daños a los seres humanos y la naturaleza, sobre-explotada con tal de acumular más capitales.
Manuel Sutherland, coordinador de Formación e Ideología de la Asociación Latinoamericana de Economía Marxista, se cuestiona por qué medios de prensa e ideólogos capitalistas esconden o disimulan la gravedad de esta problemática.
En su opinión, esta no es otra fase más de desajustes del capitalismo, sino la crisis de ese modo de producción, de la forma en que bajo su signo es organizado el proceso de trabajo.
La producción, la distribución, el cambio y el consumo, son elementos conexos, de acuerdo con la dialéctica materialista. La interrelación expresa en esta crisis responde a la vinculación indisoluble de esos momentos de la reproducción material de las personas, los cuales evolucionan independientemente de la voluntad de estas.
Cuando poderosas cadenas televisivas y agencias de prensa reiteran los anuncios sobre las contracciones en emporios como la General Motors, la Ford y la Chrysler, las reducción de los valores de importantes marcas o la quiebra de millonarias corporaciones, vale mirar con ojo crítico.
"Ello no puede ser culpa de decisiones irresponsables de entes individuales imbéciles, ni de la mala “suerte” en la ruleta de la bolsa. La explicación está en el funcionamiento estructural del modo de acumulación capitalista, en el corazón de su sistema, que permanentemente cabalga en el caos y la miseria de los cuales se nutre", alerta Sutherland.
Casi una década antes, quienes preconizaron el peligro, fueron tildados de catastrofistas. Mas, la crisis llegó y es imposible predecir cuánto durará o qué intensidad tendrá, afirma Osvaldo Martínez, director del Centro cubano de Investigaciones de la Economía Mundial.
Este recuerda que la crisis es una regularidad del capitalismo, el cual necesita destruir sus fuerzas productivas para abrir paso a otra etapa de crecimiento económico. Sin embargo, añade, la crisis actual marca un deterioro muy profundo del sistema.
Tal vez ello no conduzca a la destrucción definitiva de ese orden, pero creará las condiciones favorables para grandes movimientos políticos en su contra, porque generará mayor pobreza, desempleo, ruina y desesperación.
Otros reconocidos académicos no descartan incluso el posible desencadenamiento de una tercera confrontación bélica mundial, por interés de determinadas potencias o fuerzas políticas en propiciar un nuevo reparto de mercados.
Durante el décimoprimer Encuentro Internacional sobre Globalización y Problemas del Desarrollo, celebrado en La Habana, premios nobeles de economía y prestigiosos investigadores coincidieron en que acabar con el capitalismo es la única vía para eliminar las amenazas que se ciernen sobre todas las formas de vida del planeta.
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