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¡Inocente!

¡Inocente!

El cargador perdido del celular supuestamente apareció este viernes, pero la alegría duró poco: la broma responde a que es el Día de los Inocentes y de ello es imposible escapar también en Nicaragua.

   Escenas similares suelen multiplicarse en jornadas como esta en muchas partes del mundo, donde más de la mitad de la población sigue apegada a la religión católica pese a la incidencia cada vez mayor de los identificados como Nuevos Movimientos Religiosos.

   Religión y tradición van de la mano cuando de rendirle honor al Día de los Santos Inocentes se trata, en particular para los católicos, que representan alrededor de 54,4 por ciento de la población, según una encuesta del 18 de marzo al 9 de abril de 2009 realizada por la firma M&R Consultores.

   Desde los primeros estudios en las catequesis o cursos de aprendizaje de los Evangelios los infantes descubren que cada 28 de diciembre es posible poner a volar el ingenio, pero otros aprenden la triste realidad tras ello.

   La celebración de este día está relacionada en los textos básicos de esa religión con uno de los pasajes más tristes de la historia de la humanidad y varios historiadores dan fe de ello.

   El Día de los Santos Inocentes es el recordatorio por excelencia de la matanza de infantes ordenada por el rey Herodes El Grande de Judea (años 40-4 antes de nuestra era) para evitar la llegada del anunciado Mesías o Jesús.

   De eso habla el evangelio de San Mateo, donde su autor cuenta que en la época que gobernaba ese monarca los Reyes Magos -Melchor, Gaspar y Baltasar- emprendieron camino, guiados por una estrella, para presentarle sus respetos al enviado de Dios.

   “Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores”, cuenta el Nuevo Testamento, en el libro de Mateo, capítulo 2, versículo 16.

   “Voz fue oída en Ramá, grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, y no quiso ser consolada, porque perecieron”, añade el Mateo, en el capítulo 2, versículo 18.

   Quizás el temor de perder su trono o los celos ante la admiración por el supuesto hijo de Dios motivaron al jerarca, cuya determinación redundó en la muerte de tres mil a 50 mil bebés varones, según escritores cristianos del Medioevo.  

   La cantidad de víctimas sigue sujeta a los cuestionamientos, debido a que un censo ordenado por el gobernador romano Quirino reflejó que el pueblo de Belén tenía apenas 800 habitantes y cada año los nacidos rondaban la veintena, la mitad de los cuales morían antes de esa edad.

   Demógrafos y otros especialistas contemporáneos consideran probable esta última tesis, debido a que la mortalidad infantil llegaba normalmente a esos niveles, por lo que los masacrados por las huestes herodianas deben haber sido muchos menos.

   Pero la muerte de un niño es más que suficiente y todavía empaña la celebración con risas y bromas del Día de los Santos Inocentes, a quienes aprendieron la historia real detrás del pasaje bíblico y hasta a algunos que festejan porque después de todo el horror, Jesús logró salvarse.

   Los Evangelios enseñan que la matanza debería haber sucedido después de la visita de los Reyes Magos al rey Herodes (uno o dos días después del 6 de enero), pese a lo cual la Iglesia católica recuerda este acontecimiento el 28 de diciembre.

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