Acerca del modelo cubano de bienestar y las opiniones de Patricia Arés en Granma
EL MODELO CUBANO DE BIENESTAR
(Por: Jorge Gómez Barata. En: www.cubano1erplano.com)
En el contexto de las evidencias del fracaso del modelo económico, de los esfuerzos por actualizarlo y de las críticas al esquema político, con audacia proveniente de la certeza, la doctora Patricia Arés, una eminente psicóloga cubana especializada en temas de familia, ha publicado un artículo en el cual propone: “Una mirada al modelo cubano de bienestar”. (Granma 10/5/13)
Con argumentos tan sencillos como sólidos y sobre todo distantes de la aburrida e ineficaz retorica laudatoria usual, la doctora Arés se aventura a proclamar que “…Existe un modelo cubano de bienestar…” que según ella, como resultado de un extraño fenómeno que se produce al integrarse al estilo de vida y a la existencia cotidiana de las personas, se invisibiliza de modo que sus contornos pasan inadvertidos.
La trascendencia del artículo emana de que se trata de reflexiones personales y experiencias contrastadas aportadas por sus pacientes, obtenidas por ella en el extranjero y resultados de sus vivencias como elemento activo de la comunidad y la sociedad a partir de las cuales realiza una evaluación realista, honesta y creíble en torno al modo de vida de la sociedad cubana de hoy.
Es significativo que el análisis no proviene de los aparatos ideológicos que están como paralizados y se muestran incapaces tanto de responder a las criticas como de producir argumentos, sino de una personalidad profesionalmente habilitada para evaluar multifacética e integralmente el concepto de bienestar que, en Cuba se establece, entre otros sobre pilares por el acceso pleno a la salud, la educación y la seguridad social, seguridad ciudadana, políticas y prácticas inclusivas, participación, socialización y prioridad y facilidades para las relaciones familiares.
Las reflexiones de esta especialista introducen nuevos y valiosos datos en el debate social evidenciando que, a partir de la realidad pueden generarse argumentos conceptuales de calidad capaces de devolver vigencia al discurso político, ilustrar a la opinión pública, contribuir al consenso y suministrar municiones a quienes libran la batalla por reforzar la cohesión social en torno al proyecto socialista.
En esta línea no hace mucho el presidente Raúl Castro propuso una meta programática que de haber sido debidamente acogida por los operadores ideológicos pudiera servir de base al programa revolucionario y sustanciar los proyectos ciudadanos al proponer marchar hacía: “Un socialismo próspero y sostenible” a lo cual Enrique Ubieta sumó hace unos días la idea del desafío que representa para Cuba. “Construir la individualidad socialista”.
Seguramente la doctora Arés comprende que el modelo cubano de bienestar que, desde sus horizontes profesionales evalúa a partir de indicadores económicos, sociales y afectivos, está requeridos de complementos e incentivos relacionados con las estructuras, las ideas y la actividad política.
Obviamente ese modelo necesita de la democratización de la sociedad, de la transparencia en la gestión de las instituciones y de los mecanismos de toma de decisiones, de apertura informativa, participación decisoria; así como de referentes ideológicos válidos y con capacidad de convocatoria y de un clima apropiado para pensar diferente, obtener información y expresarse. Se requiere además de un discurso que exponga y promueva las realizaciones sociales de un modo eficaz.
El artículo de marras ha tenido la virtud de recordarnos cuando, en medio de la crisis que en los años noventa se abatió sobre la Isla como resultado de la desaparición de la Unión Soviética, Fidel Castro aplicó un “Plan B”, asumió una posición pragmática y lanzó la consigna de: “Salvar las conquistas de la Revolución y el Socialismo. Lo que en aquellos días parecía un programa mínimo era en realidad lo máximo. La Revolución son sus conquistas; al salvarlas se salva todo.
Concuerdo con la doctora Arés: el modelo cubano de bienestar existe, es magnífico y sustentable pero peligra. El peligro no es exclusivamente externo y no proviene sólo de la corrupción o la ineficiencia, sino también del imperio de la rutina, de la vigencia de dogmas y de la falta de idoneidad de instituciones y prácticas que es preciso perfeccionar y en ocasiones erradicar. Incorporar argumentos y arrojar lastre son acciones imprescindibles. Allá nos vemos.
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