Guatemala y sin embargo, se mueve
Guatemala es reconocida hoy en buena parte del mundo por demostrar que un movimiento ciudadano cohesionado puede hacer cambios, incluso de manera pacífica, en las estructuras de gobierno minadas por la corrupción. Pero también comienzan a avizorarse algunos pasos hacia adelante en la lucha contra la criminalidad en este país centroamericano, considerado uno de los más violentos del mundo pese a la prevalencia en él de presuntas condiciones de paz.
Dos informes de organizaciones internacionales conocidas por seguir estos temas dieron cuenta en los últimos días del avance en ambas materias: el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparency International y el Balance Anual del Centro de Investigación de Crimen Organizado (InSight Crime).
El primero, elaborado con base en la opinión expertos de organizaciones del Banco Mundial, d Banco Africano de Desarrollo, de la fundación alemana Berteslmann, y otros, señala que Guatemala obtuvo una calificación de 28 puntos en una escala de 100, cuatro menos respecto a los 32 obtenidos en 2014.
De tal suerte este país bajó del lugar 115 al 123 entre los 168 evaluados y puede descender más al cerrar este año, cuando se consideren los resultados de la llamada "primavera guatemalteca", que conllevó al apresamiento de unos 600 funcionarios corruptos y en el seguimiento de esta estrategia a otros niveles.
Por su parte InSight Crime evalúa a Guatemala como el quinto más violento de América Latina y el Caribe, por terminar el 2015 con 30 homicidios por cada 100 mil habitantes, mas destaca la disminución significativa del indicador con relación a 2009 (46,5 por cada 100 mil).
Si bien queda mucho camino por andar para que llegue al lugar que merece la población guatemalteca, distintiva por la confluencia de 23 culturas y entre ellas una de las más evolucionadas de la antigüedad latinoamericana -la maya-, infunde esperanza saber que algo se mueve.
Guatemala padeció la guerra más cruel y extensa de la historia centroamericana (1960-1966), la cual redundó en 245 mil personas desaparecidas o muertas, según la Comisión para el Esclarecimiento Histórico.
Las secuelas de ese conflicto armado interno pueden palparse por todas partes, mientras la pobreza galopa sin recato sobre más del 59,3 por ciento de los habitantes del territorio, acorde con estudios del Instituto Nacional de Estadísticas.
El manejo irregular de las finanzas públicas, la escasez de fondos destinados a programas sociales y el déficit presupuestario, entre otros factores, frenaron en estos años la reversión definitiva de esas problemáticas y más bien acrecentaron algunas de estas.
No obstante, el empuje ciudadano impulsó la salida del gobierno de Otto Pérez Molina (2012-2015), calificado por consultores y organismos de todos los niveles un retroceso en cuanto a conquistas ganadas por sectores vulnerables como mujeres, indígenas, e infancia, por sólo citar algunos.
Restablecer esos beneficios y trabajar por revertir el bajo índice de desarrollo humano en el territorio, acorde con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, son los desafíos que tiene ante sí el Gobierno juramentado el 14 de enero de 2016 sobre cuya gestión está atenta la mirada ciudadana.
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