Tikal, lugar de las voces y los sueños
Si los dioses mayas habitaron alguna vez en la tierra fue en Tikal, la otrora urbe que pese al paso devastador del tiempo continúa desafianzo a la selva en el norteño departamento de Petén, en Guatemala.
La certidumbre de la grandeza de nuestros primeros abuelos queda confirmada al avistar las inmensas construcciones de piedra que abandonaron un día, sin dejar señales del por qué, quienes legaron una de las maravillas antiguas de esta región más reconocidas en el mundo.
De un extremo a otro de esa ciudad inmensa el visitante queda ensimismado y cualquier explicación del guía es poca para abarcar con la imaginación lo que pudo implicar ejecutar esas obras, sin la tecnología de esta época.
Templos, terrazas, escaleras, y explanadas de ceremonias, sugieren el esplendor que debió alcanzar aquella sociedad antes de su desaparición, por razones que continúan sin ser esclarecidas.
Pero esos vestigios arquitectónicos cobran el doble de valor porque confluyen con una vasta biodiversidad en los 576 kilómetros cuadrados que abarca el Parque Nacional de Tikal o Lugar de las voces.
Cerca de dos mil especies de plantas diferentes, 300 tipos de aves y animales domésticos hacen más atractivo el paseo por los parajes donde permanecen los restos de unas tres mil construcciones mayas de diversas magnitudes, entre las cuales destaca el Templo IV de la Serpiente Bicéfala.
Con una altura de más de 65 metros, este resulta imponente desde el suelo, pero el espectáculo desde su cúspide recompensa cualquier esfuerzo invertido en la subida: la angosta escalera de madera que viabiliza el ascenso lleva hacia las energías más sanas del entorno y a la inmensidad del pasado americano.
Uno llega a sentirse tan poco entonces, que sólo le queda pensar con respeto en aquellas más de 60 mil personas que crearon ese reino de ensueños y anduvieron por sus cuatro calzadas bien delineadas, antes de ser absorbidas por la selva.
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