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San Lucas, un reino para la diversidad

San Lucas, un reino para la diversidad

Si la diversidad tuviera un reino, tal vez sus autoridades determinarían establecerse en la famosa isla San Lucas, situada en el golfo de Nicoya, a unos 550 kilómetros (340 millas) de la costa del Pacífico de Costa Rica.
Este enclave, de apenas 500 hectáreas, sirvió de asentamiento antes de nuestra era a pueblos indígenas, por más de un siglo fungió como centro penitenciario, luego devino refugio oficial de vida silvestre y ahora crean condiciones para que personas con discapacidad puedan acceder a él.
Miembros de la comisión encargada de adecuar el lugar a lo establecido en la Ley 7600 relacionado con el tema aseguran que, sin dañar los sitios históricos que muchas personas sueñan visitar, viabilizarán el ingreso de visitantes de manera gradual e independientemente de su condición física.
Accesibilidad sin exclusión a la isla de San Lucas parece ser el compromiso de los involucrados en el proyecto, que contempló la realización de un taller precursor titulado "Somos personas, tenemos derechos".
Durante el encuentro, los participantes dialogaron acerca del programa de convivencia familiar, de las condiciones de vida que se ofrecen en las alternativas residenciales en la ínsula, y del desarrollo de destrezas básicas que permitan consolidar el respeto a los derechos individuales, entre otros.
Organizaron la cita integrantes del Consejo Nacional de Rehabilitación y Educación Especial, funcionarios del Sistema Nacional de Áreas de Conservación del Ministerio de Ambiente y Energía, autoridades municipales de Puntarenas y de la Cámara de Turismo de la zona.
Todos ellos, también implicados en el esfuerzo común de preservar el patrimonio de San Lucas, lugar de sepulcro de comunidades nativas desde el año 1500 al 800 antes de nuestra era.
Herramientas de piedra, objetos de metal, jade, oro y barro, dan fe del paso de los ancestros por el territorio, considerado el mayor entre las islas de Bahía Grande.
En San Lucas son reconocidos ocho sitios arqueológicos, incluidas las casas, y aunque la mayoría de sus instalaciones permanecen casi en ruinas, invadidas por la vegetación, el lugar no pierde su interés y su misterio.
Por más de un siglo, la también conocida como Isla de los hombres solos fungió como prisión modelo y ganó reputación de ser una de las cárceles más horribles y miserables del mundo.
El primer militar que gobernó Costa Rica, Tomás Miguel Guardia, inauguró el 28 de febrero de 1873 la penitenciaría, después de abolir la pena de muerte a partir del establecimiento de la Constitución Liberal de 1871.
Sin embargo, ironías de la historia, los 117 años de existencia del reclusorio están plagados de violencia y muerte: ser condenado a guardar prisión en la ínsula era un augurio de constantes torturas y corta vida.
Hasta su clausura, el 26 de julio de 1991, San Lucas albergó a los peores criminales de la nación centroamericana y pese a que los muros que los resguardaron son considerados patrimonio cultural, siguen sin atención especializada que garantice su conservación.
Grafittis con frases religiosas, imágenes pornográficas, firmas y dibujos, son testigos mudos del pasado en las celdas que subsisten, junto a una iglesia, un edificio médico, una oficina principal de tres plantas, un cementerio en fase de excavación, un muelle y otras instalaciones deterioradas.
Sólo monos aulladores o congos, arañas, ardillas, armadillos, faisanes, venados, mapaches, osos hormigueros, zorrillos, y otros mamíferos, rompen el silencio en la cotidianeidad de la zona, adornada por una vegetación abundante y diversa.
San Lucas es una de las sólo dos islas del golfo de Nicoya con agua natural, lo cual explica la diversidad biológica que puede disfrutarse en este punto de la geografía costarricense y la determinación el 12 de febrero de 2001 de considerarla Refugio Nacional de Vida Silvestre.

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