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De las miradas a los festejos por los Acuerdos de Paz en Guatemala

De las miradas a los festejos por los Acuerdos de Paz en Guatemala

Dos décadas después de firmados los Acuerdos de Paz, un día como hoy en Guatemala, continúan prevaleciendo dos posiciones: aquella que demerita esos tratados y la que considera que pese a todo vale la pena celebrarlos.

Pero tanto desde la sociedad civil, como desde los órganos de poder del Estado, ambas visiones convergen en la inconformidad con lo ganado hasta ahora en cuanto al cumplimiento de los compromisos contraídos por los firmantes de esos convenios en el proceso concluido el 29 de diciembre de 1996.

Autoridades indígenas, mujeres tejedoras de la paz, excombatientes guerrilleros, funcionarios gubernamentales y hasta organismos internacionales insistieron en esta jornada en los problemas que aquejan a la nación y abogaron por reanalizar esos documentos, para dotarlos de contenido práctico en bien de Guatemala.

Eso sí, todos concordaron en lo positivo del cese del fuego concretado tras la firma de los acuerdos rubricados por representantes de las organizaciones guerrilleras que dieron vida a la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), en la clandestinidad, el 7 de febrero de 1982.

Para muchas personas vale destacar que al margen de cualquier remilgo, los firmantes del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), de las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), de la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas (ORPA) y del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), evitaron que continuara desangrándose esta nación centroamericana por cuenta de la guerra más violenta vivida en la región.

’Si les parece que la firma de los Acuerdos de Paz no tuvo ninguna relevancia, hagan el esfuerzo de imaginar lo que sería de Guatemala si durante 20 años se hubiera prolongado la guerra interna entre Ejército nacional y guerrilla revolucionaria’, instaba en medio de estas celebraciones el editor Raúl Figueroa.

En tanto la escritora Vera Bolaños defendía que de cualquier manera la paz es un camino positivo, es un proceso paulatino de ordenamiento para la sociedad, y que al final ha dado frutos relevantes.

’Decir que no tuvo ninguna relevancia es ridículo. Decir que vivimos en paz, lo es más. La vida no es dual. Celebramos juntos el cese a las formas más violentas de represión estatal sin caer en la ilusión de falso bienestar’, señalaba por su parte el politólogo y articulista Bobby Recinos.

Y es que por mucho están justificadas las miradas duales a lo que acontece en Guatemala, después de una guerra que dejó más de 250 mil muertos y desaparecidos, y donde todavía cuentan víctimas por miles debido a la impronta del crimen organizado, del orden patriarcal y hasta del racismo.

Paralelo a esto poco o nada lograron superarse algunas de las causas puntuales que llevaron al conflicto armado interno: el 59,3 por ciento de los más de 16 millones de habitantes de este país vive en la pobreza y los indígenas representan 79,2 por ciento de los golpeados por ese flagelo.

La reforma estructural postergada y el empeño de la élite económica dominante en conducir a la nación por las controversiales rutas de la lógica neoliberal, en detrimento de la naturaleza y de los seres humanos, también cobran su parte con creces a la mayoría de guatemaltecas y guatemaltecos.

Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura oficializó este jueves los Acuerdos de Paz de Guatemala como Memoria del Mundo y la Banda Marcial del Ejército hizo dúo en un concierto con el Coro Orquesta Alaíde Foppa, creado en honor a la poeta secuestrada y desaparecida por las fuerzas castrenses en 1980.

Mientras que el presidente Jimmy Morales reivindicó el legado de paz recibido de las generaciones precedentes y abogó por trabajar juntos para consolidar los acuerdos de 1996.

’Hoy Guatemala le recuerda al mundo que la paz sí es posible’, afirmó, aunque sugirió no olvidar la historia y fijar la mirada en aquel año, en hoy y en el futuro, porque la paz es un compromiso de nación.

Toca ahora trascender el simbolismo de estos actos, trastocarlos en hechos para vencer a la pobreza y a todos los problemas asociados a esta, porque como aseveraron muchos de los presentes en estas celebraciones sólo así podrá garantizarse la paz firme y duradera soñada por quienes bajaron de las montañas hace dos décadas.

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