Barbie se decontruye y guía a dar de bruces en la vida real
Barbie despierta un sinfín de frivolidades en su entorno. El filme de moda sirve a todo el ingenioso empeñado en sacar provecho del furor. Sin embargo, esta Barbie rompe con el misticismo de la "muñeca perfecta" y de manera progresiva lleva a la reflexión a quienes finalmente la ven desenvolverse en la pantalla durante casi dos horas.
Esta película no es marketing a pulso, no es "comercial para vender muñecas", es una caricia que alienta a la reflexión crítica del sistema de apariencias en tiempos de streaming. Aquí la sátira inteligente prevalece, en tanto "Barbies" y "Kens" se dan de bruces contra el espejo. Ambos personajes se decontruyen y terminan poniendo en la cuerda floja a mujeres objeto y masculinidades frágiles.
Barbie sorprende y se aleja del mercadeo que suscita en todas partes. La publicidad va hacia un lado y Barbie hacia otro: Ella recibe con brazos abiertos a quienes acuden a verla por ser el hit del momento, para sumergirlos con sutileza en uno de los géneros más inteligentes y olvidados: la sátira.
Lo siento por quien pensaba lo contrario, aquí el cliché y los fan service quedan marginados. Barbie es un producto de Hollywood, más de un Hollywood que comienza a sentir en su mejilla las ráfagas de aire de los nuevos tiempos.
Barbie cuestiona y obliga a repensar actitudes, compruébelo por sí mismo. Esta película tiene como fundamento un guión crítico y pleno de sabiduría. En ella no aparecen los superhéroes tradicionales, sino dos personas que evolucionan al punto de llegar a amarse a sí mismas.
La película más publicitada de este año se arriesgó a darle otra perspectiva de vida a los fieles dispuestos al absurdo por tal de imitar a sus personajes favoritos.
Greta Gerwig se atrevió a desafiar las fórmulas una vez más, se alejó de la narrativa común, y volteó la tortilla al público. Barbie ofrece lo contrario a lo esperado -probablemente- por quienes acudieron a verla en masa el dìa de su estreno. Ella no llegó vestida como "mujer maravilla" o "heroína", ella dio otras razones de ser a la existencia.
"La vida es más que la apariencia única a la que pretenden condenarnos", parece gritar Barbie e invita a recorrer el mundo rosa perfecto con los sentidos aguzados para detectar lo banal en este.
La película hace gala de sabiduría y destapa el buen humor. Ese es el gancho para lograr que "locos y locas por Barbie" se queden en la sala, mientras ella deja atrás Barbieland y se adentra en el mundo de los humanos.
Las risas continúan en una secuencia casi infinita durante la película, pero sin duda van cambiando de tono en la misma proporción en que las frivolidades ceden terreno a las sugerencias de nuevas vías para el empoderamiento.
Barbie pasa de ser la chica depresiva, preocupada por sus pies planos, su celulitis en los muslos, y perdida en los entresijos de Instagram, a convertirse en una humana plena. Una mujer capaz de relegar el maquillaje, los retoques falsos, y de posar ante las cámaras en estado natural.
Margot Robbie y Ryan Gosling son geniales en sus interpretaciones. Ambos dan pautas claras de la evolución de sus personajes. Ella, con honestidad, deja atrás Barbieland y encuentra la felicidad en un espacio donde comprende que no nació para ser perfecta ni accesorio de nadie. Él la acompaña en el viaje hacia el "mundo humano" y, en su proceso, obliga a cuestionar a la masculinidad tóxica al exponer más al "macho, varón, masculino".
No se confunda por el marketing en torno a Barbie. La trivialidad no es el fuerte de esta película. Esta es, más bien, una jugada genial de Warner Bros y, en particular, de la misma Greta Gerwig que dirigió Mujercitas y Lady Bird.
Con Noah Baumbach, su coguionista de siempre, Gerwig regala en una escala real el mágico mundo rosa de Barbie y una historia reivindicadora de lo más básico del feminismo, al punto de colocar a la población expectadora en guardia contra las visiones excluyentes y en favor del respeto a la individualidad.
La masculinidad legada por el patriarcado también es sujeta a debate en este filme, que enseña al hombre las ventajas de la complementariedad con la mujer por oposición al clásico papel de protector, proveedor y accesorio de "muñecas perfectas".
Paralelo a esto, es puesta en tela de juicio la sociedad de consumo, a ritmo de humor y finas ironías. Estas últimas tan bien concebidas, que de tan etéreas nunca llegan a molestar.
Barbie se convierte de a poco en una mujer inteligente y deja de ser un simple objeto de placer. Ken muestra con encanto lo ridículo del machismo a ultranza. Al únisono, los dos toman conciencia de la necesidad de transformar sus creencias tradicionales.
¡Alto!: Tampoco se trata de una película "feminista" o fiel a la que muchos mal interpretan de la "Agenda 2030". Es más, hombres, vean Barbie y comprenderán que esta propone un diálogo franco acerca de los desafíos inmensos de ser mujer y del ser hombre en esta época, en medio de tantos cambios.
Barbie aprende que las "ideas son eternas" -o al menos más que los atributos del cuerpo-, mientras ciertos hombres vociferan que hay que regresarla a la "caja de muñecas". Ken deja de ser el segundo violín en la historia, el hombre sin casa ni trabajo, el accesorio de la muñeca, y vaticina una saga con él como protagónico.
Es tiempo de mirar diferente a la realidad que nos circunda. "Despierta, estamos en el siglo XXI", atentamente, Barbie.