Raíces indígenas centroamericanas
La sociedad centroamericana es multiétnica, pluricultural y multilingüe; casi la quinta parte de su población -7,6 millones de habitantes- son indígenas y están asentados mayoritariamente en zonas rurales, coinciden registros estatales en el área.
Sin embargo, antropólogos e historiadores concuerdan en que cualquier intento de generalización sobre el estado de estos pueblos autóctonos en Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Belice, Costa Rica y Panamá chocará con la falta de una división clara entre indios y no indios por la aculturación registrada desde siglos pasados.
La apertura de la carretera panamericana, las actividades de compañías privadas, como anteriormente la acción misionera y otros factores, transformaron la sociedad y la cultura indígenas centroamericanas a partir de la irrupción de los colonizadores europeos en 1502, plantean los investigadores Graciela Malgesini y Carlos Giménez.
Un censo practicado en Panamá dio la cifra de 62 mil 187 indígenas: 35 mil 867 guaymíes, 20 mil 543 cunas y cinco mil 777 chocós.
Los primeros, expandidos por las provincias de Chiriquí, Bocas del Toro y Veraguas, viven en casas separadas unas de otras y situadas en cerros, valles o cerca de los ríos; son agricultores y ganaderos, practican la caza, la pesca y la recolección, aunque un buen número trabaja también en las compañías fruteras.
Conservan los guaymíes muchos rasgos de su cultura, igual que buena parte de los cunas, que se subdividen en los insulares de San Blas y los continentales o de Tierra Firme.
Por su parte, los chocós
-oriundos de Colombia y radicados en el Darién- conservan bastantes rasgos tradicionales pero el comercio del plátano, que practican, supone un factor de cambio cultural, no siempre positivo.
Nicaragua, en cambio, posee más de 40 mil personas identificadas como indias, casi la mitad de ellas pertenecientes a la etnia de los misquitos, que habitan en las selvas de la costa atlántica en San Carlos y Santa Cruz, entre Sauce y Bilhuaskarma, y entre Klar y cabo Gracias a Dios.
Otros grupos son el sumo, que vive repartido por el interior del país; el rama, el cual habita en las proximidades de las lagunas de Bluefields; el ulva, reducido a un pequeño territorio entre los ríos Mico y Siquia, y el Matagalpa, en la ciudad homónima y cabecera del río Tuma.
Honduras cuenta con más de 100 mil indígenas de varios grupos: chorotegas, miquiranos, guajiros, patoros, jicaques, misquitos, sumos y lencas, pero los más distintivos son los llamados caribes negros o garífunas, población mestiza que llegó al territorio tras iniciarse la conquista española.
En el país más pequeño de la región, El Salvador, la población es bastante homogénea como consecuencia del mestizaje que siguió a la irrupción de los colonizadores europeos, mas se identifican como indios casi 100 mil individuos.
Unos 80 mil son pipiles, de origen náhuatl, y el resto son nahuas, quichés y cakchiqueles, que viven repartidos por los departamentos de Chalatenango, Santa Ana, Ahuachapán, Sonsonate, La Libertad, San Salvador, Cuscatlán y Usulután.
En Belice, un censo realizado en 2003 constató que la población mestiza asciende a 46,4 por ciento; los indígenas mayas llegan a 10 por ciento y los garífunas, 6,4 por ciento.
Mas, los censos realizados en Guatemala no concuerdan con la realidad, porque los organizadores procuran demostrar que el país se está ladinizando, expresó el investigador Francisco Ortiz, quien aseguró que el 60 por ciento de los guatemaltecos son indígenas y por lo menos el 50 por ciento habla un idioma originario.
Señalan datos oficiales que en ese territorio son mayoría los de ascendencia maya -achi’, akateco, awakateco, ch’orti’, chuj, itza, ixil, popti’, q’anjob’al, kaqchikel, k’iche’, mam, mopan, poqomam, pocomchi’, q’eqchi’, sakapulteko, sipakapense, tektiteko, tz’utujil y uspanteco- y junto a ellos sobreviven descendientes del antiguo pueblo xinca y garífunas.
Pero lejos de ser socios plenos e iguales con el resto de los habitantes de Centroamérica, los indígenas son excluidos políticamente, discriminados culturalmente y marginados económicamente, criticó el costarricense Diario Extra, en su edición del 20 de agosto.
Una ojeada a los indicadores de desarrollo humano y social, según los organismos internacionales, permite comprobar esa realidad, pocas veces apreciada por las entidades estatales encargadas de revertirla.
EN COSTA RICA
Datos oficiales refieren que en Costa Rica, país con 4,5 millones de habitantes, viven 63 mil 876 indígenas, distribuidos, en su mayoría, en 24 territorios pertenecientes a ocho pueblos: chorotega, bribri, cabecar, brunca, huetar, maleku, teribe y guaymi.
La situación de los pueblos originarios en Costa Rica, por ejemplo, prueba la ineficacia de la respuesta gubernamental a los problemas de ese sector a través de la Comisión Nacional de Asuntos Indígenas (CONAI).
Diseñada para atender a estas comunidades, esa entidad estatal es considerada por algunos entendidos un mecanismo de dominación colonial en este siglo porque su gestión desatiende lo establecido en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
La CONAI impone las decisiones gubernamentales y cercena los derechos ciudadanos de los indígenas, por lo general desconocidos por los medios de comunicación y sujetos a un creciente etnocidio como sus similares en el subcontinente, aseguraron líderes de ese sector.
En Costa Rica hay pueblos indígenas imposibles de recuperar o que tienen su muerte anunciada, mientras otros tal vez puedan rescatar parte de su acervo si se adoptan medidas urgentes con ese fin, asegura Carlos Alberto Chavarri, presidente de la Federación para el Desarrollo Cultural y Social de las Etnias Indígenas Costarricenses.
PROBLEMAS COMUNES
Entre los problemas que aquejan a estas y otras poblaciones autóctonas centroamericanas está la falta de acceso a la tierra, la baja resolución de demandas agrarias, el irrespeto a los territorios comunales y los desplazamientos forzados por proyectos de desarrollo económico.
La baja cobertura de la educación bilingüe, por la escasez de maestros capacitados, y las cifras de escolarización, son otras dificultades enfrentadas por estas etnias, junto al deterioro de la salud por la elevada incidencia de enfermedades asociadas a la pobreza y el subdesarrollo: desnutrición, tuberculosis, diarrea y neumonía, entre otras.
Todo esto redunda en crecientes cifras de mortalidad infantil y materna en estas poblaciones, lo que unido a los anteriores factores, motiva la prolongación de los patrones de exclusión y discriminación con respecto a estos pueblos.
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